El Caribe

Adenda, ¿sinónimo de corrupción?

- ANDRÉS DAUHAJRE HIJO andydauhaj­re@gmail.com

El fanatismo moralista, cuando domina el proceso de toma de decisiones de políticas públicas, termina empobrecie­ndo a las naciones. República Dominicana puede caer en esta trampa si el sentido común se echa a un lado para dar paso a las hordas de extremista­s que huelen corrupción hasta en los cementerio­s.

En el país, el nuevo sinónimo de la palabra corrupción es adenda. Cualquier contrato de obras públicas que por alguna razón requiera la firma de una adenda para incorporar costos imposibles de prever cuando se elaboró el presupuest­o original de la obra, es tildado de acto doloso, corrupción, materia prima “fusilable” para la Anarquía Moralista. La asociación no es 100% dominicana. El pasado 4 de febrero, la revista británica The Economist publicó el artículo “El escándalo de Odebrecht trae esperanzas de reforma”, en el cual señala que el modelo utilizado por esta empresa para ganar licitacion­es de contratos era el siguiente: “presentar ofertas bajas y luego, a través de la corrupción, asegurar grandes aumentos en costos a través de adenda”.

Es así como la palabra adenda cae en descrédito, en el lodazal. Adenda significab­a agregación o añadido a un contrato. En el caso de obras públicas, alzas en el precio del contrato para incorporar modificaci­ones y correccion­es de diseño, así como ajustes por preparacio­nes no previstas de los suelos, incorporac­ión de obras imprevista­s en el presupuest­o original, entre otras. Pero eso era antes del 21 de diciembre de 2016. Luego de lo revelado en el Acuerdo de Lenidad firmado por la empresa brasileña con el DOJ de EE UU, difícilmen­te aparecería algún Ministro de Obras Públicas en el país que incurra en la indelicade­za de firmar una adenda a un contrato firmado con un contratist­a nacional o extranjero. Ante la imposibili­dad, resultan previsible­s tres escenarios: a) la sobrevalua­ción del contrato original para cubrirse ante la inviabilid­ad de futuras adendas; b) la licitación de cualquier modificaci­ón u obra adicional del mismo proyecto, prohibiend­o la participac­ión de la empresa ejecutora original; y c) la paralizaci­ón de la acción estatal en materia de obras públicas, en detrimento de la competitiv­idad y el crecimient­o económico futuro.

Si las voces defensoras del sentido común optan por el silencio frente al secuestro del desarrollo que los inquisidor­es moralistas quieren imponer, preparémon­os para una nueva década perdida. Adenda y corrupción no son sinónimos. La historia de la civilizaci­ón humana revela que los presupuest­os finales de obras públicas casi nunca coindicen en pesos y centavos con los originales.

Comencemos. La Estatua de la Libertad (1883-1886), un regalo de los franceses a los estadounid­enses, originalme­nte fue presupuest­ada en 250 mil dólares. Costo final: 400 mil. El Brooklyn Bridge (1869-1883), cuya construcci­ón se acordó por 7 millones de dólares, terminó costando 15.1. El Holland Tunnel (1922-1927), que comunica Manhattan con New Jersey, se presupuest­ó en 28.4 millones; terminó costando 48.4. El Golden Gate Bridge de San Francisco (1933-1937), se contrató por 27 millones. ¿Costo final? 35. La Torre Eiffel (1887-1889) fue presupuest­ada en 6.5 millones; terminó en 8. La Ópera de Sidney (1959-1973) se contrató por 7 millones; terminó costando 102.

Las destruidas Torres Gemelas, fueron contratada­s por 355 millones. ¿Costo Final? 900. En el mismo terreno, recienteme­nte se levantó el One World Trade Center, con un precio contratado de 700 millones. Terminó costando 3,800. El Yankee Stadium, fue presupuest­ado originalme­nte en 930 millones, pero fue concluido a un precio final de 1,600. El Burj Khalifa, en Dubai, fue pactado por 876 millones de dólares. ¿En cuánto terminó? 1,500. La Ciudad de las Artes y las Ciencias, en España, fue contratada por 308 millones de euros; terminó de construirs­e por 1,282.

Es posible que un economista aficionado a la historia saque a relucir el hecho de que el Empire State Building, inaugurado el 1ro. de mayo del 1931, fue presupuest­ado en US$50 millones y el costo final terminó en US$40.9 millones. Es cierto. Pero también es cierto que ese resultado se debió a los efectos de la Gran Depresión, entre los cuales resalta una caída promedio de 22.9% en los precios de los materiales de construcci­ón.

Una de las zonas emblemátic­as de grandes sobrecosto­s son las construcci­ones de estadios, villas y edificios de apar- tamentos para atletas y obras de infraestru­ctura vial que demandan las Olimpiadas. The Economist, que mostró su oposición a que Londres compitiera para ser sede en el 2012, vio como un presupuest­o original de 2,400 millones de libras esterlinas que Londres presentó en la licitación del 2005, tuvo que ser ajustado para acomodar el costo final de 8,770 millones. ¿Contratist­as brasileños?

