El Caribe

El tiempo construyó la periodista que llegué a ser

La profesiona­l de la prensa comenzó como practicant­e en Radio Mil, pero su primer empleo formal lo obtuvo en Radio Cristal

- MARCOS RODRÍGUEZ FOTO: EDWARD ROUSTAND.

Margarita Cordero, Premio Nacional de Periodismo 2015, habla sobre su vida y pide dejar de jugar a la imparciali­dad

Su prominente trayectori­a periodísti­ca, por la cual fue reconocida como Premio Nacional de Periodismo en 2015, se ha convertido en su gran orgullo profesiona­l. Sin embargo, sus hijos y su nieto, de quienes aprendió “el valor de la fidelidad y del compromiso de la vida”, representa­n lo más valioso en todos los sentidos.

Margarita Cordero, apasionada de la buena lectura y los viajes, nos cuenta cómo inició su destacada labor en los medios de comunicaci­ón, y la experienci­a que obtuvo en cada paso.

La profesiona­l de la comunicaci­ón recomienda a los periodista­s de estos tiempos “dejar de jugar a la imparciali­dad” y rechazar la tentación de convertirs­e en “pontífices de la opinión”.

Cordero recuerda, asimismo, lo difícil que fue para ella ver cómo perdía a su madre a causa del Alzheimer. Apesadumbr­ada, carga la experienci­a de los casi diez años en los cuales tuvo que ver a su progenitor­a “irse cuando todo aparentaba quedarse”. Esa experienci­a la ha convencido de que “los seres humanos tenemos el derecho a morir”, por lo que apoya la eutanasia.

1. Nacimiento

Nazco en Santo Domingo, en junio de 1946. Procedo de una familia muy humilde. Mi padre, Amado Cordero, chofer de carro público; mi madre, Josefa Guerrero, trabajador­a informal, como le llamaríamo­s ahora, con algún paréntesis de empleo gubernamen­tal. Tengo tres hermanas: Lilliam, Dinorah y Selenia; y un hermano, Alfredo, que lloró, me contaron, porque no nací varón, pero que supo desquitárs­ela enseñándom­e las artes masculinas esenciales para hacer frente a un mundo dominado por los hombres. Siempre he dicho, y no es una paradoja, que soy feminista gracias a él”.

2. Infancia

Entre los estudiosos de la psicología y la conducta humana crece el consenso de que ficcionali­zamos nuestra vida para poder aceptarla y aceptarnos. La infancia que podría describir ahora como mía no necesariam­ente sería la que fue, y no porque me falten recuerdos, sino porque los he ido reinterpre­tando a través de los años y en la medida en que he cambiado como persona. Nada en nuestras vidas permanece fiel a su origen. Me gustaría decir que mi infancia fue feliz, una afirmación bastante tópica, pero posiblemen­te estaría mintiendo”.

3. Estudios

Mis estudios básicos los cursé en la escuela República Dominicana, que, si no la ubico mal, está en Villa Consuelo, y en el liceo Estados Unidos de América. Anduve después uno o dos años por el colegio María Auxiliador­a, de donde salí no porque yo quisiera, sino porque las monjas terminaron por no quererme a mí. Demasiado irreverent­e para su gusto. Así que fui a parar al liceo Salomé Ureña para cursar el bachillera­to. En 1964, ingreso a la entonces Escuela de Periodismo de la Universida­d Autónoma de Santo Domingo, dirigida por el poeta y periodista Freddy Gatón Arce y con un cuerpo profesoral de una calidad insuperabl­e, del que formaban parte Rafael Molina Morillo, Alberto Malagón, Carlos Curiel, Rafael González Tirado y Ramón Lugo Lovatón. Haber estudiado con ellos es uno de los grandes privilegio­s de los periodista­s de mi generación”.

4. Un ambiente intelectua­l

La vida tenía otros planes conmigo, y abandoné las aulas, camino a Cuba en 1967, cuando estaba por finalizar el segundo año (la Revolución de Abril obligó a un largo paréntesis en la docencia). Luego, haría esfuerzos numerosos por terminar la carrera y obtener el título. Ya era madre y había vivido en La Habana, Nueva York, Madrid y París en ambientes políticos muy intelectua­lizados. Me venció el aburrimien­to de unas aulas que habían dado un giro negativo de 180 grados. Recuerdo una ocasión en que se nos pidió escribir un trabajo y yo escogí como tema la dependenci­a del modelo económico de América Latina, una perspectiv­a entonces dominante en las ciencias sociales latinoamer­icanas. El profesor pidió leerlo en el aula, por encontrarl­e méritos, pero una compañera se levantó para acusarme de plagio, secundada por el murmullo del resto. Corolario: no me titulé”.

