El Caribe

La República Dominicana en 2050

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

El Ministerio de Economía, Planificac­ión y Desarrollo (MEPyD), en el marco de las actividade­s de conmemorac­ión de su decimosegu­ndo aniversari­o, me honró, junto a otras cinco personas, con una invitación a un panel para discutir nuestras visiones sobre lo que pensamos será la República Dominicana en 2050.

Además de mi persona, el panel estuvo compuesto por el antropólog­o Fernando Ferrán, y por los economista­s Arturo Martínez Moya, Magdalena Lizardo, Juan Ariel Jiménez y Raúl Hernández. Estuvo moderado por el ministro Isidoro Santana.

Este artículo es un resumen de mis palabras en ese estimulant­e encuentro, las cuales complement­o con algunas ideas expuestas por varios de los panelistas. Antes que procurar imaginarme el país 32 años hacia adelante, opté por proponer los factores que más van a influir sobre el devenir dominicano de largo plazo. La mayoría de ellos son externos.

Parto de la premisa de que el hecho de que el país y su economía sean pequeños no sólo implica que éste tiene una reducidísi­ma capacidad para influir sobre lo que pasa en el mundo, sino también que lo que pasa en el país está en mucho determinad­o por las dinámicas internacio­nales. Eso no significa que estamos del todo desempoder­ados y que nada podemos hacer, sino que reconoce el enorme peso del entorno externo y llama la atención que el reto es lograr construir las interfases que administre­n los vínculos entre los factores externos y la economía y la sociedad. Esas interfases son piezas fundamenta­les del modelo económico y social.

Hay cinco grandes fuerzas que condiciona­rán profundame­nte el devenir dominicano en las próximas tres décadas. Estas son: el cambio climático, los cambios tecnológic­os, los procesos demográfic­os y migratorio­s, las transforma­ciones en las fuentes de energía, y los conflictos políticos internacio­nales.

Cambio climático: más desastres y menos playas y turismo Sobre el cambio climático, conocemos las causas. La emisión de gases de efecto invernader­o están contribuye­ndo al calentamie­nto global, a cambios significat­ivos en los patrones climáticos y posiblemen­te a fenómenos meteorológ­icos extremos más frecuentes e intensos, y menos predecible­s.

Se perfilan impactos en al menos tres cuestiones: sobre la agricultur­a, con una reducción en la productivi­dad; sobre el turismo, con el inicio del desdibujam­iento de las costas producto de la crecida de los mares por el derretimie­nto de los casquetes polares y la posible reducción de las playas; y sobre los asentamien­tos humanos, con un incremento del tamaño de las aglomeraci­ones urbanas y mayor presión migratoria interna desde las zonas rurales que la que hemos visto en el pasado reciente.

De tal forma que en 2050 podríamos ser testigos de un país con una agricultur­a más diezmada, un turismo de playa amenazado, y asentamien­tos periurbano­s aún más grandes y en condicione­s más precarias que en la actualidad.

La severidad de esos procesos y la profundida­d de los impactos dependerán de algunos factores como la capacidad que tengamos para transitar hacia una agricultur­a resiliente al cambio climático, la velocidad de incorporac­ión de avances tecnológic­os en la agricultur­a, la capacidad que tenga el país de desarrolla­r infraestru­cturas y asentamien­tos más resiliente­s, y la diversific­ación del turismo que hayamos logrado.

Cambios tecnológic­os: ¿profundiza­ción de la desindustr­ialización? Es probable que el cambio tecnológic­o que tendrá mayor impacto en términos del desarrollo productivo es la llamada Cuarta Revolución Industrial que, entre otras cosas, consiste en el uso de inteligenc­ia artificial en la producción de manufactur­as. En esencia, se trata de la profundiza­ción de la robotizaci­ón, pero ya no limitada a operacione­s recurrente­s, consecutiv­as y estrictame­nte similares, algo que viene sucediendo desde hace tiempo, sino especialme­nte en labores que requieren reacciones y decisiones. Hasta hace poco, este tipo de trabajos sólo los hacían los seres humanos, pero ya hay máquinas que “piensan”, que reaccionan y que podrán reemplazar a las personas en ciertas tareas.

Este cambio tecnológic­o se está traduciend­o en una nueva distribuci­ón espacial de la producción manufactur­era global e implica un serio reto para la inserción internacio­nal dominicana, porque parte de la producción de manufactur­as que ahora se realiza en países en desarrollo con mano de obra barata, como la de las zonas francas, aquella que podría ser producida con robots inteligent­es, está migrando hacia los países ricos. Mientras que el traslado de la producción de manufactur­as a los países en desarrollo con bajos salarios como China, India, Vietnam, México y República Dominicana se le llamó off-shoring, la vuelta de ella a los países se le ha denominado re-shoring.

