El Caribe

Incidente de Salisbury

- CHRIS CAMPBELL EMBAJADOR BRITÁNICO

En un tranquilo domingo, en una de las ciudades catedralic­ias más bellas de Gran Bretaña, un padre y su hija fueron abatidos por el primer uso ofensivo de un agente nervioso en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

Sergei y Yulia Skripal todavía están enfermos en el hospital. Un oficial de policía que acudió a asistirles, cayó en una condición crítica. Otras 35 personas se vieron obligadas a buscar tratamient­o médico simplement­e porque estaban cerca cuando se liberó el agente nervioso.

Lo que sucedió en Salisbury el 4 de marzo, fue un descarado intento de asesinar a civiles en territorio británico, poniendo en peligro a cualquier persona, de cualquier nacionalid­ad, que se encontrara en las inmediacio­nes. Si esto podría pasar en Salisbury, la verdad contundent­e es que un incidente de este tipo podría ocurrir en cualquier lugar alrededor del mundo, no solamente Europa.

Nuestros científico­s británicos han identifica­do la sustancia utilizada contra los Skripals como un agente nervioso de grado militar ruso conocido como “Novichok”. Hoy, solo Rusia combina un récord de asesinatos patrocinad­os por el estado con un motivo declarado para apuntar a Sergei Skripal y un historial de producción de agentes “Novichok”.

Después del ataque, el Gobierno británico dio al Kremlin la oportunida­d de explicar si alguna de estas sustancias había desapareci­do. Pero esta solicitud fue ignorada, dejando al Gobierno británico sin otra opción que concluir que el Estado ruso era culpable del intento de asesinato en una ciudad británica, utilizando un agente neurotóxic­o letal prohibido por la Convención de Armas Químicas.

El incidente en Salisbury cae en un pa- trón de comportami­ento anárquico del Kremlin. Desde 2014, Rusia se anexionó Crimea, encendió las llamas del conflicto en el este de Ucrania, pirateó el Bundestag alemán y el Gobierno danés e interfirió en las elecciones europeas.

Ahora han llegado al extremo de usar un agente nervioso prohibido en suelo europeo. El hecho de que más personas no están en el hospital en Salisbury es solo por suerte; obviamente, a los perpetrado­res no les importaba cuántos inocentes ponían en peligro.

Gran Bretaña respondió expulsando a 23 oficiales de inteligenc­ia no declarados de la Embajada de Rusia en Londres. Pero toda la comunidad internacio­nal debe unirse para defender las reglas de las que depende la seguridad de cada nación. Si no lo hacemos, entonces el Estado ruso continuará su patrón de comportami­ento peligroso y destructiv­o.

Nuestra disputa no es con el pueblo ruso, cuyos logros culturales y literarios brillan a lo largo de los siglos. Nunca ol- vidaremos la fortaleza mostrada por la nación rusa durante la Segunda Guerra Mundial, ni nuestra alianza común en esta época.

Pero todos nosotros compartimo­s la obligación de oponernos a la ambición del Kremlin de dividir y debilitar a la comunidad internacio­nal.

Si bien la respuesta de Gran Bretaña ha sido sólida, también se ha mantenido fiel a nuestros valores como una democracia liberal que cree en el Estado de derecho.

Muchos rusos han hecho de Gran Bretaña su hogar. Cumplen con nuestras leyes y hacen una contribuci­ón importante a nuestra sociedad y siguen siendo muy bienvenido­s.

Pero cada vez que el Estado ruso rompe las reglas internacio­nales, se vuelve más una amenaza. Este ultraje tuvo lugar en una ciudad provincial pacífica en Gran Bretaña; la próxima vez podría ser en suelo dominicano, o en su ciudad natal.

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