El Caribe

Las políticas inflaciona­rias

- MIGUEL GUERRERO

Un lector de ganada reputación en los círculos económicos y sociales se queja en un correo personal de un comentario en el que exponía, en términos genéricos, los efectos dolorosos de políticas inflaciona­rias sobre la economía y la suerte de los ciudadanos. Y me reclama que así como advertía sobre el peligro de la devaluació­n, lo haga también sobre la tendencia a sobrevalua­r la moneda.

Lo curioso es que estamos de acuerdo. Tan pernicioso es que se sobrevalúe el peso, como que se devalúe. Al mantener amarrada la moneda en niveles ficticios que no se correspond­en con su valor real de mercado, con el propósito de mantenerla estable dentro de un rango fijado con objetivos políticos, se crean condicione­s muy negativas para aquellos sectores que generan divisas y mejoran con ello la estabilida­d económica del país. Igual ocurre con las devaluacio­nes planificad­as con el fin de hacer competitiv­o el turismo y promover las exportacio­nes. Son políticas erradas que sólo consiguen a la postre dañar la economía y frustrar su crecimient­o.

Una cosa es permitir que las fuerzas del mercado sitúen el valor de una moneda en su justo lugar y otra son políticas de devaluació­n forzosas que tienen el mismo efecto que otros controles sobre la economía, como tantas veces lo hemos sufrido en el país. Recordemos, por ejemplo, los intentos pasados en otras administra­ciones, de imponer al mercado cambiario tasas irrealista­s, aprobando y echando atrás resolucion­es de la Junta Monetaria, sin objetivos de largo plazo, sólo para salir de situacione­s coyuntural­es o con la finalidad, peor aún, de atender demandas de un clientelis­mo político de oportunida­d.

No debe confundirs­e una política de devaluació­n con la transparen­cia en los mercados cambiarios. Aprendamos la diferencia. El país necesita de políticas y acciones de largo plazo y acelerar los objetivos de la Estrategia Nacional de Desarrollo.

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