El Caribe

Tensión geopolític­a y precios del petróleo

- ROBERT TAKATA ANALISTA INTERNACIO­NAL

En el verano de 2014, en lo que podría llamarse “la gran recesión del petróleo” tanto el precio del barril de petróleo West Texas (de referencia en EEUU) como el de Brent (de referencia en Europa) iniciaron una racha de declive que le llevó, en más o menos un año y medio, de la barrera de los 100 dólares a menos de 30 dólares por barril.

Diferentes razones fueron considerad­as como las principale­s causas de ese declive, pero el auge del fracking y del petróleo de esquisto en Estados Unidos llegaron a ser vistos como factores coyuntural­es de principalí­a en ese fenómeno de depreciaci­ón.

No obstante, expertos señalarían posteriorm­ente que la caída de los precios del petróleo se debió principalm­ente a una combinació­n de movimiento­s positivos por el lado de la oferta (producción), y de otros negativos por el lado de la demanda (consumo), asociados a una inesperada reducción de la actividad económica global.

En términos generales estas tesis tratan de explicar un fenómeno de variación de precios a la baja de un producto que, por su importanci­a resulta ser estratégic­o en el armazón, no solo de la producción de bienes y servicios a nivel global, sino también de las propias relaciones “políticas” entre los miembros de la comunidad internacio­nal.

Sin embargo, en el contexto que vive el mundo de hoy resulta interesant­e también el análisis acerca de los factores que llevaron a que, hasta el 2014, los precios del barril del petróleo llegaran a niveles estratosfé­ricos, ligados específica­mente a factores geopolític­os.

Esto así sobretodo porque la posible ocurrencia de acontecimi­entos similares podría llevar a un incremento factual de escenarios que encaminen al petróleo a retomar similares niveles de precios con la consecuent­e racha de dificultad­es económicas para países como República Dominicana que depende en gran medida de combustibl­es fósiles.

En primer lugar el precio del petróleo no se explica solo por la oferta y la demanda, sino que también influyen las especulaci­ones y factores psicológic­os. En septiembre de 2005 los desastres del Huracán Katrina en Estados Unidos, luego de que se clausurara el 95% de la producción del Golfo de México, provocó que el precio del combustibl­e subiera repentinam­ente, cotizándos­e a unos US$70.85 el barril.

Pero la primera vez que el barril alcanza brevemente la barrera psicológic­a de los US$100 en el mercado neoyorqui- no fue en enero de 2008, a raíz de incertidum­bre generada en los mercados por la violencia en Nigeria y en medio de temores de una nueva baja de las reservas estadounid­enses.

Para julio 15 del 2008 la preparació­n de las olimpiadas en China dispara una fuerte demanda que elevó los precios a US$145, siendo esta cotización la que rompió todos los récords históricos del precio del crudo.

A partir de ese momento el precio del barril de petróleo se mantuvo oscilante, pero ya había roto la barrera psicológic­a de los US$100, lo que enviaba una señal “psicológic­a” al mundo de escasez neurálgica de un recurso que resulta ser vital para las economías.

Ese estado de cosas llevaría al desencaden­amiento de sucesos que cambiarían para siempre la fisonomía de una de las regiones con los mayores caudales de ese recurso en el mundo, Medio Oriente.

En diciembre del 2010, Mohamed Bouazizi, un vendedor ambulante tunecino se auto inmoló para protestar contra el hostigamie­nto de la policía que le había despojado de las mercancías que ofrecía de manera informal a transeúnte­s en la calle. El suceso desencaden­a un estallido sin precedente­s de protestas populares y exigencias de reforma en Túnez.

Este acontecimi­ento generó una ola psicológic­a de indignació­n colectiva que, muy bien aprovechad­a por potencias con intereses estratégic­os muy marcados en todo lo que acontece en Medio Oriente, se extendió a Egipto, Libia, Bahréin y Yemen, en lo que se denominó la Primavera Árabe.

En términos pragmático­s Oriente Medio y la zona del Magreb, con el pretexto de cambiar el sistema de cosas imperantes, se convirtió en un gran cementerio, el patrimonio cultural y arquitectó­nico de culturas milenarias se convirtió en montañas de escombros, las olas de refugiados se incrementa­ron en millones hacia países vecinos y hacia Europa, y los recursos naturales –incluyendo por supuesto el petróleo- están, al día de hoy, en manos extranjera­s.

El auge de los precios del petróleo coincidió con el período de la primavera árabe y con unos años anteriores en los que se fraguaba poco a poco el asalto a los recursos energético­s de países estratégic­os.

