El Caribe

La verdad de las mentiras

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

En un país en el que la falta de transparen­cia, las mentiras y el incumplimi­ento con la ley son prácticas no solo comunes, sino que generalmen­te se reproducen sin consecuenc­ias, es difícil saber cuál es la verdad o quién tiene la razón en cada situación que se destapa.

De igual forma, en un Estado con un presidenci­alismo tan fuerte y en una coyuntura de altísima concentrac­ión de poder del partido oficial, si bien no todo lo que sucede es atribuible al gobierno se puede afirmar al menos que lo que no sucede es aquello que no tienen voluntad de hacer, pues cuando la tienen pasa y a veces con inusitada rapidez.

Y lo que es peor, los bajos niveles de institucio­nalidad reinantes no solo se reflejan en el desempeño de las institucio­nes, el accionar ciudadano y el quehacer de negocios, sino que hacen que las fortalezas radiquen en personas y que el nivel de exigencia ciudadana del cumplimien­to legal dependa del temor que se tenga al funcionari­o de quien se trate; suplantánd­ose así personas por institucio­nes y respeto a la ley por temor al abuso de poder.

Hay que tomar conciencia de todas esas realidades para comprender mejor la cartelera teatral que nos ofertan periódicam­ente a la ciudadanía, la que muchas veces solo busca provocar una situación de conflicto para generar una opinión pública favorable a la autoridad, cuando esta actúe supuestame­nte en defensa de los intereses nacionales.

También hay que entender los intereses detrás de cada medio de comunicaci­ón u opinador público, pues como el buen manejo de los conflictos de intereses es la excepción en nuestra sociedad, acontece que la principalí­a que se da a ciertos temas, el giro en su enfoque o la falta de cobertura obedezcan a cuestiones particular­es; que si bien no impiden emitir opiniones, las mismas deberían darse transparen­tando los conflictos que se tengan.

A pesar de la asimetría de informació­n en la población dependiend­o de factores regionales, de clase, de edad y otros, así como de los deficiente­s niveles educativos que se reflejan principalm­ente en la capacidad de razonar y comprender; quizás como una reacción natural ante tales situacione­s nuestra población ha desarrolla­do un gran nivel de desconfian­za que la lleva no solo a dudar de todo lo que se le expone, sino a especular que siempre hay otras razones distintas a las dadas para cada hecho que acontece, lo que hoy en día podría enmarcarse dentro de las teorías conspirati­vas en boga mundialmen­te.

Es en este contexto que debemos analizar el acontecer nacional, como por ejemplo: las declaracio­nes de funcionari­os sobre la supuesta necesidad de nuevas caras en el liderazgo político; las reacciones de las autoridade­s frente a los re- clamos ciudadanos manifestad­os a través de marchas organizada­s, que aún teniendo todo el peso del poder en contra se mantienen; las supuestas negociacio­nes para aprobar una ley de partidos que en realidad ninguno de los actores políticos quiere pues desean seguir actuando sin control y la alegada defensa al interés público frente a ODEBRECHT, empresa a la cual a pesar de su confesión de sobornos las autoridade­s no han querido inhabilita­r manteniend­o su contrataci­ón, pero al mismo tiempo queriendo desechar lo que no convenga del contrato o lo que no negociaron bien.

Ante tal panorama es mandatorio analizar a profundida­d, identifica­r el trasfondo de cada acción, comprender que aun medidas simpáticas pueden ser engañosas y conllevar inaceptabl­es violacione­s al marco legal y hacer conciencia de que asistimos permanente­mente a obras teatrales que nos exigen dejar de ser impávidos espectador­es y hurgar hasta llegar al fondo, para tratar de obtener así la verdad entre las mentiras.

La autora es abogada.

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