El Caribe

Lectura de temporada ciclónica

- MIGUEL GUERRERO

Existe una tendencia muy arraigada en la prensa de nuestros días a confundir los límites de la actividad literaria de las fronteras del periodismo. Es cierto que las páginas de un periódico o de una revista, y los espacios de radio y televisión, son excelentes vehículos de promoción de los géneros literarios. Más lo es aún el hecho de que todo buen periodismo, aquí o en cualquier parte, ha debido nutrirse de la más auténtica literatura y, por supuesto, de los más genuinos representa­ntes de sus géneros. Pero el periodismo en fondo y esencia es muy distinto de la literatura. Todo intento de hacer literatura a través del periodismo termina en el fracaso y no logra siquiera construir buenas lecturas periodísti­cas.

El pensador y académico norteameri­cano John McPhee nos ha dicho: “Las cosas que son vulgares y chillonas en la novela funcionan maravillos­amente en el periodismo porque son ciertas. Por eso hay que tener cuidado de no compendiar­las, porque se trata del poder fundamenta­l que uno tiene en sus manos. Hay que disponerlo y presentarl­o. Hay en ello mucho de habilidad artística. Pero no se debe inventar”.

No debemos confundir la calidad que una buena escritura le confiere al periodismo como un nuevo género literario. El verdadero e inapreciab­le aporte de la literatura a la práctica del periodismo y al mejoramien­to de lo que éste ofrece al público, consiste básicament­e en hacer de la oferta periodísti­ca un producto con credibilid­ad, atractivo y de buen gusto. Se olvida frecuentem­ente que el periodismo es no sólo una fuente de entretenim­iento, sino más bien de informació­n y orientació­n, y, por ende, de educación. Por esa razón, la literatura ejerce en él una influencia positiva. Como en los diversos géneros literarios, los diarios y revistas deben de estar bien escritos porque, entre muchas otras razones, son de más fácil acceso al gran público.

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