Por supuesto, hoy algunos de esos países que creyeron en las bondades de una supuesta revolución llamada primavera árabe pagan un alto precio por su ingenuidad. En unos, cientos de personas han sido condenadas a muerte y decenas de miles, encarcelad­as, por protestar o por estar presuntame­nte relacionad­as con la oposición política.

En otros, las autoridade­s han silenciand­o la disidencia haciendo un uso innecesari­o de la fuerza, arrestando y encarcelan­do a manifestan­tes y líderes de la oposición política, y torturando a las personas detenidas.

En Libia, por ejemplo, país profundame­nte dividido, hay muchos conflictos armados. Todas las partes han cometido crímenes de guerra y abusos graves contra los derechos humanos según Amnistía Internacio­nal, y Siria y Yemen continúan en medio de un conflicto que no parece tener fin.

En este escenario, con el control ya de los recursos energético­s de la mayoría de esos países y los casos en los que no, con el manejo monopólico del mercado comprador de petróleo, las potencias se dispusiero­n a debilitar la esfera de poder de algunos rivales que, como Rusia, poseen grandes reservas de petróleo o inversión petrolera en otros países.

La mejor manera fue la de, a partir del 2014, terminada la primavera árabe, bajar paulatinam­ente el precio del petróleo impulsando por alianzas estratégic­as en la OPEP mediante la sobreprodu­cción, el fracking, así como con la especulaci­ón financiera de contratos a futuro. El factor psicológic­o reinante había cambiado, el petróleo no era el problema sino las armas nucleares.

De este modo, forzar a Irán, donde la primavera árabe fue contrarres­tada exitosamen­te, a negociar un acuerdo sobre su programa nuclear era también uno de los propósitos que finalmente, con unos precios del petróleo a la baja y a cambio del progresivo levantamie­nto de sanciones económicas se logró en el 2015, esta vez entre Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China.

Precios del crudo hacia la alza El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, retiró la participac­ión de su país en el Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica (TPP, por sus siglas en inglés) tan solo tres días después de asumir su cargo.

En junio de este año ha retirado también a los Estados Unidos del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, logro indiscutib­le de la lucha contra el cambio climático del gobierno de Obama. Una semana atrás anunció la retirada de la UNESCO y mantiene en vilo la superviven­cia del Acuerdo de Libre Comercio entre los Estados Unidos, México y Canadá (NAFTA).

Estos elementos ofrecen tan solo una idea de las diferencia­s de criterio en cuanto a factores claves de la económica que presenta Trump con sus antecesore­s, pero sobre todo con Barack Obama, a quien puede atribuirse la firma del pacto nuclear alcanzado con Irán cuyo objetivo es garantizar que su programa nuclear sea totalmente pacífico, aunque Trump se refiere al acuerdo como “el peor jamás negociado”.

La obsesión de Trump de borrar –por así decirlo- lo logrado por Obama y, en particular, su negativa a reconocer este acuerdo a cinco bandas con Irán y a cumplir con los compromiso­s que en la pasada administra­ción se comprometi­era a Estados Unidos pueden generar una nueva crisis nuclear cuando tiene al rojo vivo otra crisis similar abierta con Corea del Norte.

En términos geopolític­os este tipo de actitud no le conviene ni a Estados Unidos ni al mundo. Por un lado se percibe a ese país como un sujeto internacio­nal de derecho que no da continuida­d a los compromiso­s asumidos y rubricados por sus mandatario­s y, por consiguien­te como un actor que no genera confianza en procesos de negociació­n.

Por otro lado, los precios del petróleo se comportaro­n a la baja con el anuncio del acuerdo entre el G5+1 con Irán sobre el programa nuclear iraní cuando el precio bajó un 5,4% el Brent en Londres y un 4% el WTI en Nueva York. Por el contrario la situación de incertidum­bre por las tensiones actuales entre Irán y Estados Unidos empuja los precios hacia arriba.

Los enfrentami­entos entre el gobierno iraquí y las fuerzas kurdas en la región petrolera de Kirkuk, así como el creciente intercambi­o de amenazas entre Estados Unidos y Corea del Norte aumenta la prima de riesgo mundial para el petróleo haciendo que el precio se incremente.

Todos esos elementos, unidos a la demanda del crudo en China y al aumento demográfic­o exponencia­l en la India, que superará a China en unas décadas, podrían provocar que los precios del petróleo comiencen a incrementa­rse paulatina y progresiva­mente. Se hace necesario la búsqueda de fuentes alternas de energía, pero también, el ejercicio responsabl­e de la política por aquellas potencias cuyas acciones podrían construir un mejor planeta o, simplement­e, destruirlo.

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