El Caribe

También en los ayuntamien­tos

- JAVIER CABREJA javiercabr­eja@yahoo.com

La demanda de la sociedad dominicana por un Estado que tenga como uno de sus principios básicos la transparen­cia no debe limitarse al gobierno central y debe abarcar a todos los poderes públicos. La corrupción se ha hecho presente en los distintos ámbitos de la administra­ción del Estado. La reciente revelación de una grabación del presidente del Concejo de Regidores del Ayuntamien­to de Boca Chica, tratando de extorsiona­r a un comerciant­e de esta localidad, es una clara evidencia de lo extendidas que están las prácticas corruptas en las diferentes institucio­nes públicas.

Los ayuntamien­tos son las instancias de la democracia más cercanas a los ciudadanos y se espera que sus políticas impacten en la vida de los munícipes. Esto no será posible si las autoridade­s locales hacen de la gestión municipal un burdo negocio para lucrarse. Es cierto que en la actualidad no se cuenta con gobiernos locales realmente autónomos y que existe una franca violación a la legislació­n municipal que establece la asignación a los ayuntamien­tos del 10% de los ingresos fiscales. Sin embargo, es muy difícil avanzar en estas áreas con el alto nivel de desconfian­za ciudadana hacia los gobiernos locales. Reestablec­er la confianza perdida solo es posible a partir de una gestión municipal transparen­te, que sea capaz de involucrar a los munícipes en sus decisiones.

Lo ocurrido en Boca Chica erosiona aún más la credibilid­ad no solo en ese ayuntamien­to, sino en los gobiernos locales. Ese caso es solo una muestra de las diversas prácticas ilícitas que se dan en estas institucio­nes. Por ejemplo, hasta la fecha cerca de 4 mil funcionari­os municipale­s no han presentado su declaració­n jurada de patrimonio. Se sabe además de los cobros ilegales en la aprobación de permisos para proyectos de construcci­ón, de regidores que a su vez son contratist­as para el ayuntamien­to en el cual trabajan y de pagos de comisiones para obras municipale­s.

La corrupción debe ser erradicada en cualquier nivel de la administra­ción pública. Ni la gran corrupción, pero tampoco la pequeña puede ser tolerada. Es necesario mirar a los ayuntamien­tos y exigirles a los funcionari­os municipale­s un compromiso ético en la administra­ción de los gobiernos locales. Claro está, esto por sí solo no es suficiente; se requiere de una mayor fiscalizac­ión del manejo de los recursos municipale­s de parte de la Cámara de Cuentas. Frente a las denuncias de corrupción en los ayuntamien­tos, se espera un Ministerio Público más diligente en las investigac­iones. Al mismo tiempo, es esencial un ejercicio de monitoreo ciudadano a la gestión local, capaz de pedir cuentas a las autoridade­s municipale­s.

El autor es economista.

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