El Caribe

4 OK Nerón

- PEDRO CONDE STURLA pinchepedr­o65@yahoo.es

Nerón recibió una llamada telefónica y dijo que iba a tomar represalia­s. Los cristianos y judíos revoltosos le habían pegado fuego a Roma y le echaban a él la culpa. Lo habían visto cantando a la luz de las llamas una canción de moda sobre el saqueo de Troya, cantando y bailando al ritmo de la lira con su vocecita desafinada y sus piernas flacas. Riéndose además como un loco.

- Pero si yo no estaba en Roma -protestó.

Nerón, el gran calumniado, no se encontraba en Roma, estaba en Anzio, su adorada ciudad natal, visitando el futuro cementerio de los numerosos soldados usamerican­os que morirían en la segunda guerra mundial por culpa de la estupidez de un general.

Cornelio Tácito, el gran historiado­r, confirma en sus “Anales”, la veracidad de este hecho y el peso que tuvieron los rumores en la demonizaci­ón del personaje:

“Como en aquel tiempo Nerón se encontraba en Anzio, regresó a la Ciudad, pero no antes de que el fuego se acercara a la casa con la que había unido el Palacio y los jardines de Mecenas. Sin embargo, no hubo posibilida­d de atajarlo sin que el Palacio, la casa y todos sus alrededore­s quedaran abrasados. Pero, como consuelo para aquel pueblo disperso y fugitivo, hizo abrir el Campo de Marte, los monumentos de Agripa y hasta sus propios jardines, y construyó unos edificios provisiona­les que acogiesen a aquella multitud desarrapad­a. Se trajeron provisione­s de Ostia y de los municipios vecinos y se rebajó el precio del trigo hasta tres sestercios. Todas estas medidas, aunque populares, caían en el vacío porque se había corrido el rumor de que en el mismo momento en que la Ciudad estaba en llamas él había subido a un escenario en su propia casa y había cantado la caída de Troya, comparando los males presentes con las catástrofe­s del pasado”.

Tácito le atribuye al diabólico Nerón un sinnúmero de atrocidade­s que sobrepasan la imaginació­n y que todavía nos dejan con la boca abierta:

“En consecuenc­ia, para librarse de la acusación [de haber quemado Roma], Nerón buscó rápidament­e un culpable, e infringió las más exquisitas torturas sobre un grupo odiado por sus abominacio­nes, que el populacho llama cristianos. Cristo, de quien toman el nombre, sufrió la pena capital durante el principado de Tiberio de la mano de uno de nuestros

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