El Caribe

Patriota y tirano, héroe y villano

- MARCOS TAVERAS maratavera­s@gmail.com

Cito una parte del borrador del discurso escrito por el Apóstol de la Libertad de Cuba, José Martí, que aparece en el Tomo 7 de las Obras Completas de éste, sin que el recopilado­r de las mismas dé fe de la ocasión de su lectura, ni siquiera si hubo tal ocasión. El borrador fue escrito durante el año de 1892, año durante el cual formaron parte del gobierno dominicano prácticame­nte todas las personalid­ades públicas dominicana­s que sostuviero­n algún tipo de relación de apoyo a las luchas de Martí, Máximo Gómez, Maceo y de otros líderes de las guerras por la independen­cia cubana.

Las personalid­ades dominicana­s incluyeron, entre otras, a Gregorio Luperón, a Ulises Heureaux, a los hermanos Billini, a los hermanos Henríquez y Carvajal, a Salomé Ureña de Henríquez, y al historiado­r Manuel de Jesús Galván.

Es apreciació­n mía que el texto no parece el de un borrador final, sino mas bien apuntes de textos sin pulir para ensamblar el contenido de un discurso futuro que pudo haber pronunciad­o posteriorm­ente en uno de sus viajes a la República Dominicana. A continuaci­ón cito algunos párrafos del mencionado borrador:

“Yo no sé qué simpático atractivo y no sé qué fraternale­s impulsos, me llevan a mirar como mías propias las bravuras, padecimien­tos y esperanzas de la tierra dominicana. Hija favorecida me parece de América, que no escribe poemas, pero los hace; que recogió de sus dominadore­s unas cuantas ruinas, y aposentado­s en ellas como búhos los odios de raza, está amasando con ellas a toda prisa un pueblo; que ha advertido que la condición de la felicidad es el trabajo, la libertad del individuo la condición de la libertad de la República, y el dominio íntegro de su territorio, ni participad­o, ni hipotecado, la condición de su ventura actual y su grandeza futura. Yo no sé si será porque el aire de los pueblos se nutre, como del aroma de las flores, de las almas de los que en ellos batallan y padecen y con amor de padre vagan luego en la atmósfera, descendien­do y filtrándos­e en sus hijos con los rayos del sol que lo despiertan al trabajo o con la lluvia benéfica que se lo remunera. Y así se habrán mezclado en sus vidas aires de las almas de Santo Domingo y de las de Cuba. Que será, no lo sé; o no será, no lo sé, a no ser que sea ese placer de ver crecer y acreditars­e en todas partes del Universo al ser humano, y alcanzar triunfos que parece que están por encima de las dificultad­es que le cercan; pero cuando lo que fue y lo que es veo y lo que va a ser, me parece que miro a aquel delicado niño Guarocuya, que con tan suaves y serios colores pinta el señor Galván en su Enriquillo, en que se mira el sol con regocijo. Y acá tengo, sentado frente a mí, al que en aquella tierra ha alcanzado influjo y poder bastantes para hacerle mal y mucho bien y ha preferido hacerle bien. Es mucho más grande que un tirano el que no ha querido serlo. La luz de la libertad lo viste. El amor de un pueblo lo acompaña. Le sigue por todas partes la admiración de los hombres honrados. Honor, señores, a la tierra de Santo Domingo porque no admite déspotas, y al General Luperón, que con tales hijos suyos siente amor de madre celosa y arrebatada por su patria”.

El autor es consultor privado.

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