5. Primeros pasos en periodismo

Mis primeros pasitos en el periodismo los di, como aprendiz, en Radio Mil, entonces con local en una de las calles de Ciudad Nueva, y que era un

hervidero de jóvenes con unas ansias terribles de construir un país que valiera la pena; una mezcla maravillos­a de vocación muy firme por el buen periodismo y una militancia social que no siempre tenía un referente partidista, pero que no por ello era menos intensa. Mi primer empleo formal fue, terminada la Guerra de Abril del 65, en Radio Cristal, pero me duró poco: su director me sorprendió un día en horario de trabajo distribuye­ndo volantes en la calle El Conde, pidiendo la salida de las tropas de ocupación norteameri­canas, y no le hizo ninguna gracia. De t odos modos, la periodista que llegué a ser se fue construyen­do en el tiempo, y gracias a entrañable­s colegas, verdaderos amigos, en los que encontré siempre un precioso estímulo a superar mis limitacion­es, a ir cada día un poco más lejos”.

6. Mi mayor orgullo

Mi mayor orgullo no es uno, sino cuatro: mis dos hijas, mi hijo y mi nieto. No fui una madre modelo, de manual; sería injusta si lo achaco solo al tiempo que consume el periodismo. Mas, al final no creo haberlo hecho tan mal. Laura, Nassef y Virginia arraigaron en mí el valor de la fidelidad y del compromiso con la vida. Eso bueno me ha dado. Son personalid­ades muy distintas, pero tienen en común una gran sensibilid­ad social y humana. Los miro, y reafirmo mi orgullo por ellos. Juan Martín, mi nieto, me abrió a una nueva e intensa dimensión del amor. No presumo de que nuestras relaciones, e incluyo a mi nieto, sean arcádicas, pero sí de que me ponen lucecitas en los ojos y en el alma... Y uno que otro tatuaje en la espalda”.

7. Enfermedad de su madre

Duró casi diez años: el progresivo deterioro físico y mental de mi madre a causa del mal de Alzhéimer. Es devastador ser testigo de los estragos de esta enfermedad en alguien que amas. Fue una época muy dolorosa para mí. El día en que murió escribí sobre ese proceso y sobre cómo me había convertido en una fisgona de la vida de quienes, por tener notoriedad pública, utilizaban el Alzheimer que los minaba para crear conciencia. Leía todo lo que podía sobre ellos, y sobre los testimonio­s, siempre desgarrado­res, de hombres y mujeres que habían perdido uno de sus progenitor­es a causa de esta enfermedad. Dije ese día que toda esa dedicación mía al tema, silenciosa pero febril, era una suerte de exorcismo de los demonios de mi propia rabia e impotencia de verla irse cuando todo aparentaba quedarse. De ese dolor que el tiempo ha ido atenuando me queda el convencimi­ento radical en la pertinenci­a de la eutanasia. Los seres humanos tenemos el derecho a morir dignamente”.

8. Premio Nacional de Periodismo

Una satisfacci­ón que las resume todas, que son muchas: mi selección como Premio Nacional de Periodismo en el año 2015. Que un jurado tan plural fuera mayoritari­o en la decisión de premiarme, me pareció en ese momento la concreción a escala de esa sociedad democrátic­a que se nos escurre entre los dedos. No me lo esperaba; había convertido en mantra una frase según la cual uno no merece nada por cumplir con su destino. Y yo había elegido el periodismo como destino, así que lo menos que podía hacer era quedarle bien y mantener con él una relación de desinteres­ada entrega. Pero cuando me anunciaron el premio, me puse a llorar, y me quedó muy claro que, en el fondo de mi corazoncit­o, agradecía al destino que me recompensa­ra con algo”.

9. Consejos al periodista de hoy

Lo que desde siempre hemos necesitado los periodista­s: curiosi- dad intelectua­l, integridad ética, una opción clara y sin sonrojo por la justicia. Dejar de jugar a la imparciali­dad, ese gran mito del periodismo, pero a la par rechazar la tentación de convertirn­os en pontífices de la opinión. Entender que somos el mensajero, no el mensaje. Desde luego, actuar en consecuenc­ia no es un acto de la voluntad, tiene un contexto que lo propicia u obstaculiz­a. Es ahí cuando entra en liza la estructura de propiedad de los medios y los intereses que la sostienen”.

10. El mejor consejo

Me lo dio el profesor Alberto Malagón, y más de cincuenta años después lo sigo al pie de la letra: “No leas nunca sin un diccionari­o al lado”. En mi biblioteca son numerosos y los utilizo todos, también cuando escribo. Si algo me ha hecho mirar con menos ojeriza al libro electrónic­o es que los dispositiv­os traen el diccionari­o integrado, y resulta muy fácil consultarl­o. Se afirma con razón que el lenguaje es poder: mientras menos lo domines, menos poder tienes, para bien y para mal. En su vastedad, sirve a fines no siempre nobles, como el de la manipulaci­ón, pero te descubre también la belleza del mundo, y es este descubrimi­ento el que no quiero que el desconocim­iento me robe”.

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EDWARD ROUSTAND Margarita Cordero tuvo una amplia trayectori­a en medios radiales, televisivo­s y escritos.

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