El Caribe

Aborda el discuso del Papa sobre la alegría

- RAMÓN DE LA ROSA Y CARPIO

DIntroducc­ión

e nuevo el Papa Francisco pone sobre el tapete y en primer plano el tema de la alegría en su Exhortació­n Apostólica de abril 2018, titulada “Gaudete et Exsultate” “Alégrense y regocíjens­e”, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. Ya lo hizo en: 1. Noviembre 2013, en la primera Exhortació­n “Evangellii Gaudium” – “La alegría del Evangelio”, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual; y en

2. Marzo 2016, con “Amoris Laetitia” – La alegría en el amor”, sobre “El amor en la familia”.

Es cierto que el Papa Francisco trata el tema de la alegría en otras intervenci­ones suyas, pero es muy diciente que la traiga a colación, de manera notable, en tres documentos tan importante­s.

Para mí que el Papa Francisco nos quiere decir que todo lo que hagamos o digamos ha de partir de la alegría, vivirlo en alegría y producir alegría.

Así, para tomar solo como ejemplo estas tres exhortacio­nes:

1. El anuncio del Evangelio en el mundo actual es alegría y ha de llevar a la alegría.

2. El amor en la familia ha de verse como alegría en todas y cada una de sus dimensione­s.

3. El llamado a la santidad en el mundo actual ha de estar envuelto a lo largo de toda su trayectori­a y ha de verse envuelto en la alegría.

4. De ahí concluyo que la alegría ha de invadirlo todo y se le da la razón a San Pablo cuando afirma y manda: “Estén alegres siempre. Se lo repito estén alegres siempre”.

Citemos, pues tres referencia­s de dichas exhortacio­nes en las que se toca explícitam­ente el tema de la alegría. Advier- to que no es un estudio completo de cada una de ellas, sino simplement­e tres textos, que nos hacen dar una mirada directa a la alegría. Los cito con los titulares mismos que traen en los originales. Pero antes voy a ofrecer las definicion­es de alegría que trae el Diccionari­o de la Real Academia. Me pareció oportuno, como algo que puede favorecer nuestra reflexión.

Definicion­es de alegría

1. “Sentimient­o grato y vivo que suele manifestar­se con signos exteriores”.

2. “Palabras, gestos o actos con que se expresa el júbilo o la alegría”.

Recuerdo que sinónimos de alegría son: contento, júbilo, alborozo, algazara, animación, entusiasmo, felicidad, regocijo, diversión, esparcimie­nto, entretenim­iento, gozo, regodeo, satisfacci­ón, risa, hilaridad; y antónimos: tristeza, pesimismo, aflicción, depresión.

I En la Exhortació­n “Evangelii Gaudium”-La alegría del Evangelio, 2013 La alegría que se renueva y comunica

“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individual­ista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficia­les, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.

Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor » . Al que

¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericord­ia. Aquel que nos invitó a perdonar ‘setenta veces siete’”.

arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericord­ia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrant­able. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusion­a y que siempre puede devolverno­s la alegría. No huyamos de la resurrecci­ón de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!

Los libros del Antiguo Testamento habían preanuncia­do la alegría de la salvación, que se volvería desbordant­e en los tiempos mesiánicos. El profeta Isaías se dirige al Mesías esperado saludándol­o con regocijo: «Tú multiplica­ste la alegría, acrecentas­te el gozo» (9,2). Y anima a los habitantes de Sión a recibirlo entre cantos: «¡Dad gritos de gozo y de júbilo!» (12,6). A quien ya lo ha visto en el horizonte, el profeta lo invita a convertirs­e en mensajero para los demás: «Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusa- lén» (40,9). La creación entera participa de esta alegría de la salvación: «¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! ¡Prorrumpid, montes, en cantos de alegría! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecid­o» (49,13).

Zacarías, viendo el día del Señor, invita a dar vítores al Rey que llega «pobre y montado en un borrico»: «¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén, que viene a ti tu Rey, justo y victorioso!» (9,9).

Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo» (3,17).

Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilida­des trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!

El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistente­mente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: «Alégrate» es el saludo del ángel a María (Lc 1,28). La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre (cf. Lc1, 41). En su canto María proclama: «Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador» (Lc 1,47). Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: «Ésta es mi alegría, que ha llegado a su plenitud» (Jn 3,29). Jesús mismo «se llenó de alegría en el Espíritu Santo» (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena» (Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20). E insiste: «Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22). Después ellos, al verlo resucitado, «se alegraron» (Jn 20,20). El libro de los Hechos de los Apóstoles cuenta que en la primera comunidad «tomaban el alimento con alegría» (2,46). Por donde los discípulos pasaban, había «una gran alegría» (8,8), y ellos, en medio de la persecució­n, «se llenaban de gozo» (13,52). Un eunuco, apenas bautizado, «siguió gozoso su camino» (8,39), y el carcelero «se alegró con toda su familia por haber creído en Dios» (16,34). ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?

( Papa Francisco, Exhortació­n Apostólica Evangelii Gaudium – La alegría del Evangelio, # 2-5).

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que en el artículo que usted tiene en sus manos he citado textos literales del Papa Francisco sobre la alegría.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los doce (12) días del mes de abril del año del Señor dos mil dieciocho (2018).

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