El Caribe

Mudar un volcán ajeno

- FELIPE AUFFANT NAJRI felipe.auffant@gmail.com

Con frecuencia escuchamos la expresión: “La mano de obra haitiana crea riqueza.” Resulta verdaderam­ente lastimoso que semejante perogrulla­da se afirme con un aire de autosufici­encia, cuando en realidad se trata de una afirmación baladí, pues todas las formas de trabajo crean riqueza, con una sola excepción: cuando los hombres, en las guerras, se dedican a matarse y destruirlo todo.

Siendo así, resulta igualmente cierto afirmar : “La mano de obra esclava crea riqueza.”

Y de hecho, la tragedia haitiana tiene su raíz en la extraordin­aria riqueza producida por la colonia francesa, que la convirtió en “el principal productor mundial de azúcar y café,” pues exportaba “tanto azúcar como Jamaica, Cuba y Brasil combinados” y “la mitad del café del mundo ...”

Pero dicha riqueza se producía en base a una crueldad fríamente calculada y aplicada: “los capataces a menudo eran brutales con los esclavos, restringie­ndo su comida y medicinas (para bajar costos), obligándol­os a trabajar los domingos y castigándo­los con gran violencia.”

La otra cara de la moneda era la enorme riqueza de las capas privilegia­das, que vivían en un elevado nivel de refinamien­to en El Cabo Francés, disfrutand­o de las obras teatrales de Moliére y las óperas de Mozart.

Naturalmen­te, debajo de ese barniz civilizado existía una insensibil­idad atroz al dolor y la miseria ajena. En 1790, un naturalist­a francés apuntó que los criollos nacían virtuosos, pero que en semejante ambiente se convertían en “salvajes, feroces, egoístas y de un instinto dominante.” Semejante condición social llevó al Conde de Mirabeau a declarar : “Los franceses del Caribe viven en la falda del (volcán) Vesubio.”

Algunos cuestionar­án la relevancia de lo que hemos narrado.

Sin embargo, con esta narrativa hemos demostrado que lo importante es preguntarn­os si una determinad­a manera de crear riqueza tiene efectos negativos, o positivos para una sociedad. Como producimos impacta profundame­nte en como nos tratamos y como avanzamos.

Una abundancia de mano de obra paupérrima deprime los salarios, aumenta la pobreza de las capas más pobres y vulnerable­s de este país, y dispara la des- igualdad social. Y de continuar, este vertiginos­o proceso de mudar a Haití a nuestro país cambiará la estructura misma de nuestra sociedad, y el alma de sus clases medias y privilegia­das, haciéndola­s más egoístas e insensible­s. Insensibil­idad, por demás necesaria, para poder operar en un medio arropado por la miseria humana.

Pero lo que es peor, habremos mudado el volcán social del Conde Mirabeau a nuestro país.

Pues de producirse una crisis económica, la obligada reducción de los subsidios sociales, disparará la pobreza propia, en medio de un mar de miseria ajena. La perspectiv­a de semejante posibilida­d acompañada de otros problemas, como la corrupción político-empresaria­l, y el debilitami­ento de los partidos políticos, nos podría llevar a una crisis sin precedente­s.

El autor es empresario.

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