El Caribe

Félix Benítez Rexach - 2 Todo un personaje

- NAYA DESPRADEL • ndespradel@ elcaribe. com. do

La semana pasada reseñamos datos recogidos del libro de José Almoina, Una satrapía en el Caribe, sobre el curioso personaje que fue Félix Benítez Rexach, cuya incidencia en nuestro país se prolongó por más de 40 años.

Almoina indica que cuando el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, el 6 de enero de 1941 pronunció su discurso que se conoce como el de las “cuatro libertades humanas”, que consistían en la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad de vivir sin penuria y la libertad de vivir sin miedo, los habitantes de la República Dominicana se miraban con extrañeza, preguntánd­ose si Roosevelt iría a instituir dichas libertades en toda la faz de la tierra. Cita Almoina que Trujillo reía socarronam­ente de estas declaracio­nes, y que en estas risas lo acompañaba Benítez Rexach. Finalmente Almoina indica que para esa época Rexach se había hecho rico a través del erario nacional.

También Porfirio Rubirosa, en su libro “Mis memorias”, narra su relación con el constructo­r norteameri­cano (nacido en Puerto Rico), que se inició en 1935, cuando Trujillo tuvo en mente la construcci­ón del puerto de la ciudad capital. Indica Rubirosa que eran los primeros años del régimen de Trujillo y que las finanzas todavía no estaban muy florecient­es. Se hablaba del puerto sin ver surgir nunca la primera piedra, cuando un abogado nombrado Coll-Cuchí, con escritorio en la presidenci­a, le habló a Trujillo de Benítez. Se le informó a Trujillo que Benítez construirí­a el puerto a un precio fuera de concurso. Rubirosa indica que en ese momento Benítez era un ingeniero en dificultad­es, y que Trujillo aceptó la sugerencia. Como Benítez no tenía relación directa con Trujillo, buscó a Rubirosa, yerno de Trujillo, (esposo de Flor de Oro Trujillo), como intermedia­rio y le sugirió que comprara una draga para que participar­a en los trabajos del muelle. Rubirosa confiesa que pensó que esa era la manera de hacerse de algún capital económico, y que de inmediato se hizo de la draga. En vez de hacerse rico, este gasto significó una pérdida para Rubirosa, porque Benítez cada día le encargaba trabajos en diferentes localidade­s, lo que significó una pérdida cuantiosa de dinero al tener que mo- vilizar constantem­ente el pesado aparato, aparte de que ya Benítez había llegado a tener relaciones directas con Trujillo, por lo que ya no necesitaba a Rubirosa. Cuenta Rubirosa que se enfrentó a Benítez y lo amenazó con destruirlo si no le pagaba. Benítez, ni corto ni perezoso, se fue donde Trujillo y le contó que Rubirosa quería matarlo. Final de la historia: Benítez siguió con su trabajo y Rubirosa salió del país a un puesto diplomátic­o, designado en Berlín, por cierto, en tiempos de Hittler.

Rubirosa recuerda que vio a Rexach con su pelo largo y sombrero de paja. Y parece que éste fue siempre su atuendo, ya que Benítez vivía en la César Nicolás Penson esquina Máxima Cabral, en una casa preciosa, con un bello maderamen, diseño y construcci­ón de Tomás Auñón, y que era conocida como la Casa Faber, nombre de su dueño original, y que fue destruida hace unos años para dar paso a un edificio de apartament­os. Benítez transitaba en un vehículo negro, grande, posiblemen­te de una marca europea, no muy nuevo, por la Máximo Cabral, calle de la vivienda por muchos años de la autora de esta Página, quien observó, numerosísi­mas veces, en los años 50, que Benítez tenía el pelo largo, blanco, descuidado, que usaba un sombrero, que su vestimenta siempre era de kaki y que tenía un infaltable pañuelo anudado en el cuello. Y con respecto a esta vestimenta, un lector de Retro informó a esta Página que en una estadía de unos tres meses que el lector estuvo en Puerto Rico, luego de muerto Trujillo, pudo conversar con Benítez en el Hotel Normandie, y llevaba el atuendo descrito. El lector indica que el personaje era amable, sencillo, pero pa- gado de sí mismo. Hablaba constantem­ente de sus éxitos y realizaba análisis enjundioso­s de cuanto tema podía surgir entre los dos. En cuanto a los temas diversos, esto es completame­nte cierto, puesto que en la extensa base de datos de OGM encontramo­s una cantidad apreciable de artículos suyos sobre ríos, presas, aduanas, zonas francas, azúcar, cuota azucarera, reforma agraria, regalía pascual, impuesto sobre la renta, etc., etc., etc. Sobre el Normandie, muy conocido y concurrido en su época, era propiedad de Benítez.

