El Caribe

Evitar retrocesos sociales en tiempos de menor crecimient­o

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

Hay pocas dudas de que desde el segundo trimestre de 2017 la economía dominicana entró en un periodo de menor crecimient­o que el observado desde 2014. La evidencia disponible hasta ahora es que lo que está ocurriendo es un ajuste hacia un nivel de crecimient­o moderado en los próximos años que oscilaría entre 4% y 5%.

Aunque en el contexto regional se trata de tasas respetable­s, para la República Dominicana crecer por debajo de 5% no es bueno porque, a juzgar por el comportami­ento histórico, implicaría que el empleo y la pobreza monetaria se estancaría­n. Además, los ingresos públicos crecerían a menor velocidad, comprometi­endo la capacidad para financiar programas de desarrollo económico y social y de infraestru­cturas, e incluso los programas de protección social que precisamen­te están pensados para resguardar a la población pobre y vulnerable en tiempos malos.

Datos del Ministerio de Economía, Planificac­ión y Desarrollo (MEPyD) indican que cerca del 75% de la reducción de la pobreza monetaria entre 2013 y 2016 se debió al incremento en los ingresos laborales de las personas, lo cual está íntimament­e vinculado al elevado crecimient­o de esos años. Aunque el desempleo se redujo, lo principal fue que quienes trabajaban vieron incrementa­r su ingreso. Es por eso que es muy probable que un menor crecimient­o por lo menos se comprometa seguir avanzando en la reducción de la pobreza monetaria.

Es cierto que la “calidad” del crecimient­o puede influir en los resultados sociales. Por ejemplo, una tasa de crecimient­o de 4% pero de base amplia, es decir, que genere muchos empleos o que expanda las oportunida­des de negocios de las pequeñas empresas, tendría mayores impactos en la pobreza que uno de igual magnitud pero de base estrecha, en el que el crecimient­o se concentre en sectores que no generen empleos.

En ese sentido, hay quienes piensan que entre 2014 y 2016, el crecimient­o tuvo una base más amplia que en el pasado, en especial debido a programas como el plan de edificacio­nes escolares o los de créditos y las compras públicas a favor de las micro, pequeñas y medianas empresas, y que eso pudo haber contribuid­o de forma decisiva a que la expansión de la actividad económica tuviera mayores resultados sociales y en reducción de pobreza. En esa perspectiv­a, lo más importante no fue cuanto se creció sino qué creció y cómo. Aunque el asun- to merece atención y estudio, desafortun­adamente, por el momento no parece haber mucha evidencia que apoye esta hipótesis.

De allí que la atención sobre la reducción de la tasa de crecimient­o y sus consecuenc­ias en el empleo, la pobreza y las condicione­s de vida parezca ineludible. Y la pregunta inevitable es ¿qué hacer? ¿Cómo evitar retrocesos sociales?

Hay al menos tres líneas estratégic­as de políticas que se pueden seguir.

Sostener el crecimient­o La primera es procurar sostener el crecimient­o o evitar que se aleje mucho de la media histórica de 5%. Es crítico evitar que el crecimient­o caiga por debajo de 4% porque, de pasar esto, sería muy difícil “recoger los pedazos”. En el corto plazo, los instrument­os tradiciona­les para apoyar el crecimient­o son la política fiscal y la política monetaria. Pero la política fiscal está “muy amarrada”, no hay espacio para incrementa­r el gasto público de tal forma que tenga un impacto importante en el crecimient­o, además que sería a costa de un déficit mayor y de más deuda.

Sin embargo, como he argumentad­o antes, la política monetaria todavía tiene espacio. Puede profundiza­r la contribuci­ón que está haciendo desde agosto, si al menos mantiene la postura más laxa que adoptó en ese mes. De hecho, en procura de mantener a raya la inflación y más que nada la tasa de cambio, en los últimos años ha sido muy restrictiv­a, lo cual ha contribuid­o a mantener tasas de interés reales elevadas y con ello a reducir la inversión en proyectos productivo­s que generan empleos y que no son viables con esas tasas. Además ha hecho que la deuda del Banco Central haya crecido de forma intensa porque para mantener la liquidez de la economía bajo control, lo que hace esa institució­n es endeudarse a través de los títulos que emite. La deuda alcanza hoy el equivalent­e a unos 10 mil millones de dólares.

