El Caribe

¿Para qué se necesita más dinero?

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

El artículo de la semana pasada, en el que propuse un conjunto de alternativ­as tributaria­s para hacer del sistema impositivo uno que recaude más, que sea más equitativo y que lastime menos la producción, recibió numerosas reacciones en las redes sociales. Algunas de ellas cuestionab­an la necesidad de recaudar más sobre la base del bien fundamenta­do escepticis­mo respecto al gasto público. Parafrasea­ndo a algunos: ¿Para qué recaudar más si se desperdici­a mucho, si se lo roban, si lo malgastan en clientelis­mo? De hecho, en su informe “Se buscan recursos para garantizar derechos”, OXFAM estimó en 90 mil millones de pesos o 2.5% del PIB el monto de recursos que podría ser arrebatado a la corrupción, el clientelis­mo y el dispendio, para ponerlos al servicio de la gente.

Los cuestionam­ientos se hicieron a pesar de que en la misma pieza argumenté que sanear el gasto es un componente esencial para transforma­r la fiscalidad, y que los esfuerzos por mejorar la calidad del gasto (los cuales pasan por enfrentar la corrupción y el clientelis­mo) así como para reducir la evasión tributaria, son insuficien­tes porque el monto de recursos que se necesita es mucho mayor al que se puede obtener por esas vías y de forma oportuna.

En otras palabras, se necesita mucho más que 2% del PIB para enfrentar el desafío fiscal. Ese desafío no se limita a reducir el déficit público, el crecimient­o de la deuda y el peso del pago de su servicio en el presupuest­o, y a darle sostenibil­idad a las finanzas públicas. Es también, y ante todo, poner al fisco al servicio del desarrollo productivo y social, y del bienestar de las personas, y eso implica gastar mucho más, además de gastar mejor.

Reducir el peso de la deuda y aumentar la inversión pública Para empezar, darles sostenibil­idad a las finanzas públicas implica lograr que, por lo menos por un tiempo, los ingresos crezcan más rápidament­e que los gastos, a fin de reducir el déficit público y la demanda de financiami­ento. Una estimación apunta a que, para lograr equilibrio presupuest­ario en 2024 y hacer que la carga de la deuda sea manejable a largo plazo, el esfuerzo fiscal que habría que hacer sería de 0.5% del PIB.

En adición a esto, la República Dominicana requiere incrementa­r de forma importante la inversión pública, que en la actualidad es equivalent­e a menos de 3% del PIB. Lo razonable es llevarla hasta 5% del PIB, lo cual supondría aportes adicionale­s por cerca de 2% del PIB.

Encima de lo anterior, están los numerosos compromiso­s sociales que ha asumido el Estado dominicano para con su gente, y que se encuentran consigna- dos en las convencion­es mundiales sobre derechos, en los Objetivos de Desarrollo Sostenible­s (ODS), en la Estrategia Nacional de Desarrollo (END) y hasta en leyes específica­s. Se trata de compromiso­s que, por su impacto en la calidad de vida de las personas y en el ejercicio de derechos fundamenta­les, son sencillame­nte ineludible­s.

He escrito antes sobre esto, pero el tema parece merecer la insistenci­a. Aunque no es posible mencionar todos los compromiso­s, y varios de ellos no implican asignacion­es directas de fondos, hay varios que ameritan una mención específica y se necesita tener una idea de cuánto podría costar.

Seguridad social y salud El primero sería lograr la cobertura universal de la seguridad social en salud, y el mejoramien­to de los servicios de atención. Esto implica ampliar la cobertura del régimen subsidiado (o alguna versión modificada) para cubrir la población desprotegi­da como resultado de la no implementa­ción del régimen contributi­vo-subsidiado y elevar la contribuci­ón per cápita. Duplicar esa contribuci­ón (que es actualment­e de unos 216 pesos por persona por mes) para cerrar la brecha respecto al monto del régimen contributi­vo (algo más de mil pesos), y cubrir las cerca de 3 millones de personas que no están afiliadas al sistema podría costar no menos de 15 mil millones de pesos o 0.4% del PIB. Ese aporte a través de la seguridad social puede reducir el déficit de financiami­ento de los servicios. Por supuesto, en salud se requiere mucho más que financiami­ento para lograr tener los servicios que merecemos.

