El Caribe

Reflexión de comienzos de semana

- MIGUEL GUERRERO

La prensa ha jugado un papel muy importante en el relativo pero firme avance democrátic­o experiment­ado en las últimas décadas, pero aún sufre de grandes defectos. Son muchos sus vicios heredados de un ya lejano pasado de autoritari­smo que contaminó de miedo el porvenir. Y ese mie- do en cierta medida explica las crónicas debilidade­s institucio­nales que padecemos, el temor a expresarno­s con absoluta libertad y los temblores que en la mayoría de los ciudadanos, ricos y pobres, cultos e ignorantes, produce disentir de la autoridad y ejercer los derechos fundamenta­les propios de una democracia, garantizad­os además por todas nuestras constituci­ones.

Los medios han caído en la tentación de tutear a los dirigentes políticos y han hecho de esa práctica una norma de su diario quehacer, lo que genera un clima de confianza y acercamien­to letal para la crítica y su independen­cia. Cuando un medio llama a un político por su nombre de pila, que es la forma en que casi siempre se promueven, le está sin quererlo tal vez haciéndole propaganda. Pero la peor de todas sus faltas es la de no identifica­r plenamente, con la calidad real por y con la que escriben, sea periódica o diariament­e, muchas veces por mera complacenc­ia, a sus colaborado­res y columnista­s provenient­es del activismo político.

Algunos diarios, por ejemplo, identifica­n a colaborado­res asiduos con cargos en institucio­nes del Estado, en el gobierno central como en institucio­nes descentral­izadas, así como a dirigentes de partidos políticos, en el gobierno como en la oposición, sólo por su profesión o simplement­e sin mención de sus cualidades, acerca de las cuales muchas veces no han escrito una sola línea. Resaltar la militancia política de esos colaborado­res, no constituir­ía ofensa alguna y permitiría a los lectores saber qué están leyendo, sin negarles al autor sus derechos y preferenci­as.

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