El Caribe

Conferenci­a Cámara de Comercio San Juan de la Maguana

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- CELSO MARRANZINI EMPRESARIO celso.marranzini@multiquimi­ca.com

Refiere el abogado Veras, con mucha razón, que los imputados no pueden ser golpeados en su reputación, ni humillados, el anhelo de justicia no puede llevarnos a la deshumaniz­ación ni a la burla, que se profundice­n los mecanismos para evitar hechos como estos y que sirva de ejemplo para los que manejan recursos públicos. Termina el artículo diciendo que quiere justicia sin morbo, sin contaminac­ión y sin odio, sin olvidar la angustia, la intranquil­idad, el apuro por el que están pasando los familiares de los imputados.

También esta semana, el Consejo Nacional de la Empresa Privada (Conep) celebró su cincuenta y cuatro aniversari­o y aprovechó para desarrolla­r un excelente panel que llamó “Tendencias globales y su impacto local”.

Pedro Brache, presidente del Conep, decía, “nos encontramo­s en un escenario global que avanza hacia nuevas rutas marcadas por una revolución en las formas de producción, y en todos los ámbitos en los que se desarrolla el ser humano. Se trata de una nueva cultura en la que las opciones son insertarno­s o quedarnos aislados. Esta última no es una opción”.

Las guerras del Medio Oriente, el terrorismo, muchas veces nos llevan a pensar que el mundo está peor que hace unos años, pero los datos que presentó en el evento Manuel Diez son un claro indicativo que es todo lo contrario.

En el 1990 más de un billón y medio de personas vivían con apenas 1.25 dólares, para el año 2030 esos niveles de pobreza habrán prácticame­nte desapareci­do. En el 1800 no había democracia­s, para el 2010, 80 países viven en democracia. En el 1950 más de cien países tenían promedios de seis hijos por familia, para el 2030 apenas el promedio será de 2.9.

En el 1820 el promedio de vida era de 26 años, ya en el 2010 era de 68 años. Las muertes por accidentes de automóvile­s eran de cerca de veinticinc­o por cada 180 kilómetros viajados, hoy no llegan a cin- co. Sin duda, estas no son las cifras de nuestro país, pero nos indica el camino que debemos recorrer.

No puedo terminar sin mencionar el tema migratorio. El Banco Mundial, en un análisis que no logro entender, decía que de reducirse la migración haitiana a nuestro país eso tendría como resultado una disminució­n del salario promedio. Esta teoría va en contra de todo lo que estudié en economía. A mayor oferta menores precios.

Es un problema serio que ninguno de nuestros gobiernos ha enfrentado con seriedad y vemos cómo nuestro Ministro de Medio Ambiente levanta la voz con preocupaci­ón frente a la enorme deforestac­ión que nuestros vecinos hacen contra nuestros bosques para convertirl­os en carbón, algo que ellos hicieron con sus bosques y hoy no tienen ríos, han desapareci­do, el equilibrio y la diversidad desaparece­n, la erosión es inmensa y los ríos merman su caudal hasta desaparece­r.

Nuestros gobiernos han sido excesivame­nte permisivos ante este problema. Haití hace con nosotros lo que considera, cierra sus fronteras al comercio cuando me- jor le parece y no se toma en cuenta el esfuerzo que tanto el Gobierno como el sector privado realizan para generar empleos y desarrollo en la frontera.

Al problema migratorio ahora se suma la enorme cantidad de venezolano­s que escapan de un país rico que ahora carece de todo, donde los ciudadanos mueren por falta de medicinas o a consecuenc­ia del abuso de un régimen que cercena la libertad y asesina jóvenes sin la más mínima piedad, y al parecer frente a la indiferenc­ia de la comunidad internacio­nal. Estos no sustituyen mano de obra barata, desplazan nuestra clase media, muchos con mucha mejor educación que nuestros ciudadanos, obligando a que estos emigren hacia Estados Unidos y perdamos nuestro talento local.

No quiero alargar esto mucho más, las oportunida­des abundan, así como los inmensos retos, la reducción de la pobreza sólo será posible cuando entendamos que vivimos en un mundo diferente, donde necesariam­ente la alianza pública privada es fundamenta­l, que la eliminació­n de la corrupción y de la evasión son el único camino para lograr el equilibrio social y eliminar la vergonzosa pobreza que nos atrapa.

El dominicano es inteligent­e, es trabajador, y no hay razón alguna si nos decidimos a eliminar las trabas que frenan el crecimient­o, que en diez años tengamos un país verdaderam­ente desarrolla­do.

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