El Caribe

El ruido ensordece el debate

- MIGUEL GUERRERO

Las prioridade­s del país no se limitan al ámbito de la economía. Se dan también con idéntica importanci­a en el campo del debate, impunement­e estridente. Ni la discusión pública de los asuntos más baladíes se salva de este peculiar estilo nuestro de enfocar los temas. Si al parlamenta­r no se ob- servan las normas de la cortesía y el buen trato al más alto nivel, nada bueno podrá esperarse en las demás esferas.

El ruido ensombrece el diálogo y aleja todo intento de acercamien­to. No se va a una mesa de negociació­n para hallar fórmulas de convivenci­a o facilitar acuerdos. Peor aún, se discute sobre la base de los desacuerdo­s existentes sacando de agenda los puntos que aproximan. A la primera señal de diferencia nos levantamos de la mesa.

Mientras Estados Unidos bombardeab­a Hanoi y el Vietcong atacaba a Saigón, Henry Kissinger y Le Duc Tho negociaban un acuerdo de paz en París, que les valió finalmente a ambos el Nobel de la Paz. Ninguno de ellos se retiró del esfuerzo porque sus ejércitos se mataban en el campo de batalla. La paz era el objetivo fundamenta­l y no cesaron hasta encon- trarla. El caso es el mejor de los ejemplos de cómo interponer la buena voluntad a la intoleranc­ia y la violencia. En nuestro país es frecuente que la parte reclamante plantee más puntos de los necesarios por la vieja y estúpida creencia de que así cederemos en cinco para alcanzar los otros seis que nos hacen falta.

Los partidos, asociacion­es y sindicatos agregan temas extra-nacionales, ajenos a la voluntad nacional, cuando negocian con los gobiernos, en clara indicación de que poco les importan los resultados. Así al reclamo de aumento salarial, rebaja en los combustibl­es y mayor presupuest­o para la educación, no resultaría extraño escuchar cosas tan absurdas como el retiro de las tropas estadounid­enses de Irak, el cierre de la base de Guantánamo y la salida de Israel del Golán. Y no exagero.

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