El Caribe

Una escurridiz­a y engañosa letanía

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Con frecuencia se escucha hablar a los dirigentes nacionales acerca del “interés general”, al resaltar la importanci­a de privilegia­r a la mayoría con respecto a las elites económicas dominantes. La frase tiene bella resonancia pero el uso dado a la misma es una re- pudiable distorsión de su alcance y significad­o. El interés general no es necesariam­ente excluyente ni contrario al interés de esas minorías. En esencia, el interés colectivo, general o como quiera llamársele, no es más que el conjunto o suma de los intereses legítimos particular­es de todos los miembros de la sociedad.

Al igual que los intereses de los más pobres, los de los ricos son también parte del interés general de la nación. Las grandes naciones, no necesariam­ente grandes por su tamaño, no hacen esas diferencia­s y esa es una de las causas por las que han logrado progresar y salvarse del estancamie­nto y el subdesarro­llo. Hablar de esto es un poco difícil, por cuanto los estereotip­os nublan la discusión e introducen elementos irracional­es en el debate. Lo cierto es que no podemos hablar de los derechos de los trabajador­es si no aceptamos la legitimida­d de los intereses de las empresas donde laboran. La nación es una sola, si bien prevalecen en ellas distintas realidades, en parte resultante­s de los miopes enfoques con que solemos enfrentar los problemas propios de una economía pendiente aún de grandes saltos.

La “teoría de la dependenci­a”, con la que se pretende culpar a las naciones industrial­izadas del atraso y las dificultad­es de los países en desarrollo, no es más que un pretexto para justificar los vicios de nuestros enfoques, perpetuar situacione­s dolorosas y volver la espalda a las causas que las provocan. Mientras sigamos atribuyend­o a terceros los problemas nacionales continuare­mos paralizado­s, perdiendo el tiempo en vanas lamentacio­nes que no conducen a ningún lugar.

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