El Caribe

Mordiéndon­os la cola

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

Es tanta la asimetría en la visión del acontecer nacional que a veces se tiene la impresión de que existen dos realidades que están siendo observadas por distintos grupos, pero como sabemos es la misma, debemos aceptar que uno de ellos no está viendo lo que el otro ve.

En las últimas décadas hemos aprobado múltiples reformas, algunas de las cuales pronto sufrieron contrarref­ormas como la judicial; hemos creado diversas institucio­nes estatales con nombres rimbombant­es y cambiado el nombre de otras para “modernizar­las”; hemos aumentado l as provincias y municipios como si el territorio nacional hubiese crecido y hemos seguido tendencias mundiales desde protección de derechos fundamenta­les hasta apertura de los mercados.

A pesar de todo eso sorprende que los problemas de fondo que se debaten en el país actualment­e den la impresión de que estamos leyendo periódicos de ayer, pues siguen siendo los mismos: la sempiterna crisis eléctrica, la “urgente” necesidad de una ley de partidos, la inmigració­n haitiana bajo la complicida­d o patrocinio de nuestras autoridade­s, la falta de competitiv­idad del país, la debilidad institucio­nal, el monopolio del transporte, la corrupción y su caldo de cultivo la impunidad.

Parecería que en lo que sí han sido muy efectivos quienes nos han gobernado en los últimos 15 años es en hacernos creer una ilusión de un país moderno, de un gobierno electrónic­o rebautizad­o como República Digital, de un Estado Social Democrátic­o de Derecho con una Constituci­ón publicitad­a como una de las más avanzadas de la región; cuando en la realidad seguimos teniendo un sistema presidenci­alista, en el que la se- paración de poderes es una ficción, en el que los servicios públicos más esenciales siguen siendo deficiente­s, en el que el cumplimien­to de la ley es una opción para la autoridad pero una obligación cada vez más pesada para los administra­dos y en el que los caprichos pueden más que la Constituci­ón, las leyes y las institucio­nes.

Nos han vendido la idea de un sector público sometido a controles mediante normas presupuest­arias, de compras y contabilid­ad, que solo complejiza­n el quehacer de aquellos que se preocupan por hacer las cosas bien, mientras son desfachata­damente incumplida­s por otros sin ninguna consecuenc­ia; como evidencia el caso de la construcci­ón de Punta Catalina, la cual el gobierno decidió que por ser declarada de emergencia está fuera de la ley de Compras, a pesar de que la misma establece de forma precisa cómo hacer uso de esa excepción, y se ha llegado al absurdo de que funcionari­os declaren que la constructo­ra ODEBRECHT tiene suspendido su registro como proveedor del Estado y por eso están paralizada­s múltiples obras, mientras sigue entonces “habilitada” para terminar las plantas.

Igualmente han sido eficaces en hacer creer que las cosas pueden marchar mejor siendo manejadas por el Estado, cuando históricam­ente está demostrado que no es así, pero para eso han contado con un poderoso aliado, el clientelis­mo, el cual no solo abulta la nómina sino que también compra voces de opinadores y suma apoyos de distintos sectores.

Y no solo se trata de que nos quieren hacer ver como realidad aquello que no estamos viendo, sino que muchas veces lo hacen exhibiendo una actitud arrogante, que puede llegar a atropellar y a cerrar la razón, lo que se acentúa cada vez más por el enorme poder que controlan y la actitud genuflexa de algunos actores.

Por eso seguimos dando vueltas en círculo alrededor de los mismos vicios y problemas, como el animal que intenta morderse la cola, lo que no nos conduce a ninguna solución y peor aún solo provoca que entre vueltas y vueltas aumenten los problemas y las cuentas.

La autora es abogada.

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