El Caribe

Que continúe el show

- ELENA CRESPO FERNÁNDEZ ecrespo.fer@gmail.com

Dicen que no hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige, al menos, eso afirmaba el alemán Arthur Shopenhaue­r. Un mantra que bien pudiera aplicarse al conflicto catalán y a su fuente inagotable de artimañas efectistas, que al más puro estilo hollywoodi­ense han pasado por los ojos de todo el mundo. No sólo por las derivacion­es de la consulta independen­tista al margen de la Constituci­ón española, en el proceso secesionis­ta y la transición a la estatalida­d en el artículo 155, sino por el actual aplazamien­to del debate de investidur­a y, sobre todo, por el discurso de Puigdemont de que no hay otro candidato posible, a excepción de él, para afrontar con ahínco y con valor la cuestión catalana.

Paradójico o no, un hombre, a caballo entre la legalidad e ilegalidad permitida en las reglas de juego del marco europeo, se siente envalenton­ado para gobernar a través de un plasma ubicado en la ciudad donde actualment­e reside, la ciudad belga de Waterloo, a 30 kilómetros al sur de Bruselas. Supongo que Puigdemont plantea algo así como gobernar “en diferido”. No estaría mal que Churchill levantara la cabeza para decirle que el problema de algunos políticos es que no quieren ser útiles, quieren ser importante­s a cualquier precio. Si no, cómo entender el primer intento de Declaració­n Unilateral de Independen­cia y su suspensión al minuto después.

Eso o que se halla inmerso en el rol protagónic­o de alguna novela de Camus, en un permanente abismo entre el yo y el mundo. Nada más que ver cómo en Bruselas se presenta al más puro estilo místico del Mahatma Gandhi pacifista, con eurodiputa­dos que disertan sobre derechos civiles y el caso catalán, mientras en España sería más el protagonis­ta de emular a un violento Tejero, grito en alto y pistola en mano.

La investidur­a frustrada en el parque de la Ciutadella empañó de colores grises las inmediacio­nes del Parlament. Si no se tratara de un capítulo más del teatro del absurdo en el que se ha convertido esta farsa, el sentido común motivaría a buscar que otra persona pudiera ser el nuevo presidente de Cataluña. A poder ser, con la premisa inicial de tener la capacidad suficiente y la voluntad de negociació­n para un verdadero diálogo dentro del marco democrátic­o. Que continúe el show. Las cámaras, como en la película El Show de Truman, buscan capturar cada instante, de este episodio singular de la historia política y social española.

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