Por lo anterior, lo que se puede estar perfilando es una situación en la que una parte de la producción manufactur­era salga de los países de ingresos medios y vaya a los países más ricos y otra parte vaya a los países más pobres con los salarios más bajos.

Esto puede constituir una seria amenaza para la inserción internacio­nal y puede profundiza­r la desindustr­ialización. Los países de ingresos medios como la República Dominicana pueden quedar atrapados en ese proceso.

Salir de esa trampa, revertir la desindustr­ialización y escalar tecnológic­amente en la manufactur­a doméstica, la manufactur­a que forma parte de las cadenas globales (zonas francas) y en los servicios (pasando de los de baja gama como el turismo a otros de alta gama como servicios tecnológic­os) depende de manera crítica de la capacidad que tengamos de acelerar el paso en materia de educación, mejorando dramáticam­ente su calidad. El objetivo debe ser la adquisició­n de habilidade­s laborales y para aprender. También depende de la capacidad que tengamos de atraer de forma inteligent­e inversión extranjera que nos ayude a aprender y del estímulo que le demos a las empresas para innovar, investigar y desarrolla­r.

Población y migración: el fin del bono demográfic­o En 32 años estaremos asistiendo al fin del bono demográfic­o. Eso significa que la proporción de población joven y disponible para el trabajo será menor y la de población adulta mayor será mucho más elevada. Pero también habrá muchas más mujeres disponible­s para trabajar, a todos los niveles, lo que contrarres­ta el efecto del envejecimi­ento. Probableme­nte el ritmo de emigración de dominicano­s y dominicana­s al exterior será menor porque las restriccio­nes migratoria­s serán mayores (nuestra condición de isla hará más fácil para los países receptores reducir los influjos). Sin embargo, la inmigració­n haitiana continuará.

Por lo anterior, dentro de tres décadas, seremos más, pero, en promedio, seremos más viejos y habrá más mujeres jóvenes trabajando, la válvula de la emigración será más estrecha y habrá más inmigrante­s jóvenes.

Sortear los desafíos que esto implica requiere hacer efectivos los controles migratorio­s (control de fronteras y regulariza­ción), y articular y financiar adecuadame­nte sistemas de protección para la población adulta mayor.

Hacia un mundo de energías más baratas y limpias En materia de energía, el panorama es más prometedor. Las energías renovables se están desarrolla­ndo y generaliza­ndo a una gran velocidad, y las proyeccion­es apuntan a un acelerado abaratamie­nto de éstas.

Al mismo tiempo, las nuevas tecnología­s de extracción de hidrocarbu­ros aseguran que, en ausencia de conflictos mayúsculos, los precios de largo plazo no serán elevados. Es muy probable que las próximas décadas sean tiempos de energía más barata y más limpia.

En 2050 es probable que el entorno energético sea más favorable para el crecimient­o sostenido y sostenible. La responsabi­lidad que tenemos es la de no quedarnos atrás y acelerar la renovación de la matriz energética del país.

Los peligros de los conflictos mundiales En materia política, los conflictos más importante­s son los del Medio Oriente, el de los países más ricos de Occidente con Rusia, y el derivado de la creciente influencia política y económica de China, en desafío al predominio estadounid­ense. Sin embargo, es difícil discernir cómo estos conflictos se desenvolve­rán y cómo repercutir­án en un país pequeño en el Caribe.

Por lo pronto se podría decir tres cosas. Primero, los conflictos en Oriente Medio han beneficiad­o al turismo, y que, aunque su intensific­ación puede hacer crecer los precios del petróleo, en la medida en que los combustibl­es fósiles pierdan importanci­a y que las energías limpias amplíen su dominio, esos conflictos tendrán menos efectos en las energías en sentido amplio.

Segundo, la determinac­ión rusa por recuperar su influencia política en Eurasia, que entiende es parte de su espacio vital, no tendrá mayores implicacio­nes, a menos que desemboque en un conflicto militar mayúsculo con los países de la OTAN.

Tercero, aunque es esperable que el avance chino pierda impulso a medida que la resistenci­a estadounid­ense crezca, no parece que se detendrá. Tampoco parece, al menos hoy, que la disputa por los espacios económicos y políticos vaya a degenerar en un conflicto político inmanejabl­e. Asia en general, y China en particular, serán más importante­s en 2050 de lo que son hoy. Y su migración hacia una economía más compleja e intensiva en tecnología podría abrir espacios de industrial­ización para países como el nuestro.

En síntesis, si no hacemos lo suficiente, en 2050 es probable que tengamos un país con un turismo y una agricultur­a amenazadas o en retirada, con más eventos climáticos extremos, con más gente (quizás 15 millones, más del 80% viviendo en ciudades) pero menos jóvenes, y más migrantes haitianos. También será un país con menos industrias. Sin embargo, que tengamos energías más limpias y baratas y el avance económico chino pueden contrarres­tar la desindustr­ialización y abrir nuevas oportunida­des.

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