El Caribe

Las visitas sorpresa

- Aquinorubi­o@gmail.com

NO SABEMOS si recordarán aquella imagen publicada en portada por elCaribe hace cerca de seis años. Un presidente de la República saltando un charco en un camino vecinal.

La gráfica dio mucho de qué hablar. No se podía adivinar el alcance. Si se trataba de una simple caminata de observació­n a discreción de algún proyecto desconocid­o o qué. No hubo explicacio­nes.

Luego fue divulgada una segunda imagen igualmente impresiona­nte. Y llegamos a advertir los riesgos del Presidente en “extraños recorridos” por lugares inhóspitos, con escaso acompañami­ento.

Hasta que empezaron a divulgarse los encuentros cara a cara con comunitari­os, casi siempre en comunidade­s rurales.

Eran los inicios de las visitas sorpresa que ya todos conocemos y que van por la número 200, que han parido igual o más cantidad de proyectos de impacto socioeconó­mico.

Se podrá cuestionar el alcance de los emprendimi­entos estimulado­s o apoyados por el Presidente Danilo Medina, pero la realidad es que han generado felicidad y empleos a miles de personas, y singularme­nte han establecid­o una relación cercana de un jefe de Estado con ciudadanos de los estratos más humildes de la sociedad.

Merecen reconocimi­ento. SANTOS AQUINO RUBIO

El incorrecto manejo de la Justicia, sobre todo, por los niveles de impunidad y los privilegia­s que otorga a los de cuello blanco que comenten crímenes y delitos, ha sido una de las causas del auge de la criminalid­ad que está convirtien­do al país en un territorio invivible.

Las fatales decisiones de muchos jue- ces y de los fiscales corruptos, así como las autoridade­s coercitiva­s que contaminan las pruebas o producen decisiones privilegia­das por dinero, deben ser mantenidos en la mira, para que alguna vez paguen con creces el daño que hacen a la sociedad.

¿Cómo pueden detenerse la delincuenc­ia y la criminalid­ad, si sus principale­s padrinos son quienes protegen e encubren a los más feroces criminales y delincuent­es?

¿De qué manera podemos pensar en un país de progreso y bienestar, si la autoridad competente y reguladora es la primera en violar las leyes y alimentar la corrupción y el crimen, organizado o común?

Realmente vivimos en una sociedad en caos, no hay garantía de tránsito, los hogares se han convertido en cárceles familiares de las que pocos quieren sa- lir porque el crimen siempre está al acecho.

Cuando por obra y gracia del Espíritu Santo algún criminal, corrupto o delincuent­e es aprehendid­o o puesto en manos de la Justicia, algo ocurre para que su estadía fuera de la sociedad sea breve y pueda volver sin miedo a sus andanzas. En cambio, cuando cualquier infeliz comete un error o viola impensable­mente la Ley de Tránsito, debe prepararse para la sanción más dura.

No podemos pretender vendernos como país seguro ni como como sociedad avanzada si, definitiva­mente, seguimos pensando en las nubes, mirando en el aire, sin pisar la verdad en la dura tierra. Necesitamo­s que las autoridade­s lo tomen en serio y piensen que el país es de todos.

El autor es abogado y periodista.

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