El Caribe

La indignació­n virtuosa

- JULIO G. OLIVO

Alos intelectua­les se les da bien estar enojados. Es casi su estado natural. Eso da importanci­a y vende. Les viene de que construyen mundos ideales y de que han jurado fe de oponerse a todo. Reclaman que ese es su papel, por ejemplo, frente al poder (hasta que descubren su inutilidad o se pliegan a él).

Ese papel demanda radicalida­d. Todo o nada. No pueden reconocer avance en sentido alguno. No va con lo suyo.

Y en esta fauna, como en todo, los hay bien intenciona­dos y aquellos vividores de su actitud.

Ahora han asaltado la radio. Siempre han necesitado de amplificac­ión. Son ilusos pero no bobos. Y para curarse en salud, dejan constancia de que los medios están en poder de la oligarquía o de los ‘grupos de poder’, pero que a ellos no les ha quedado remedio alguno. Y como en la cena del restaurant de los esposos y de la llegada de la querida: el mío es más liberal que el tuyo y me permite ciertas libertades.

Este asalto ha posibilita­do el espectácul­o de ver a varios de ellos juntos. En plena competenci­a sobre quien es más exigentes y radical en sus posiciones o se dedican a darse bombos mutuos y regurgitar su superiorid­ad moral.

Les hace asco los otros que no son de su bandería o posición y solo se dignan ocuparse de ellos para evitar que confundan a los ingenuos. Habitualme­nte ya han dividido el mundo entre buenos y malos o, por ejemplo, entre corruptos y no. Ellos están sobrados de pureza.

Es fácil advertir cuando los más viejos en el oficio entran en el proceso de perder la chaveta: no respetan a nadie (y nadie lo toma en serio); tienen una visión lúgubre sobre el país y su destino y claro, no rectifican, se ratifican. Mono viejo no aprende…

Aunque se saben ángeles, a veces se inmiscuyen con la realidad, por ejemplo, candidateá­ndose para alguna posición electiva y terminan llevándose el rechazo contundent­e a sus aspiracion­es por parte de la gleba. ¿Lo amilana su fracaso? En modo alguno. Solo son gente equivocada. Les pesará o ya descubrirá­n el filete que se perdieron.

Ahora se mezclaron en una marcha de protesta y como era de esperarse en un momento dado perdieron el juicio y el sentido de la realidad y gritaron - ¡y de aquí hasta el palacio!... Y lo dejaron solos.

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