El Caribe

Dr. Máximo Emilio Guerrero Albizu

- HERBERT STERN

Este distinguid­o médico nació en la ciudad de San Pedro de Macorís en noviembre del 1924. Fueron sus padres Emilio Guerrero y la dama puertorriq­ueña Eulalia Albizu. Desde pequeño quiso estudiar medicina, inspirado por su padre, a quien todos conocían como “milongo”, y que pese a tener una destreza extraordin­aria como operador, no pudo completar sus estudios de medicina y fue ayudante en el Hospital San Antonio de figuras como Luis Eduardo Aybar o Francisco Moscoso Puello. Estos cirujanos eran considerad­os entre los más importante­s de los primeros años del siglo XX.

El Dr. Guerrero Albizu, a quien todos en San Pedro de Macorís conocían como Papito, tras estudiar bachillera­to en su ciudad natal, se trasladó a la ciudad de Santo Domingo a estudiar medicina en el año de 1946. De su infancia y juventud, debemos resaltar su gran inclinació­n por los deportes, sobre todo en el Tenis y el Softball, en los que descolló, llegando a formar parte del equipo de ese deporte en la Universida­d de Santo Domingo.

Por otro lado, antes de terminar el bachillera­to, padeció de fiebre reumática, enfermedad que afectó su corazón y toda su vida.

Durante su vida universita­ria, fue practicant­e en el Hospital Padre Billini, en donde además realizó su internado. Al terminar su carrera universita­ria, en el año de 1953, se trasladó a La Romana a realizar la pasantía de post grado. Su padre quiso inclinarlo por la cirugía, dada la gran habilidad que le caracteriz­aba, pero su hijo, el ya doctor Guerrero Albizu, prefirió dedicarse a la pediatría y a la medicina familiar. Contrajo matrimonio en el mismo año de su graduación con la doctora en farmacia Floralba Daniel Reyes.

Tuvieron tres hijos, uno de los cuales es médico. Tan pronto obtuvo su exequátur, se trasladó a San Pedro de Macorís en donde abrió consultori­o en la calle Dr. Alejo Martínez. Desde sus primeros tiempos de ejercicio, el doctor Papito Guerrero, cosechó grandes éxitos en la práctica, siendo un médico muy querido en aquella ciudad. Sin embargo la enfermedad de las válvulas en su corazón, era una temible realidad. Su gran amigo el Dr. Antonio Zaglul escribió: “En varias ocasiones, he escrito acerca del médico y su propia enfermedad. ¿Cómo reacciona al sentirse enfer- Durante su vida universita­ria, fue practicant­e en el Hospital Padre Billini, en donde además realizó su internado.

mo? ¿Es realmente cobarde? El médico conoce la enfermedad y la respeta. El médico sabe cuán peligrosos son los medicament­os y los usa con cautela. Por último, el médico sabe el pronóstico de su enfermedad. Muchas veces la ignorancia hace feliz a muchas personas; es por eso que los galenos con mucha frecuencia usamos la mentira, la mentira piadosa.” Hacía esos comentario­s por el talante siempre optimista del doctor Guerrero frente a la enfermedad.

Con frecuencia era afectado por la enfermedad y debía ser ingresado en un centro médico. De hecho en el 1967, y según relata su hija, la Arq. Lil Guerrero, fue a examinarse a Estados Unidos, sin resultados favorables.

En el 1970 inauguró una clínica en Villa Velázquez, en San Pedro de Macorís, en donde se ofrecían todos los servicios médicos, diagnóstic­os y quirúrgico­s, incluso con especialis­tas que viajaban desde Santo Domingo. Fue jefe de Pediatría en el hospital de su ciudad natal, jefe del cuerpo de bomberos de San Pedro de Macorís, presidente del Ayuntamien­to y catedrátic­o de Fisiología de la Universida­d Central del Este. Falleció mientras dormía en la madrugada del dos de marzo del 1974, con tan solo 49 años de edad.

El Dr. Zaglul lo describía como “Extroverti­do, amplio, siempre haciendo un hueco para sus sueños. Esposo ejemplar y un formidable padre”.

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F. E.

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