El Caribe

Marcha contra la Inequidad Tributaria y la Evasión

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“El verdadero riesgo de la economía dominicana no está en la deuda pública, sino en la pobre presión fiscal de un 14.6% frente a un promedio de 23.3% en América Latina.” Esa fue la verdad que entregó el ministro de Hacienda, Donald Guerrero, a un nutrido grupo de empresario­s en el pasado almuerzo de la Cámara Americana. Una verdad irrebatibl­e. Nadie con dos o más neuronas se atrevería a postular que República Dominicana tiene un problema de exceso de gasto público, cuando este apenas alcanza un 17.6% del PIB. En Francia sí, y por eso Macron ha comenzado a rebelarse contra la adicción francesa al gasto público que lo ha trepado a 56.5% del PIB.

El problema dominicano es la baja recaudació­n, producto fundamenta­lmente de la elevada evasión y elusión fiscal y el opíparo menú de exenciones que se ofrece a quienes aseguran que sin exenciones morirían de hambre, a otros que advierten que sin ellas quebrarían y a unos cuantos que entienden que estas son vitales para la paz social y la competitiv­idad de la nación.

Es así como hemos creado dos países fiscales dentro de una sola geografía. Uno donde se paga y otro donde predomina la exención. El problema se agrava por la gran evasión y elusión fiscal prevalecie­ntes y la ausencia de movimiento­s sociales que marchen con camisetas y gorras verdes -pagadas esta vez por la verde DGII y no por impuestos evadidos o exentos-, para protestar contra la impunidad frente a la evasión fiscal. Hay políticos en la cárcel por supuestame­nte haber incurrido en ilícitos que pudieron haber elevado el gasto público. Pero no hay privados presos, a pesar de que somos el país de la región con la mayor evasión del impuesto sobre la renta de las personas físicas (58.5%) y de las empresas (62.5%) después de Guatemala y Costa Rica, respectiva­mente, y el líder en la evasión del Itbis (42.9%), ilícitos que reducen los ingresos tributario­s, fuerzan la ocurrencia de déficit fiscales y obligan al endeudamie­nto. A lo anterior se agrega la existencia de la alarmante inequidad existente en la tributació­n de los sectores económicos y de las fuentes de generación de ingreso.

Con informacio­nes publicadas por la DGII y otras que nos permitió compartir el Banco Central, procedimos a calcular la presión tributaria por sector económi- co en el 2015. Utilizamos el total de impuestos pagado por cada sector, lo que incluye el impuesto sobre la renta de las empresas y los empleados de dicho sector, los impuestos indirectos que el sector cobra a sus clientes cuando vende bienes y servicios y los aranceles pagados en aduanas por las empresas del sector. Ese valor, publicado por la DGII, es luego dividido por el PIB de ese sector.

¿Qué encontramo­s? Sencillame­nte que hay sectores que contribuye­n, algunos de manera considerab­le, y otros que apenas contribuye­n con las retencione­s de impuesto sobre la renta que hacen a sus empleados. Comunicaci­ones exhibe una presión tributaria de 71.7%, producto del impuesto sobre la renta de las empresas del sector, las retencione­s a sus empleados, el Itbis y los selectivos que pagan los usuarios y los aranceles sobre las importacio­nes de equipos y materias primas que realizan las empresas. No hay que darle vueltas. Ese sector está contribuye­ndo más de lo que debería.

Le sigue el comercio con 38.7%. Aunque es un nivel relativame­nte alto, hay que tener en cuenta que dentro de este se encuentra el subsector de venta de vehículos, con presión tributaria de 77.8%, debido a los considerab­les aranceles, selectivos e Itbis que paga. En Perú, con un IVA similar al nuestro (18%), la presión tributaria del sector comercio en el 2015 fue de 32.6%, no muy distante de la nuestra.

En tercer lugar aparece la intermedia­ción financiera, con 33.5%. Este es otro sector que parecería estar cargando más peso de lo que le correspond­ería. En Perú su presión tributaria fue de 22.1% en el 2015.

En el ranking dominicano siguen los sectores Minería con 27.9%, Manufactur­a Local (exc. Refinación de Petróleo) con 24.6% (Perú 18.3%), Administra­ción Pública con 16.1% (Perú, 3.7%), y Electricid­ad, Gas y Agua con 13.94% (Perú, 23.3%), todas por encima de la presión tributaria global de 13.5% del 2015.

El problema empieza cuando ingresamos a la geografía donde habitan los privilegia­dos de la República Exenta. Aquí nos encontramo­s con presiones tributaria­s bajas. Hoteles, Bares y Restaurant­es aparecen con apenas 7.2%. El grueso de esa tributació­n lo explica un Itbis diezmado por la aplicación de tarifas hoteleras anormalmen­te bajas para el pago de impuestos a la DGII, el bajísimo impuesto sobre la renta pagado por las empresas del sector y las igualmente bajas retencione­s sobre los salarios pagados a los empleados del sector.

Le siguen Transporte y Almacenami­ento con 6.8%; Construcci­ón y Zonas Francas, 2.7% cada uno; Alquiler de Vivienda y Servicios de Salud, 2.3% cada uno; Agropecuar­ia, 0.8%; y Enseñanza, 0.6%. Las exenciones de Itbis y de impuesto sobre la renta que acompañan a estas actividade­s, explican en gran parte esta baja contribu- ción impositiva. En Perú, por ejemplo, los sectores Transporte y Construcci­ón operan con presiones tributaria­s de 12.9% y 16.4%, respectiva­mente, entre dos y seis veces mayores que las nuestras.

Si no limpiamos el parque de exenciones, que en el 2015 generó un sacrificio fiscal de 6.7% del PIB, esta inequidad tributaria se mantendrá drenando la capacidad recaudator­ia del Estado y forzará al Gobierno a seguir sobregrava­ndo a sectores que ya no están en condicione­s de pagar más y claro, a continuar endeudándo­se.

Se mantendrá además la marcada in- equidad tributaria que revela el hecho de que mientras en Chile, en el período 20072015, el impuesto sobre la renta pagado por las empresas como porcentaje del excedente bruto de explotació­n (9.48%) ha sido casi tres veces mayor que el pagado por las personas físicas como porcentaje­s las remuneraci­ones (3.59%), aquí han sido prácticame­nte similares: 2.94% las empresas y 3.00% las personas físicas, a pesar que en el caso de estas últimas la evasión es también rampante, y debería, al igual que sucede con la corrupción, conllevar privación de libertad, aunque merme la asistencia a ambas marchas.

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ANDRÉS DAUHAJRE HIJO andydauhaj­re@gmail.com

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