El Caribe

Desnatural­ización del sistema de partidos (2 de 2)

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Durante la campaña electoral, los votantes, ven como normal los regalos que reciben de los políticos. No les crea ningún asombro la compra y venta de cédulas, financiami­ento de cumpleaños, compra de medicament­os o entrega a familias pobres de fundas de comida. Ciudadanos y ciudadanas aprovechan la “fiesta electoral” para acercarse a los candidatos y mostrarles su apoyo, como una forma de asegurar al menos un empleo con los que resulten ganadores. Los aspirantes a puestos, desde el momento en que son precandida­tos, recorren las comunidade­s del territorio correspond­iente, promoviend­o sus aspiracion­es, en base a discursos plagados de promesas, que en la mayoría de los casos no cumplen cuando asumen. La práctica clientelar aleja la posibilida­d de que los ciudadanos participen en la elaboració­n del programa de gobierno que han de ejecutar los candidatos y candidatas en caso de ganar las elecciones. Es más preocupant­e pensar que las alianzas que hacen los partidos y organizaci­ones políticas durante las campañas, no tienen como fundamento lo programáti­co. Los partidos con posibilida­d de ganar las elecciones ven al estado como un pastel a ser repartido entre las organizaci­ones que forman parte de la coalición que obtenga el triunfo.

Las campañas electorale­s deberían realizarse en base a jornadas de trabajo participat­ivo, en las cuales se puedan identifica­r los principale­s problemas que afectan a las comunidade­s. Los candidatos, deberían convencer a los votantes en base a cómo solucionar esos problemas de salir ganadores. De esta forma el voto ciudadano no estaría manipulado. En la práctica, las elecciones se ganan en base a campañas electorale­s donde representa­ntes y representa­dos responden a sus intereses individual­es, sin importar lo que ocurra con el interés colectivo. Una vez el voto entra en la urna, tiene legalidad, sin importar que haya sido obtenido a base de práctica clientelar. Al contar los sufragios el clientelis­mo no se palpa; sin embargo, los resultados de las elecciones están viciados por esta práctica que le ha quitado la naturaleza a los partidos, quienes en lugar de ofrecer regalos por favores electorale­s, deberían contribuir con la educación en política de los pueblos. Los locales de los partidos deberían ser escuelas para enseñar política.

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