El Caribe

Nicanor Parra, poeta irreverent­e, controvert­ido e inmortal

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Ha muerto Nicanor Parra. Parecía inmortal. En definicion­es propias: profesor en un liceo oscuro que ha perdido la voz haciendo clases, ni de derechas ni de izquierdas, de estatura mediana, voz ni delgada ni gruesa, un embutido de ángel y bestia. Un candidato eterno al Premio Nobel. Creador de la Antipoesía.

A los 103 años, en la madrugada de este 23 de enero falleció el poeta que durante más de seis décadas desconcert­ó al mundo y se autorretra­tó de múltiples maneras, incluida la de un hombre imaginario que habitaba una casa imaginaria en un mundo imaginario. Parra nació en San Fabián de Alico el 5 de septiembre de 1914, y aunque su primer texto poético data de 1937 (“Cancionero sin nombre”), no fue sino hasta 1954 que llamó la atención con sus “Poemas y Antipoemas”, que causaron asombro o rechazo.

“¿Aspira a ser el mejor poeta de Chile?”, le preguntó Pablo Neruda tras la aparición de ese libro. “No, me conformo con ser el mejor poeta de Isla Negra”, respondió Parra, en alusión al pueblo costero en el que vivía Neruda, cerca de Las Cruces, donde el antipoeta pasó los últimos años de su vida. El mayor de nueve hermanos artistas -entre ellos la folclorist­a Violeta Parra-, Nicanor llegó en 1932 a Santiago, estudió Física en el Instituto Pedagógico y después en Estados Unidos.

También residió en Reino Unido, donde cursó un doctorado en Cosmología en Oxford, pero su estancia allí sólo le acercó más a la poesía. “Es que conocí a (John) Donne”, se justificar­ía después.

En el 2000 la Universida­d de Oxford le distinguió con el “Honorary Fellow”.

Admirado por Bob Dylan, Alan Ginsberg y Roberto Bolaño, Parra fue un profundo devoto de clásicos como Cervantes, Shakespear­e y Dante, según confesó una vez a Efe.

En este último, Parra creyó encontrar un remoto referente de la antipoesía, pues utilizó “el lenguaje del pueblo” en su creación literaria.

Utilizar el “lenguaje del pueblo” es uno de los elementos principale­s de la poética de Parra, además de su temática, que pone al hombre común enfrentado a sus dilemas de la vida corriente.

La antipoesía es la poesía de lo cotidiano en su forma y en su fondo y Parra lo dejó en claro ya en 1954, cuando proclamó que “durante 50 años la poesía ha sido el paraíso del tonto solemne”.

El hombre que definió su poesía como una montaña rusa, donde quien se sube baja echando sangre por las narices, ganó en 1969 el Premio Nacional de Literatura y publicó “Obra Gruesa”.

La izquierda chilena rompió con Parra por tomar té en la Casa Blanca con la esposa del entonces presidente Richard Nixon mientras él se declaraba ecologis- ta y producía sin cesar nuevos volúmenes, entre ellos sus “Artefactos” (1972).

“Cuba sí, yanquis también”, decía el artefacto con que respondió entonces a sus detractore­s de izquierda, seguido de “La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”. “Sermones y prédicas del Cristo de Elqui” (1977), “Chistes para desorienta­r a la policía” (1983), “Coplas de Navidad” (1983), “Poesía política” (1983), “Hojas de Parra” (1985), “Poemas para combatir la calvicie” (1993), entre otras obras.

También “Páginas en blanco (2001), “Lear Rey & Mendigo” (2004), “Obras completas I & algo +” (2006) y “Discursos de Sobremesa” (2006). Un largo camino poético, en el que alguna vez se declaró agotado (“Yo quería seguir poetizando, pero se me terminó la inspiració­n”) o desencanta­do (“Ya no me queda nada por decir, todo lo que tenía que decir ha sido dicho no sé cuántas veces).

¿ Cree que alguna vez obtendrá el Nobel?, le preguntó Efe una vez. “Estoy más cerca de los cipreses que de los laureles”, respondió Parra, a quien le parecía mejor hacer una lista de autores que no obtuvieron el galardón que una con los que lo ganaron. Convertido según el crítico Harold Bloom en uno de los mejores poetas de Occidente, Parra siguió creando hasta los últimos días de su vida, mientras afinaba detalles de un “Anti Museo”, que levantó en Isla Negra y preparaba nuevos libros.

En Las Cruces huía de las entrevista­s pero conversaba con vecinos, recibía amigos o, hasta hace poco, conducía un viejo Volkswagen escarabajo y protagoniz­ó un documental sobre su vida.

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F.F La última despedida se desarrolla­rá en una ceremonia privada, anticipó la familia.

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