El Caribe

El valor de la iniciativa privada

- MIGUEL GUERRERO

Con el paso de los años, la clase política ha logrado inculcarle a la gente la idea de que el país vive permanente­mente enfrentado al choque de intereses contrapues­tos. De un lado, el interés nacional, representa­do por el Estado y quienes ejercen el poder, y el particular, que emana de la actividad privada. En el falso criterio de valoración sobre el que esa tesis se sustenta, el primero es el legítimo y el segundo es espurio, del que surgen todas iniquidade­s que hacen de la nuestra una nación socialment­e injusta debido a las enormes desigualda­des existentes.

La teoría de la desigualda­d basada en la existencia de los intereses particular­es ha servido para encubrir la corrupción y el enriquecim­iento ilícito de una clase política incapaz de plantear soluciones de fondo a los graves problemas nacionales y preservar de este modo los grandes y crecientes privilegio­s que el secuestro de la vida política por los partidos le ha permitido a sus dirigentes. La verdad, sin embargo, es muy distinta. Los hechos demuestran hasta la saciedad que la pobreza prevalecie­nte en muchos de los países como el nuestro se debe al predominio de los intereses de los políticos y a su miopía del rumbo que toma el mundo en que se desenvuelv­en.

Las grandes naciones, las que han sido capaces de dar el gran salto hacia el desarrollo y superar con ello el atraso y la pobreza, han reconocido el papel de la iniciativa privada y creado el marco de facilidade­s para que ella crezca, con lo cual han podido penetrar los mercados cada día más exigentes, am- Las grandes naciones, las que han sido capaces de dar el gran salto hacia el desarrollo y superar con ello el atraso y la pobreza, han reconocido el papel de la iniciativa privada y creado el marco de facilidade­s para que ella crezca, con lo cual han podido penetrar los mercados cada día más exigentes, ampliando así las expectativ­as de sus habitantes”.

pliando así las expectativ­as de sus habitantes. La imagen de un país no se fundamenta en los liderazgos políticos, a fin de cuenta temporales, sino en el prestigio de sus marcas que se imponen en el exterior. El país que debemos promover es el que se encuentra detrás de nuestras grandes empresas y acciones, en el deporte, como en el arte y la literatura.

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