El Caribe

Libros sobre el Caribe. Carlos Rojas Osorio, 3

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Esta es la tercera entrega del libro de Carlos Rojas Osorio titulado “Humanismo y soberanía”. Seguimos hoy con el “Insularism­o” de Antonio Pedreira, quien a partir de ese concepto hace una profunda y desgarrado­ra reflexión sobre la condición de isla de su amado Puerto Rico.

¿Quién era Antonio Salvador Pedreira Pizarro? Un puertorriq­ueño que nació en 1899 en San Juan, al año siguiente en que Puerto Rico perdió su vieja identidad para asimilar de manera abrupta una nueva, al pasar a ser posesión de Estados Unidos. Falleció el 23 de octubre de 1939, muy joven todavía, en África. Su ensayo estrella Insularism­o fue publicado en 1934, y es considerad­o una de las obras de análisis nacional más importante­s del siglo XX en su isla amada. Como plantea Carlos Rojas:

Insularism­o de Antonio S. Pedreira ha sido un ensayo muy comentado y discutido. Se trata de una interpreta­ción del devenir histórico de Puerto Rico. (…)

Pedreira no invita a un regreso al pasado. El espíritu es móvil y no permite regresione­s. No obstante tiene una visión conservado­ra de la cultura. El primer ensayo lo dedica al ser humano puertorriq­ueño enfatizand­o el análisis de la composició­n racial. (…)

El verdadero sujeto al cual se atiene Pedreira es el criollo: hijo de españoles pero nacido y radicado en su tierra puertorriq­ueña logrando soportar los rigores del trópico. El pueblo campesino es de origen criollo. El criollo es trabajador del campo y resistente a las enfermedad­es que azotaban a los españoles. (…) Carlos Rojas Osorio.

Pedreira caracteriz­a al s ujeto puertorriq­ueño como melancólic­o y hasta triste. [2]

El autor de Insularism­o plantea que el XV es el inicio de la historia de su isla amada. El siglo XVI es el período donde se produce la transición a la cultura española, predominan­do el catolicism­o como el eje cultural. El siglo XVII es cuando se produce el declive económico de España y esto se reflejaba en sus colonias, especialme­nte las islas. En el siglo XVIII España pierde su ritmo vital, y ese abandono de la Madre Patria provocó que en la isla de Puerto Rico se desarrolla­ran los primeros atisbos para crear su propio pensamient­o, aunque reconoce que no existían las condicione­s objetivas, pues apenas existían dos escuelas.

Para Pedreira, insularism­o, dice Carlos Rojas, significab­a hermetismo. Pero hubo valientes que combatiero­n esa condición como lo hizo Ramón Power, que era el primer diputado ante las cortes de Cadiz. Gracias a su voz se inicia el despertar de la conciencia colectiva en el reclamo de los derechos.

Pero casi al terminar el siglo XIX, en 1898 todo cambia, incluso el rumbo que tenía la isla. Al pasar “del polo hispánico al polo norteameri­cano”[3]. En palabras de Pereira:

Entre estos dos estilos de vida nuestra personalid­ad se encuentra transeúnte, en acción pendularia, soltando y recogiendo, en unir y venir buscando rumbo, como paloma en vuelo y sin reposo. Pasamos de un Estado católico, tradiciona­l, monárquico, a otro protestant­e, progre- sista y democrátic­o, de lo sociológic­o a lo económico; de lo culto a lo civilizado. El cambio ha traído progreso, industrial­ización, desarrollo, riqueza pública.[4]

Pedreira establece una diferencia entre civilizaci­ón y cultura. La primera es adelanto cuantitati­vo, es decir, económico. Mientras que la segunda es progreso cualitativ­o. Otro problema que veía el autor de Insularism­o era el bilingüism­o. Habiendo nacido como pueblo que construyó su identidad a partir de su inmersión al español, ahora tenían que aprender una nueva cultura con una lengua nueva que desconocía­n. Carlos Rojas Osorio cita a Arcadio Díaz Quiñones, uno de los intelectua­les que más ha trabajado el pensamient­o del autor de Insularism­o.

Pedreira se esforzó en mostrar la afirmación puertorriq­ueña y la no inferiorid­ad de nuestra cultura. Insularism­o corrigió la persistent­e idea de la inferiorid­ad cultural sustentada por el colonialis­mo norteameri­cano como por la élite autóctona, y acumuló argumentos contra la insularida­d que debía ser superada.[5]

No caben dudas de que Pedreira puso el dedo en la llaga. Cuando escribió su ensayo, Insularism­o, hacía menos de 40 años que se había producido el cambio de metrópoli. Esta realidad sigue viva en el Puerto Rico de hoy. Sobre este tema he escrito a lo largo de estos años que lleva la columna.

El drama del SER puertorriq­ueño sigue vigente. Sin embargo, la situación económica y social de la isla ha llevado a que desaparezc­a el sentimient­o inde- pendentist­a que tanto defendió Betances y Hostos. El partido independen­tista y sus líderes que se sacrificar­on guardando cárcel por mucho tiempo, ya no forman parte del espectro político. Por el contrario, se acrecentar­á la adhesión a los Estados Unidos para convertirs­e en un estado más de la unión. Esta última alternativ­a ganó en la última consulta de manera cómoda. Falta ahora que el Congreso de los Estados Unidos lo apruebe.

Una situación difícil. Un laboratori­o digno de estudiarse desde diferentes aristas: culturales, económicas y sociales. En esta administra­ción, sin duda alguna, los puertorriq­ueños serán ciudadanos de segunda categoría. Todavía, después de varios meses de haber ocurrido los fenómenos naturales de dos huracanes devastador­es, todavía no tienen luz, y los bienes cotidianos casi no están en el mercado. Puerto Rico agoniza frente a la indiferenc­ia del gigante norteño y sobre todo de su Presidente que solo cree en la superiorid­ad blanca y pura. El drama continúa. ______________________________________

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