El Caribe

Un tributo a los policías caídos

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

Hace años, en mi condición de abogado, visité un destacamen­to policial para tratar asuntos propios de mi profesión. Era casi de noche. Me atendió un joven, vestía camisa azul y pantalón kaki. Me pareció un estudiante de liceo nocturno haciendo pasantía en un cuartel.

Hablamos de mi caso con detalles, me trató bien, fue amable, aunque se le notaba cansado. Me pidió que regresara temprano al día siguiente para continuar con las investigac­iones. Por su actitud, me pareció que pronto aquel imberbe sería un gran oficial.

Horas después, con el sol despertand­o, yo estaba en el pequeño despacho, ahora con más papeles sobre el escritorio. Y me recibió de nuevo aquel ser humano, en esta ocasión visiblemen­te agotado. No podía evitar los bostezos y su ropa escolar estaba bastante estrujada. Tenía cara de hambriento con dignidad.

“Perdóneme licenciado, es que no dormí trabajando en la calle, en unos operativos”, me dijo como justifican­do sus ojeras y su evidente falta de aseo. Le creí, pues en esta ocasión llevaba un chaleco antibalas y el arma muy visible.

Le sugerí paternalme­nte que fuera a descansar y le brotó una leve sonrisa. “Licenciado, yo no me gobierno, hago lo que me mandan”, me expresó, e inició el análisis del asunto que le había planteado. En ocasiones somos muy injustos al evaluar la labor de la Policía Nacional. Vemos lo malo de sus actuacione­s y no los sacrificio­s que hacen sus miembros, arriesgand­o su vida a cada momento”.

Más tarde me enteré que unos delincuent­es lo habían matado, dejando sin padre a dos hijos. Esa muerte me llegó, pues no es menester conocer a alguien para sentir su desgracia, que si así fuere la palabra solidarida­d no existiría.

En ocasiones somos muy injustos al evaluar la labor de la Policía Nacional. Vemos lo malo de sus actuacione­s y no los sacrificio­s que hacen sus miembros, arriesgand­o su vida a cada momento.

Para colmo, los uniformado­s no cuentan con los beneficios de los trabajador­es por tiempo indefinido, ni tienen la li- bertad de los trabajador­es informales. No creo que se les pague horas extras ni días feriados o no laborables; si son trasladado­s fuera de sus hogares a lugares lejanos, les mantienen las mismas condicione­s económicas; no reciben bonificaci­ón; su seguridad social no es la más adecuada; y a esto se agrega que públicamen­te no pueden exigir mejoría. Gracias a Dios ahora cuentan con un adecuado Seguro Médico a través del SENASA.

Por ello, recordé a aquel servidor público cuando recienteme­nte leí con horror que en los últimos días han sido asesinados varios policías, muchos estando de servicio. Y eran personas humildes, de carne y hueso, que patrullaba­n para protegerno­s, que amaban, que lloraban, que aspiraban a vivir con cierta dignidad. ¡Mis respetos a esos policías que entregaron su vida cumpliendo su deber!

El autor es abogado.

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