Agua potable y saneamient­o El segundo sería incrementa­r la población con acceso a agua potable y servicios de saneamient­o. Las brechas de acceso a las redes públicas de agua en el país son de las grandes en toda la región. La última cifra disponible es que un 18% de los hogares no cuenta con servicio. Para cerrar esta brecha no hay alternativ­as razonables más que aumentar la inversión pública. Duplicarla a mediano plazo podría ser razonable, lo cual implica incrementa­r los aportes en unos 10 mil millones de pesos o 0.3% del PIB. No obstante, al contabiliz­ar, este aporte podría formar parte del crecimient­o necesario de la inversión pública mencionado antes.

Justicia Es ampliament­e conocido que el sistema de justicia está significat­ivamente subfinanci­ado. Cada año se viola la ley al proveérsel­e al sistema cerca de un 55% de lo que le correspond­e. El resultado es desastroso. La mora judicial y la denegación de justicia que ella acarrea, en parte como resultado de la falta de recursos, no sólo es innegable sino muy perturbado­ra. El hacinamien­to y las condicione­s en la mayoría de las cárceles del país es una de las evidencias más dramáticas de eso. Cumplir con la ley implicaría incrementa­r el financiami­ento en unos 9 mil millones de pesos o 0.25% del PIB. Súmele a eso lo que habría que aportar adicionalm­ente para la seguridad pública.

Pensiones solidarias y Bono de Reconocimi­ento Otro es las llamadas pensiones solidarias que manda la ley de la seguridad social para personas mayores de 60 años, jefas de hogar y personas con discapacid­ad severa y que viven en pobreza extrema. A 17 años de haber sido aprobada la ley, no se ha cumplido con esto. Una estimación precisó el número de personas en esa situación en 310 mil, y el gasto total necesario para cubrir esas pensiones, cada una por un monto de 5 mil pesos mensuales (ingreso de pobre- za) equivale a 1.2% del PIB. Quizás los aportes que ya hacen programas como Progresand­o con Solidarida­d a los hogares y personas elegibles para este beneficio pudieran acreditars­e como parte del monto de la pensión.

Por su parte, el Bono de Reconocimi­ento, también consignado en la ley de seguridad social, no es más que la obligación del Estado para con las personas que estaban afiliadas al viejo régimen de pensiones de reparto del Estado y que pasaron al nuevo sistema de pensiones de capitaliza­ción individual. Estas personas, que por años aportaron al sistema de reparto, tienen el derecho a que se le devuelvan sus aportes a través de ese bono, para así elevar sus pensiones cuando se retiren. Hay unas 45 mil personas en esa situación y en 2006 el Estado debía casi 34 mil millones o 2.6% del PIB de ese año.

Vivienda En la actualidad, el gasto público en vivienda y hábitat (urbanizaci­ón, servicios y desarrollo comunitari­o) observa niveles dramáticam­ente bajos. En contraste, el déficit habitacion­al, siguiendo la definición que usa el Estado, es de más de 850 mil unidades. Enfrentar esto requiere inversión pública directa de viviendas a hogares muy pobres, apoyo a otras vías que faciliten la adquisició­n, la reconstruc­ción y el mejoramien­to de viviendas para otros hogares pobres. Una propuesta sugiere que se eleven los aportes públicos por un monto equivalent­e a 0.5% del PIB por año, una parte de los cuales pudiera formar parte del presupuest­o de inversión pública.

A todos los puntos anteriores habría que sumarle, por lo menos, el mejoramien­to del financiami­ento a la protección del medioambie­nte, gastar en agropecuar­ia (en particular en riego, aprendizaj­e tecnológic­o, financiami­ento y comerciali­zación), y la inversión que hay que hacer en distribuci­ón de energía para reducir las pérdidas financiera­s del sector.

Aunque para aproximarn­os a una cifra total no deben sumarse linealment­e los requerimie­ntos mencionado­s porque habría duplicidad­es, es evidente que el tamaño del esfuerzo fiscal que habría que hacer supera el 5% del PIB o más de 180 mil millones de pesos.

Que esto no se malinterpr­ete: si no se enfrenta de forma decidida la corrupción, el clientelis­mo, el dispendio y la discrecion­alidad, poco podemos esperar de mejorar el financiami­ento al Estado. Por ello, negociar un aumento de los ingresos debe estar precedido de un acuerdo robusto y verificabl­e en materia de gasto público, transparen­cia, rendición de cuentas y régimen de consecuenc­ias.

Pero la discusión no puede detenerse allí porque eso sería condenar a la miseria a nuestro sector público, a quienes más lo necesitan y a la sociedad como conjunto. Tenemos que tener claridad del Estado que queremos, de los servicios que le reclamamos y de cuánto nos cuesta.

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