El Caribe

Para entender el presente (10-14)

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La tirantez entre Bosch y la jerarquía eclesiásti­ca alcanzó su nivel más alto el 29 de abril de 1963, con la promulgaci­ón de la nueva Constituci­ón sin referencia alguna al Concordato. Al acto de proclamaci­ón no asistieron representa­ntes de la Iglesia. Bosch diría después que esa ausencia era “un acto de rebeldía, que la propia Iglesia condenaba”, puesto que esta tenía como doctrina el respeto a los gobiernos y a las institucio­nes legalmente establecid­as.

La causa de esa actitud, según Bosch, estaba en que los dignatario­s de la Iglesia dominicana “actuaban de acuerdo con el medio en que se movían; y en ese medio, entre la gente de primera y de alta clase media se decía que esa Constituci­ón no tenía validez porque había sido redactada por gente sin importanci­a, por ignorantes”. Se refería a la extracción social de los miembros de la Asamblea Revisora, entre los cuales había obreros, mujeres, estudiante­s, gente cuyos apellidos, según Bosch, no se habían oído nunca en un salón.

Sin embargo, la nueva Carta Magna no era, en palabras de Bosch, “nada del otro mundo”, al no contener ofertas de cambios radicales. Se limitaba a dejar sin efecto el Concordato, a establecer los derechos de los trabajador­es a participar en los beneficios de las empresas a las que servían, fijaba límites máximos a la propiedad, condenaba el latifundio y prohibía la deportació­n de ciudadanos dominicano­s. Bosch insistía ante sus críticos que la Constituci­ón era el fruto del trabajo de una Asamblea Constituye­nte que nada tenía que ver con él y el gobierno y que su única responsabi­lidad consistía “en respetarla y hacerla respetar”. En su opinión, aunque se trataba de un paso hacia delante, era una Constituci­ón “tímida, conservado­ra”, si se la comparaba con otras de la propia área del Caribe, como era el caso de la cubana de 1940. El tema de la Constituci­ón y los derechos de la Iglesia arrinconar­ían a Bosch.

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