El Caribe

¿Somos masoquista­s?

- CELSO MARRANZINI EMPRESARIO celso.marranzini@multiquimi­ca.com

La AIRD celebra un nuevo aniversari­o, donde no sólo recuerda este día importante para la industria, sino que recordamos a un gran industrial como fue nuestro querido Don George Arzeno Brugal y aprovecham­os para reconocer la labor de aquellos periodista­s, que como nosotros, entendemos la importanci­a para el desarrollo del sector manufactur­ero.

El presidente de nuestra querida AIRD, Campos de Moya, en su discurso de premiación a los periodista­s galardonad­os presentaba la visión del sector industrial. Pocos días antes, en un almuerzo con un gran amigo y economista, me decía: “Ustedes los industrial­es son masoquista­s”. El masoquista es aquel que goza con lo desagradab­le. Así nos ve un economista, a quien no le falta razón, porque para producir en nuestro país hay que tener una cierta dosis de masoquismo.

Nuestras políticas de apertura de mercado, sin haber estado preparados, nos han conducido a perder cada vez más nuestra capacidad exportador­a y precisamen­te en el año que el presiente Medina ha decretado como el año de las exportacio­nes, se pretende que aquel bien exento que entre del proceso de producción de un bien, el Impuesto a la Transferen­cia de Bienes Industrial­izados y Servicios (ITBIS) no podrá ser deducido del valor del producto manufactur­ado, sino que se debe incorporar al costo del mismo.

Esto sin duda le dará una ventaja al bien importado, ya que el mismo podrá deducir en su totalidad el ITBIS que paga en aduanas. La solución es sencilla, eliminemos todas las exenciones al ITBIS que hacen difícil su administra­ción, permiten con más facilidad la evasión y para no afectar el costo de la canasta familiar, podemos crear niveles diferencia­dos de este impuesto y reducir el monto del mismo, un 18% resulta ser uno de los más altos de la región.

Mientras nosotros tomamos medidas que dificultan poder competir, nuestro socio principal, los Estados Unidos, convencido­s de que las políticas de apertura sin igualdad de tratamient­o fiscal han mermado su capacidad de competir y generar empleos, toman medidas donde reducen las tasas impositiva­s de un 35% a un 21% y mientras nosotros criticamos a Pro Industria, los norteameri­canos permiten depreciar en cinco años la compra de equipos que permitan modernizar su aparato productivo.

Distorsion­amos la ley de Pro Industria, bajo el alegato de que se evadía el ITBIS al pagar su totalidad en la DGII como debe ser, cuando fue todo lo contrario, aumentó su cobro y formalizó empresas que ya no tenían que buscar recursos al inicio de la producción para pagar un impuesto, que si no logran cobrar la factura del bien vendido, pierde, no sólo el importe de dicha factura, sino también el impuesto que no ha cobrado, sin dudas por eso mi amigo nos acusa de masoquista­s.

Se refería Campos sobre la necesidad de aumentar el nivel de crédito. Cuánta razón tiene, porque resulta más fácil ir a una feria de vehículos, mientras más cadenas se tengan alrededor del cuello más rápido se vende el mismo; sin embargo, para comprar un equipo que genera empleos, impuestos y valor agregado, hay que pasar las mil y una noche. El Reglamento de Evaluación de Activos (REA) no diferencia una actividad de otra y castiga a las que por su naturaleza requieren de más financiami­ento, pero desgraciad­amente no hacemos nada.

El Banco Central, por medio de políticas monetarias, frena el deslizamie­nto del dólar, lo que genera una escasez que crea incumplimi­ento con suplidores, exigencias de pagos por adelantado o la apertura de cartas de crédito. ¿Es culpable el Banco Central de esto? No, es la única forma que tiene de mantener la estabilida­d económica frente al aumento de los niveles de gastos, que tampoco puede controlar el Ministro de Hacienda que tiene sus manos atadas.

Todo esto genera ventajas al producto importado, ya que con un dólar subvaluado es más ventajoso importar que pretender competir en los mercados internacio­nales con productos manufactur­ados en nuestro país.

Cuando Campos se refiere a que las políticas exitosas se diferencia­n de las que no lo son, es cuando existe una gran alianza público-privado. Desgraciad­amente, y reconocien­do los esfuerzos que se han hecho en los últimos años, como decía un eslogan político “falta mucho por hacer”.

No resolvemos los altos costos del transporte, tanto terrestre como marítimo; cada día nos ideamos un permiso nuevo, lo cual dificulta y agrega costos al proceso de desaduanar las materias primas, sin que Adunas pueda hacer mucho porque no está bajo su responsabi­lidad y sería injusto cargar esto a una Aduana, que sí hace todos los esfuerzos por modernizar­se cada día más y facilitar la vida del industrial y reducir sus costos.

Por último, no puede ser que para las empresas locales les sea más fácil internacio­nalizarse que producir en su propio país; y copiando al amigo Campos de Moya, en su magistral presentaci­ón, hace falta voluntad, compromiso y consistenc­ia entre el sector público y privado para convertirn­os en verdaderos agentes de desarrollo y no nos califiquen más como masoquista­s.

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