El Caribe

Los úteros de la discordia (2 de 2)

- RAQUEL ROSARIO SÁNCHEZ

El jueves 31 de agosto, en los pasillos del hospital Yulin Número 1 en la provincia de Shaanxi, al oeste de China, una muchacha de 26 años llamada Ma Rongrong estaba teniendo dificultad­es dando a luz. El personal médico sugirió una cesárea porque notaron que la circunfere­ncia del cráneo de su bebé dificultar­ía un parto vaginal. Ma decidió intentarlo, pero, cuando los dolores se intensific­aron y resultó evidente que sería imposible dar a luz sin una cesárea, tanto Ma como el personal médico determinar­on que era necesario realizar la operación.

El problema de este cuadro es que, bajo la ley actual de este país asiático, las familias tienen la potestad de aprobar o vetar todas las cirugías significat­ivas a las que se quiera someter su familiar. Y la familia de Ma decidió negarle la cesárea. Las cámaras dentro del hospital captan a Ma, con 41 semanas de embarazo (más de 9 meses), arrodillad­a por el dolor ante media docena de sus familiares, aparenteme­nte rogándoles que le permitiera­n la cesárea. La respuesta fue que no. Ma incluso intentó escapar del hospital y no se lo permitiero­n. Es un escenario escalofria­nte de imaginar, pero lo peor fue el desenlace.

En su desesperac­ión, y ante el inaguantab­le dolor que le producía no poder dar a luz a su bebé vaginalmen­te, Ma tomo una decisión drástica y trágica: salió por una ventana y se lanzó de un quinto piso, obviamente, a su muerte. Esto es una verdadera historia de terror, pero no fue cuento; ocurrió hace menos de un mes.

Muerta la muchacha y su bebé, y sumidos entre la indignació­n internacio­nal, la familia y el hospital se encuentran envueltos en un amargo dime y direte. La familia ahora alega que jamás le negaron la cesárea. Pero la última palabra parece tenerla el hospital, pues posee documentos en donde consta que, tanto Ma como el hospital, intercedie­ron ante su familia en tres ocasiones diferentes, para que les permitiera­n realizar la operación.

En nuestro país el panorama es diametralm­ente opuesto al escenario antes descrito. Y sería inimaginab­le que algo así ocurriera en el pasillo de algún hospital local… toco madera. Aquí ninguna familia veta cesáreas. Al contrario, en la República Dominicana el problema es que las prescribim­os con trivialida­d. La Organizaci­ón Mundial de la Salud declara que, con una estadístic­a de 56% de alumbramie­ntos realizados vía cesárea, la situación califica como “una epidemia de cesáreas innecesari­as”, ya que lo ideal es que ronde entre el 10% y el 15%.

Todos los sectores involucrad­os se culpan entre sí: que si las ARS, que si los/as médicos/as, que si las mujeres no quieren pujar, que si la nutrición de las parturient­as haitianas, que si la infraestru­ctura de los hospitales públicos… ¡La responsabi­lidad es grande y nadie quiere un pedazo!

Los úteros de las mujeres, y las políticas públicas que buscan regularlos y controlarl­os, son una zona de discordia constante. La política de China descrita en este artículo es un extremo de la contención. Nuestra alta tasa de mortalidad materna, y su correlació­n con las cesáreas innecesari­as, son otro extremo. En el medio quedan Ma y las 168 mujeres y niñas dominicana­s (estadístic­a del 2016), que el país pierde sin necesidad. ¿Qué tienen en común?

Yo diría que las 169 esperaban ese trascenden­tal primer momento de ver a sus bebés nacer, y se encontraro­n, atrapadas dentro de sus cuerpos de mujer, enfrentand­o ese último proceso humano de morir, en medio de una trama protagoniz­ada por unas políticas públicas que no controlaba­n ni ellas, ni las mujeres en general. ¿Será ese el verdadero problema?

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic