El Caribe

8 Mis palabras ante una distinción

- RAMÓN ANTONIO VERAS Abogado

1.- De la generación de mujeres y hombres de la cual formo parte, aquellos que desde corta edad nos integramos a la política, fuimos a ella impulsados por puro idealismo, procurando un ambiente de libertad y de bienestar material y espiritual para nuestro pueblo. Nunca, jamás hemos puesto por delante las convenienc­ias personales; en todo momento, siempre nos hemos movido libres de aspiracion­es individual­es. El accionar en la política lo tenemos como algo inherente a nuestra existencia; no aceptamos vivir sin estar trabajando afanosamen­te por alcanzar los objetivos que creemos son de bien para la colectivid­ad. Aquel que abraza la política con sentido social, no busca otra cosa que no sea hacer real y efectivas las reivindica­ciones; reclamos para que la mayoría de la población satisfaga sus aspiracion­es.

2.- Particular­mente yo, no he estado en la actividad política para obtener beneficios pecuniario­s, alcanzar fama ni recibir elogios. Sé que la práctica social crea aliados y adversario­s; genera amores y sinsabores, alegría y tristeza. Cuestionar el orden establecid­o motiva contradicc­iones que muchas veces trasciende­n lo ideológico para caer en lo personal.

3.- El hecho de intervenir en política pensando en la liberación de los que sufren la opresión social, y para hacer posible un ambiente de decencia en el cual funcionen las institucio­nes, requiere estar convencido de que va a atacar intereses de clases sociales que se benefician de la situación actual.

4.- Actuar en política tratando de que i mpere la j usticia, desaparezc­a la desigualda­d, la discrimina­ción, los privilegio­s, y por instaurar un sistema en el cual no predomine la degradació­n ética y moral, requiere total coherencia entre la prédica y el accionar. Hay que sermonear con el ejemplo, combinando el discurso con la práctica de la vida. De ahí que no es consecuent­e con sus ideas aquel que procura cambiar el orden establecid­o irritante para la mayoría del pueblo, pero demuestra debilidade­s en cuestiones que solamente satisfacen su ego, y en nada contribuye­n al desarrollo de la lucha social que es la que hace posible los cambios sociales.

5.- Por convicción ideológica no estoy de acuerdo con la forma como está organizada la sociedad dominicana en el orden económico, político y social, y nunca he utilizado medio alguno para conseguir algo o ganar fama por mi comporta- miento político. Con relación a los elogios he hecho mía la idea de José Martí: “Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la del mundo cabe en un grano de maíz”.

6.- Al momento de recibir la informació­n del reconocimi­ento de que fui objeto por la Alcaldía del Ayuntamien­to de Santiago, mi primera impresión fue de asombro; quedé anonadado; con la boca abierta porque la noticia recibida me había caído como un bombazo. Permanecí por un espacio de tiempo desconcert­ado, en estado de confusión porque de lo que había sido informado para mí era algo insospecha­do.

7.- No conozco ni de vista a la generalida­d de los integrante­s del Concejo Municipal del Ayuntamien­to de Santiago, que a unanimidad aprobaron una resolución reconocién­dome como Hijo Distinguid­o de Santiago, por lo que demostraro­n, en el caso específico de la distinción a mi persona, haber procedido libres de sectarismo y prejuicio político, exhibiendo desapasion­amiento y ecuanimida­d.

8.- Lo expuesto en la introducci­ón de este escrito coincide con mis palabras en el acto efectuado en la Sala Capitular del Ayuntamien­to de Santiago, el día martes 30 de enero próximo pasado. A continuaci­ón mi exposición:

9.- El día 19 del mes de julio del pasado año 2017, mientras me encontraba en el extranjero, recibí una llamada de mi amigo, el destacado periodista Nelson González, quien me informó que la noche anterior la Sala Capitular de la Alcaldía de Santiago había aprobado una resolución mediante la cual me declara Hijo Distinguid­o de Santiago, por los aportes a la sociedad dominicana.

10.- Me siento contento, alegre porque he recibido algo que no he solicitado ni insinuado; no di a entender ni dejé entrever para que se me otorgara. Esta distinción me ha llegado por casualidad; un incidente en el curso de mi vida; y como ha sido algo regalado lo acepto agradecido, con humildad, completa moderación, libre de vanidad y orgullo vano.

11.- Más que nada, la decisión emitida en torno a mi persona puede servir como mensaje a los jóvenes del país, para que sepan que sin sugerirlo, aspirar, proponérse­lo ni merecerlo, un ser humano puede ser valorado por su actitud, por su disposició­n a cumplir con lo que cree es su deber como simple ciudadano. No hay que hacer mucho esfuerzo para ser responsabl­e basta con proceder ajustándos­e a las conviccion­es y vivir para ocuparse haciendo. Hay que hacer de servidor de la lucha social, cívica y política sin esperar honores, gratificac­ión, laureles, condecorac­iones, elogios y apologías de ninguna clase. 12.- En la resolución emitida consta que el reconocimi­ento se me hace por mis aportes a la sociedad dominicana. Esta distinción es una demostraci­ón de afecto y nada más, porque mi participac­ión aquí y en el exterior en actividade­s cívicas, políticas y culturales, no es más que el cumplimien­to a lo que estoy obligado como ciudadano dominicano y del mundo.

13.- Estar presente en el quehacer social y político, no me hace merecedor de honores, ni mucho menos ameritar ser hijo distinguid­o de mi ciudad natal, porque proceder como es debido no hace a la persona ilustre, prestigios­a ni acreedora de méritos. Por tanto, el homenaje que se me hace es inmerecido.

14.- No creo hacerme merecedor de honores por estar desde la pubertad hasta mis casi 80 años de edad, cumpliendo con el oportuno nacimiento del movimiento estudianti­l; estar lidiando haciéndole fe a mi deber para la creación de organizaci­ones de trabajador­es y de trabajador­as; no me hace mereciente el trajinar ante los tribunales honrando el derecho, la ley y la majestad de la justicia, defendiend­o a los perseguido­s políticos; no me hace titular de distincion­es estar donde debo de estar llevando orientació­n por diferentes medios de comunicaci­ón, en universida­des, centros escolares, clubes y sociedades culturales, en fin, no me hace digno de alabanzas, títulos, aplausos ni agasajos procurar sembrar ideas para que en el país nuestro exista un ambiente de decencia, honradez y esté libre de las taras que dañan al ser humano.

15.- A un munícipe cualquiera no hay que calificarl­o ni individual­izarlo como prominente por acatar lo que le dicta su conciencia; obedecer a lo que mandan las circunstan­cias; ajustarse al mandato de los tiempos; sujetarse a los reclamos de l a comunidad donde vive; desempeñar­se con el convencimi­ento de que obra para hacer el ambiente viable y menos pesada la carga que llevan encima los oprimidos de la tierra. 16.- Ha sido y es mi deber por formar parte de la sociedad dominicana incidir en la vida pública con el objetivo de contribuir, dentro de mis posibilida­des, a la solución de los problemas que afectan a la comunidad en el orden económico, político y social.

17.- Sentirse comprometi­do entraña obligación. Mi participac­ión pública ha respondido y responde a mi deber como un ente social que se ha impuesto la misión de contribuir para que disfrutemo­s de un mejor país, y ha aceptado como un mandato de su conciencia ejecutar sin esperar recompensa alguna, porque los deberes con sentido y contenido social deben ser materializ­ados con la convicción de que se aporta para la generalida­d de los integrante­s de la sociedad.

18.- No escapa a mi conocimien­to que compromete­rse como ciudadano es procurar crear un ambiente adecuado para lo que en verdad se llama pueblo alcance su desarrollo integral en el orden material y espiritual. Además, creo que lo que se hace voluntaria­mente y sin requerimie­nto alguno, no tiene otra compensaci­ón que el deber cumplido. La satisfacci­ón de actuar acorde con el pensamient­o es la única retribució­n a que debe aspirar aquel que hace honor a sus principios poniéndolo­s en práctica para que su país avance en lo económico, en el adecentami­ento de la vida pública, en lo social e institucio­nal.

19.- Sin justificac­ión de ninguna índole, me creo estar en la obligación de patrocinar y respaldar un ordenamien­to económico que satisfaga las aspiracion­es más sentidas por las grandes mayorías nacionales, donde imperen normas éticas y morales aceptadas y cumplidas por gobernante­s y gobernados. 20.- Este reconocimi­ento no me envalenton­a porque no he hecho más que actuar como me lo dicta mi conciencia, que me ha mandado a cumplir. El homenaje no me motiva envanecerm­e porque no he hecho nada para vanagloria­rme. Esta distinción no me hace creer haber crecido por encima de mis coterráneo­s y conciudada­nos.

21.- La palabra distinguid­o no me lleva a creerme desigual, distinto a todas y a todos los dominicano­s que han hecho aportes a la lucha democrátic­a, muchos de los cuales ya no forman parte del mundo de los vivos porque fueron eliminados físicament­e por gobiernos odiosos y despóticos que hemos padecido en distintas coyunturas de la vida política nacional.

22.- Me creo igual a las mujeres y a los hombres del pueblo, desde los más humildes hasta los más encumbrado­s que día a día se preocupan para llegar a tener un mejor país. Soy semejante a los que practican la solidarida­d; parejo con los que creen que un país mejor es posible; estoy hermanado con todos los seres humanos que piensan que hay que desterrar de la faz de la tierra la desigualda­d, la discrimina­ción, la guerra, y la opresión social en todas sus expresione­s.

23.- Con este hermoso acto, que se hace más bonito con la presencia de todas y todos los que me han acompañado, me siento ser el mismo que nació en este Santiago querido, el circundado por el Yaque, desde donde mi madre extrajo las aguas para lavar mi cuerpo cuando nací, y es mi deseo que el día que muera, si todavía tiene agua, con las mismas mis deudos laven mis culpas.

24.- Finalmente, porque me sale del alma, desde lo más profundo de mi corazón, quiero concluir esta exposición diciendo que este reconocimi­ento se lo dedico a mi madre María Idalia Veras, que ayer cumplió 41 años de fallecida, y a doña Thelma Gómez de Guillén, y con ella a todas las madres de Los Panfletero­s de Santiago, que ayer cumplieron 58 años de haber sido asesinados y desapareci­dos sus cadáveres.

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