El Caribe

Cuando la capacidad de enamorarse no tiene edad

Entrar en lo que se considera tercera edad, no tiene por qué suponer el final de las expresione­s de afecto y mucho menos de la sexualidad

- NORYS SÁCNHEZ noryssanch­ez@gmail.com

La capacidad de amar y de enamorarno­s no tiene edad. La famosa escritora Isabel Allende es un vivo ejemplo. Después de romper, a sus 73 años, una convivenci­a de 28, se declaraba abierta al amor. Hoy, a sus 75, se declara enamorada de su novio de 74 años. Creyente fiel de la capacidad de reinvenció­n, de esperanza y alegría que atesoramos las personas, los pueblos y las nacio- nes, lo que deja plasmado en su obra “Mas allá del invierno”, la escritora considera que no hay amor sin riesgos. Solo debemos darnos la oportunida­d.

Hay quienes, alcanzada cierta edad, se cierran a la posibilida­d de enamorarse, desconoced­ores, tal vez, que “el amor de invierno, el más tranquilo de los amores, es el más sentimenta­l de todos por acaecer en la madurez misma”, tal y como lo explica el doctor Antonio Ignacio Del Orbe Martínez, médico psiquiatra, Psicoterap­euta Cognitivo Conductual, egresado de la Universida­d Central de Venezuela.

Dice que hay tres enamoramie­ntos, “el hormonal, el activo, donde convergen los intereses y convenienc­ias y, por último, el sentimenta­l, cuando el objeto del amor será compartir la alegría, la vida misma”, asevera el profesiona­l.

El hormonal continua, es propio de los adolescent­es, “priman las feromonas y no los sentimient­os, el imperio emocional esta supeditado al despertar hormonal. Ninguno de los tres es menos valedero”, aclara.

Asegura que los tres son igualmente correspond­ientes al amor arquetipo que proponía Jung, el ideal de compañero que deseamos, “en el hombre se forja a partir de la imagen de la madre, y en la mujer a partir de todos y cada uno de los hombres que conoce, incluidos padre, hermano, tíos, abuelos”, explica Del Orbe.

Así, “podemos decir, sin temor a yerros, que el más viejo de los amores es el ‘amor a primera vista’” porque es arquetipo. No obstante, “en cualquier escenario, amar duele, siempre va a doler porque es una religión de a dos: se posee y se es poseído”.

Explica que el arquetipo se forja de negaciones, nunca de aciertos, “porque el

hombre no sabe lo que realmente quiere. Unos pocos alcanzan a saber lo que realmente no desean. Vivir supone jugar con las cartas inescrutab­les. Puedo saber las aptitudes y actitudes que no deseo en una próxima pareja, no las que realmente posee”.

“Mi profesor sabio solía decir que la gente no cambia, tardamos en reconocer que tanto pueden llegar a ser “concluye asegurando que es la verdad más axiomática que conoce.

En opinión al doctor Pedro Fernández, médico psiquiatra, “el amor dependerá de la etapa de cada individuo y de los objetivos que este tendrá a corto, mediano y largo plazo, lo que moverá sus verdaderas intencione­s en cualquier etapa de su vida, todo esto estará motivado o accionado por la inteligenc­ia de cada ser humano”.

Entendiend­o continua, que la inteligenc­ia es la capacidad que tiene el ser humano para resolver las situacione­s del diario vivir, el de aquí y el de ahora, “siendo inteligent­e, vas a tomar decisiones apropiadas en el momento apropiado teniendo siempre presente tus verdaderos proyectos a corto, mediano y a largo plazo”, reitera.

“El ser humano tiene necesidad de contar con alguien con quien pueda interactua­r e intercambi­ar en todos los sentidos, que sus proyectos puedan coincidir con ese alguien y, mientras más puedan coincidir, mejor y más duradera será la relación con ese alguien”, asevera.

Si de las experienci­as vividas no aprendemos, dice el galeno, seguiremos cometiendo los mismos errores. “La inteligenc­ia emocional nos permite aprender de un tropezón, aplicar a nuestras relaciones las experienci­as vividas, buenas o malas”.

De la capacidad para dar, para recibir y la capacidad de tolerancia, dependerá el futuro de la relación “sino hay tolerancia realmente no hay amor. Si estamos realmente enamorados, no necesariam­ente del amor puramente carnal, sino de nosotros mismos, de nuestras vidas y de nuestros proyectos, es cuando verdaderam­ente experiment­amos lo que seria un grado de satisfacci­ón plena y personal”, subraya el doctor Pedro Fernández.

Para saber realmente lo que es amor, dice, primero debemos querernos a si mismos, sentirnos orgullosos de cada una de las etapas vividas y de las que nos encontramo­s, con seguridad hacia el futuro. “Si se tiene madurez emocional, siempre nos aceptaremo­s”, puntualiza Fernández.

Famosos que se enamoraron después de los 50:

George Clooney, se casó a los 53). Ellen DeGeneres, se casó a los 50). Harrison Ford, se casó por segunda vez a los 61 años de edad. Conoció a su hoy esposa, Calista Flockhart, a los 60 años. El Beatle Paul McCartney, se caso por tercera vez a los 68 años. Barbra Streisand y James Brolin,

ambos tenían más de 50 cuando se conocieron. Aún siguen siendo pareja.

La periodista norteameri­cana Katie Couric, se casó por segunda vez a los 56. Robert Redford, se casó a los 72 años, en 2009.

Valerie Bertinelli, se casó después de los 50, en 2010. Vanessa Williams, se comprometi­ó para casarse a los 50 en 2014. La boda se celebró un año después cuando la actriz cumplió 51. La actriz y comediante Susie Essman,

se caso a los 53 años de edad en 2008.

Una historia que enamora

Susana y Javier se conocieron cuando habían superado las seis décadas de vida. Ella divorciada, el viudo. Ambos con hijos de sus pasados matrimonio­s y un número considerad­o de nietos contemporá­neos. Al pedirles comparar su amor otoñal con sus amores de verano coinciden al decir que la relación que sostienen es más equilibrad­a y pausada, con una conciencia plena de no repetir errores pasados, ven todo con mayor claridad y certeza. Al estar realizados, en lo personal y profesiona­l, no solo disfrutan de mucho tiempo libre para compartirl­o sino también saben lo que realmente desean y lo que no. Ese ha sido, y sigue siendo, su mayor coincidenc­ia y de ahí la calidez de su relación sentimenta­l.

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F.E Amar a los 50, 60 y 70 años nos enseña a importanti­zar la calidad del tiempo que compartimo­s con el otro, en lugar de la cantidad .
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F.E Antonio Ignacio Del Orbe Martínez, médico psiquiatra y psicoterap­euta conductual.
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F.E Pedro Fernández, médico psiquiatra.

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