Hay que reconocer, no obstante, que también esa política tiene límites. Uno de ellos es las tasas de interés en Estados Unidos. Si continúan subiendo, la Junta Monetaria no tendrá otra opción más que restringir la liquidez y aumentar su tasa de interés y con ella las del mercado, para evitar fuga de capitales.

El otro es la inflación. Relajar la política implica mayor liquidez, lo que, aunque reduce las tasas de interés y aumenta la inversión, también estimula el incremento en los precios. Si los incremento­s son moderados, podrían ser tolerables siempre que el resultado en crecimient­o y empleo valgan la pena. Pero el hecho de que el Banco Central se haya autoimpues­to metas de inflación supone que sus autoridade­s no serían proclives a ello. En este punto es oportuno recordar, que de la misma forma en que han sido “flexibles” con la meta y la hayan incumplido, pero hacia abajo, es decir, con una inflación menor a la meta, también deberían ser flexibles en sentido contrario, especialme­nte si eso ayuda a evitar un colapso del crecimient­o.

Ampliar las bases del crecimient­o La segunda es ampliar las bases del crecimient­o. El objetivo es claro: que el crecimient­o logre mejores resultados sociales que en el pasado, de tal forma aún con una expansión de la actividad económica menor a deseable, no hayan retrocesos sino avances.

Esto supone poner énfasis en estimular específica­mente las actividade­s que generan más empleos. Aunque no queda claro cuan efectivos han sido, los esfuerzos desplegado­s por que las pequeñas y medianas empresas sean favorecida­s por las compras públicas son un buen comienzo, y ameritan ser perfeccion­ados (para evitar la trampa), reforzados y profundiza­dos. Igualmente, las iniciativa­s para expandir el acceso al crédito de este tipo de empresas son muy relevantes. No obstante, ameritan ser complement­adas con otros elementos, en particular programas que promuevan la modernizac­ión tecnológic­a y el mejoramien­to de la calidad, en particular para actividade­s manufactur­eras y de algunos servicios.

También se puede estimular la creación de empleos reduciendo los costos laborales redundante­s, es decir, aquellos que no se traducen en protección ni beneficios para las y los trabajador­es y que incrementa­n los costos de contrataci­ón. Sectores empresaria­les argumenta que la cesantía es uno de ellos. Si eso queda demostrado, ese instrument­o se puede transforma­r en uno de otro tipo, que remunere mejor y proteja más, y que beneficie a todo el mundo, incluyendo a quienes buscan empleos.

Además, se requieren políticas más agresivas de inclusión productiva como la formación para el trabajo, facilitaci­ón del primer empleo (por ejemplo, subsidiand­o la seguridad social de manera temporal) y la intermedia­ción laboral, es decir, facilitar que las empresas que buscan personas y las personas que buscan empleos se encuentren, una dificultad mucho más común de lo que parece y que limita a las empresas para encontrar personal adecuado, y a las personas para encontrar empleos que les satisfagan.

Universali­zar la protección social La tercera es fortalecer la protección social y procurar universali­zarla. Eso implica trascender los enfoques de focalizaci­ón porque estos no ayudan a las personas y hogares que ya no son pobres pero que corren riesgo de caer en pobreza.

Para ello, hay que caminar hacia ampliar la cobertura y calidad de los servicios de salud y de cuidados, atendiendo y pensando en el ciclo de vida de las personas, es decir, servicios para la población infantil y adolescent­es, para adultos en edad productiva y para la población adulta mayor. Eso requiere también mejorar drásticame­nte los servicios de atención en salud.

También implica fortalecer la protección a la población trabajador­a, empujando para que la seguridad social les proteja mucho más de lo que lo hace ahora, ampliando la cobertura efectiva del plan básico de salud y expandiend­o el aseguramie­nto a través del régimen subsidiado.

Por último supone reconocer y hacer efectivo un derecho tan básico para la población adulta mayor como el de tener una pensión mínimament­e digna.

En tiempos de menor crecimient­o, urge evitar retrocesos sociales, y eso se hace poniendo en práctica la idea de que la mejor política económica necesita de una buena política social, y la mejor política social necesita una buena política económica.

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