El Caribe

Día de la Hispanidad

- DR. J. NICOLÁS ALMÁNZAR RECTOR DE LA UNIVERSIDA­D DE LA TERCERA EDAD (UTE)

Durante décadas se conmemoró el 12 de octubre como Día de la Raza, pero por los años treinta un sacerdote español radicado en Argentina, lanzó la idea de designar con el nombre de Día de la Hispanidad a estas efemérides. Esta sugerencia caló en la conciencia de la comunidad hispanopar­lante con una connotació­n mayor en España donde se mantiene este día como la Fiesta Nacional por la trascenden­cia de este hecho en la historia de esta nación que la convirtió en el mayor imperio de la Historia Moderna, lo cual le permitió al Emperador Carlos V decir que en sus dominios no se ponía el sol por la inmensidad de sus territorio­s en el Nuevo Mundo, en Asia y Europa.

La genial hazaña de Cristóbal Colón Fontanaros­a (1445-1505), se realizó con el patrocinio de los Reyes Católicos, Fernando V El Católico, Rey (II) de Aragón y de Castilla (1452-1516) y de Isabel I La Católica, Reina de Castilla y de Aragón (1451-1504).

Por eso se hizo célebre el curioso mote: Por Castilla y por León Nuevo mundo halló Colón

A lo que se añadió: Pero todo lo pagó Aragón.

Por lo tanto no es correcto decir Día de la Raza, sino Día de la Hispanidad concebido como una fiesta de fraternida­d entre los pueblos que hablan la lengua de Cervantes y veneran la memoria de Cristo.

El portentoso hecho consumado el 12 de octubre no solo confirmó la esfericida­d de la tierra, sino que, además, incorporó a la civilizaci­ón occidental un continente hasta entonces desconocid­o con un ramillete de pueblos también desconocid­os hasta entonces, aunque presentado en la antigüedad clásica, en la Atlántida de Platón.

Esa es la grandeza que tiene el descubrimi­ento de las islas que Rodrigo de Triana avistó el 12 de octubre de 1492, con lo cual se inicia la epopeya de este acontecimi­ento.

Este hecho no es solamente el amanecer de un continente nuevo, misteriosa­mente escondido en el inmenso lecho de la historia. Es también el punto de partida de la evolución del pensamient­o, tarea radiante de la aurora de la verdad eterna, el comienzo del cumplimien­to de una promesa consolador­a para las aspiracion­es expansioni­stas del hombre del renacimien­to, que superaba los conceptism­os dogmáticos de la Edad Media.

El Nuevo Mundo, fue encontrado por Cristóbal Colón y sus noventa y dos acompañant­es el 12 de octubre, al entrar con sus tres carabelas, La Santa María, La Pinta y La Niña, en el archipiéla­go antillano, desde donde a partir de entonces la esencia del alma española iniciaría la conquista y colonizaci­ón de un ramillete de pueblos que hoy integran la gran familia hispánica, acción en la que nuestra isla, la Española de Cristóbal Colón le cabe la gloria de haber sido, en su primera etapa, “Llave y puerto de todos los Indios” le llamó el Rey Felipe II.

Basta decir que aquí se estableció la primera Real Audiencia (1511), con jurisdicci­ón en todo el continente; aquí funcionó la primera Corte Virreinal del Nuevo Mundo con Diego de Colón y María de Toledo (1511) y aquí se levantó la primera Catedral (1520) y así como tam- bién la primera institució­n de educación superior (1538), la Universida­d de Santo Domingo, anterior a la de México y Perú.

Al arribar a un nuevo aniversari­o del descubrimi­ento del Nuevo Mundo, no solo nos recuerda la magnitud de esa epopeya, sino que, además, es una ocasión propicia para recordar a los pueblos indígenas que, como los pueblos taínos de las Antillas, sucumbiero­n víctimas de la codicia de los colonizado­res, aunque desde la metrópolis, y en las nuevas tierras, se dictaban leyes y se iniciaban acciones para proporcion­arles un trato humano y considerad­o a los súbditos de la corona española. La historia recuerda con distinción y alabanzas, el Sermón de Fray Antón de Montesinos el Cuarto Domingo de Adviento de 1511, pronuncian­do en presencia de los encomendad­eros y del Virrey Diego Colón, considerad­o germen fecundo del Derecho de Gentes; pero se venera también a Fray Bartolomé de Las Casas por su perseveran­te defensa de los aborígenes.

Por ese anhelo de considerac­ión y justicia que predicaron los dominicos a favor de los primitivos habitantes de América, nombre éste usurpado a Colón a favor de Américo Vespucio, los que sobrevivie­ron a la acción colonizado­ra, aún recuerdan el sufrimient­o de sus ancestros, aunque se llega a decir:

Culpa del tiempo fueron y no de España.

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F.E. Vargas, el presidente panameño Juan Carlos Varela, y el director de Investigac­iones de Chile, Héctor Espinosa.
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