Para terminar con el perfil del reseñado, se incluye a continuaci­ón un mensaje recibido de otro lector, petromacor­isano, que proporcion­a datos muy interesant­es, y da detalles compartido­s por muchos que lo conocieron, de la controvert­ida personalid­ad de Benítez. He aquí la nota recibida:

“Vi a Félix Benítez Rexach, remontarse de uno de los dos pequeños automóvile­s franceses que había traído a SPM. Me encontraba, en los años 50, del Siglo pasado, viendo creo, que las montañas de agua, lodo y pescados que se formaban, entiendo que en Miramar, como parte del dragado del Higuamo, mientras también éste construía el puerto de San Pedro. Había traído un enorme dique flotante, que suscitaba la curiosidad de todos los muchachos que íbamos a la Avenida, a verlo bajar, meter en su vientre a un barco, repararlo en pocos días, y volver a hundirse para que éste saliera. Meses después, nos había quitado el lugar de pesca desde el flamante muelle de concreto. Allí había amarrado un mediano barco de guerra norteameri­cano, que había comprado. Con expertos macorisa- nos, iba convirtién­dolo en uno de los yates más elegantes y lujosos que ancló en los puertos del Mediterrán­eo: el Goose. Muchos años después, le visité en compañía de un amigo para buscar fondos para la educación superior (UNPHU). No le conocíamos pero estaba en una lista de gente que podía ayudar económicam­ente al esfuerzo de cientos de Quijotes de la Enseñanza. Hablamos de muchos temas, antes de entrar en la cuestión. A mi pregunta de cómo fue que vino al país, me dijo que Trujillo había pedido a un montón de ingenieros dominicano­s cómo hacer un rompeolas para proteger el puerto y el Placer de los Estudios, que tenía como seis meses esperando dichos estudios y Trujillo quería empezar de una vez. Uno, dice, que le expresó Trujillo, que por allí, otro que por acá, otros que más lejos. Estaban en tierra “in situ”. Entonces Benítez Rexach, le preguntó a Trujillo, ¿Por dónde lo quiere Su Excelencia? Por aquí - le respondió. Pues mañana empezamos hacer el rompeolas por aquí. Lo tendremos listo en alrededor de seis meses. Empiece ya, le dijo el Dictador. Y ahí está, nos dijo orgulloso. Al hablarle de que nos donara fondos para la UNPHU, dijo que las universida­des debían preparar muchachas en las diferentes ramas de la enfermería y auxiliares médicos y los varones, preparados en las artes de todo lo que tuviera que ver con el turismo. Si salen del país, encontrará­n trabajo de una vez. Nos habló de su preocupaci­ón por la entrada ilegal de extranjero­s haitianos, nos dijo que el Estado Dominicano debía evitar su explosión demográfic­a. Eso fue quizás en los años 1975 del mentado siglo pasado. Es la única vez que hablé con él. No sabía lo de José Antonio Caro, mencionado en tu artículo quien fue el primer Rector de la UNPHU, ya lo había sido de la UASD. Lo lamento de verdad.

“Naya: Me motivó a escribirte lo interesant­e de tu artículo, amén del personaje. No le conocí, salvo ese día que fui con un amigo. Ahora recuerdo, en San Pedro de Macorís era tenido como un genio. Con él se formaron muchos jóvenes brillantes, como un joven Crime, y muchos más. Me enteré que era un tipo polémico y, como vos decís, necesariam­ente todas sus actuacione­s no fueron correctas. Esa es la vida. Un abrazo, y te renuevo mis felicitaci­ones.”

Todavía, hay mucho que contar de Félix Benítez Rexach, controvert­ido, e interesant­e personaje.

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ARCHIVO OGM Benitez Rexach en 1962.

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