El Caribe

El peligro de no actuar

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

Para nadie es un secreto que la corrupción ha sido siempre uno de nuestros principale­s lastres, así como también que la misma ha ido alcanzando niveles cada vez más altos y expandiend­o sus tentáculos a más espacios. Sin embargo, durante años, a pesar de que el país ocupaba los peores puestos en índices de corrupción la preocupaci­ón ciudadana por el tema no ocupaba el sitial que ya tiene, en parte por ignorancia de su gravedad , pero también por la frustració­n convertida en conformism­o de que eso era una realidad inevitable.

Las redes sociales han revolucion­ado las comunicaci­ones y se han constituid­o en una ventana sin filtro a lo que sucede en todas partes , lo que ejerce una importante influencia en todas las sociedades.

Por eso el accionar de nuestras autoridade­s en relación con el escándalo de corrupción transnacio­nal más grande que se ha dado en Latinoamér­ica, en el cual nuestro país ocupa un penoso lugar protagónic­o, está siendo constantem­ente contrastad­o por nuestra población con lo que sucede en los demás países.

Ante la indignació­n de buena parte de la sociedad que está hastiada de la impunidad y que ha decidido organizars­e, nuestro sistema judicial dio pasos en relación con la acusación, hizo un acuerdo con la empresa imputada supuestame­nte para facilitar la acusación y dictó medidas de coerción, lo que calmò la efervescen­cia.

Pero no se dieron cuenta que era muy riesgoso avanzar acciones para luego o no cumplirlas o dar pasos atrás como pasó con la coerción, pues independie­ntemen- te de los argumentos sobre la pertinenci­a de las medidas dictadas en un primer momento, su variación conduce a pensar que las manos poderosas que han impedido hacer justicia en casos anteriores, también actuarán en este proceso. Sería absurdo pretender que ante la gravedad del caso, el constante flujo de informació­n sobre encarcelam­ientos y acusacione­s en los demás países del círculo de corrupción de ODEBRECHT y la existencia de un movimiento organizado anticorrup­ción con más seguidores que los que caminan en sus marchas, podría suceder con este expediente lo que ha acontecido con otros en el pasado.

La falta de credibilid­ad en el sistema es generaliza­da, sus propios actores la recelan como expresó el Procurador en ocasión del último fallo de este caso, así como la desconfian­za en el expediente, el cual se entiende que debe incluir a muchos más de los encartados, ingredient­es estos explosivos que no pueden ser tomados a la ligera, pues las consecuenc­ias de que el final de este caso no sea el que se entiende justo, podrían ser extremas. La falta de confianza en el sistema judicial para afrontar la corrupción así como el convencimi­ento de que actores locales serían incapaces de tomar las decisiones necesarias, provocaron que en Guatemala la ONU creara la Comisión Internacio­nal contra la Impunidad y la OEA en Honduras, la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad.

Por eso sería altamente riesgoso que nuestras autoridade­s no dimensione­n la magnitud del hartazgo y falta de credibilid­ad ciudadanos y no tomen conciencia de cuán peligroso sería que no actúen frente a este emblemátic­o caso, garantizan­do que se imparta justicia, pues esto podría provocar un convencimi­ento de que solo actores extranjero­s podrán enfrentar la corrupción y la impunidad que internamen­te somos incapaces de atacar, lo que entraña consecuenc­ias sobre la gobernabil­idad y la estabilida­d que podríamos luego lamentar.

La autora es abogada.

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