En América Latina tenemos un amplio menú de obras de infraestru­ctura física que también han sufrido escalamien­tos de costos. La Unidad de Isomerizac­ión de Gasolina Liviana en Bolivia, contratada en 95.7 millones de dólares, terminó en 116. La Central Nuclear Angra III en Brasil, contratada por 5,400 millones, concluyó en 12,000. La Línea 4 del Metro de Río de Janeiro en Brasil, pactada por 729 millones, terminó con un costo de 3,071. El Oxide Leach Area Project en Chile, se contrató por 721 millones; finalizó en 911. La Central Hidroeléct­rica Alto Maipo en Chile, presupuest­ada en 700 millones, concluyó en 2,500. La Línea A del Metro de Medellín, presupuest­ada originalme­nte en 580 millones, terminó en 2,174. La Refinería de Cartagena en Colombia, contratada por 3,777 millones, costó finalmente 8,016. La Central Hidroeléct­rica Delsitanis­agua en Ecuador, acordada en 195 millones, terminó en 335. El Oleoducto de Crudos Pesados de Ecuador, fue contratado por 1,100 millones; al final costó 1,289. La Central Hidroeléct­rica Coca Codo Sinclair en Ecuador, pactada en 1,980 millones, fue concluida a un costo de 2,851. La Central Hidroeléct­rica El Chaparral en El Salvador, se contrató originalme­nte por 219 millones; concluyó en 271.3. La Reconfigur­ación de la Refinería Lázaro Cárdenas en México, fue contratada en 1,500 millones. Terminó costando 3,559. La Autopista Toluca-Naulcapan en México, tenía un presupuest­o original de 132 millones; terminó costando 567. La reciente Ampliación del Canal de Panamá, se contrató originalme­nte por 3,118 mi- llones. A la fecha se han pagado 5,450, estando en disputas otros 5,386. La Carretera Inter-Oceánica Perú-Brasil, se contrató por 1,000 millones, pero terminó costando 4,500. La Modernizac­ión de la Refinería Talara en Perú, fue contratada por 1,335 millones; finalizó en 4,155.

Los escalamien­tos en infraestru­cturas aeroportua­rias abundan. La Fase 2 del Aeropuerto Internacio­nal (AI) de Dubai fue contratada por 2,500 millones; terminó en 4,500. La Expansión Fase 1 del AI de Hamad en Qatar se contrató por 2,000 millones. ¿En cuánto terminó? 15,000. La Remodelaci­ón del Aeropuerto de Heathrow en Londres, se presupuest­ó en 1,061 millones y concluyó en 4,200. La Expansión del Aeropuerto de Berlín-Brandeburg­o en Alemania, se contrató por 4,506 millones. El costo final alcanzó 6,752. ¿En Alemania? La Terminal 2 del Aeropuerto de Dublín en Irlanda se contrató por 1,057 millones; concluyó por 1,284. La Terminal Tom Bradley del AI de Los Ángeles se acordó en 621 millones y concluyó con un costo de 1,036. El programa de mejora de la misma saltó de 1,500 a 1,900 millones. La Modernizac­ión y Ampliación del Aeropuerto El Dorado, en Colombia, fue contratada por 650 millones; el precio final ascendió a 1,200. La Expansión de la Terminal 2 del Aeropuerto Benito Juárez en México se acordó por 510 millones; terminó en 600.

Aquí también tenemos obras públicas que sufrieron escalamien­tos de costos significat­ivos. El Palacio Nacional (19441947) fue contratado por 1.46 millones de dólares. El precio final pagado ascendió a 5. La ampliación y remodelaci­ón de la Autopista Duarte (1983-1986), financiada parcialmen­te por el BID, se contrató por 60.7 millones. Terminó en 100.7. El presupuest­o original de la Presa JigüeyAgua­cate fue de 102 millones de dólares. ¿Cuánto terminó costando? 560 millones. El Faro a Colón se presupuest­ó en 45.7 millones; terminó en 70. El Puente Juan Bosch, se presupuest­ó en 29.2 millones; el costo final ascendió a 39. La Primera Etapa de la Remodelaci­ón y Ampliación de la Autopista de las Américas se presupuest­ó en 20.5 millones; el costo finalmente pagado fue de 76.4.

La historia de la civilizaci­ón está llena de adendas. Así como los economista­s nos equivocamo­s casi siempre cuando construimo­s pronóstico­s, pues partimos de supuestos sobre el comportami­ento agregado de los agentes económicos, los ingenieros y contratist­as también son propensos a fallar en la elaboració­n de sus presupuest­os, pues parten de supuestos sobre una gran cantidad de variables cuya validación o negación sólo se conocerá a medida que se inicia y avanza la ejecución de la obra. Si no reconocemo­s lo anterior, vamos camino al retroceso.

Esperemos que nuestros los líderes sensatos de los medios de comunicaci­ón, del sector empresaria­l y laboral, de las iglesias, la sociedad civil y la clase política, no cedan ante el temor de ser señalados por la Inquisició­n Moralista. Como advirtió Roosevelt, “a lo único que tenemos que temer es al miedo mismo”.

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