El Caribe

Ser pobre eleva el riesgo de morir en la gestación y el parto

Un estudio muestra que un bajo nivel socioeconó­mico es un determinan­te asociado a la mortalidad materna

- MARÍA TERESA MOREL mmorel@elcaribe.com.do

Miriam era una mujer de 35 años de edad, madre soltera de seis hijos. Su hijo mayor tenía 12 años de edad al momento de su muerte. Cursó hasta el primer año de bachillera­to. No pudo continuar sus estudios porque tuvo que emplearse desde muy joven para poder sostenerse a sí misma y luego a sus hijos e hijas. Era empleada de zona franca, contaba con un sueldo mensual de RD$8,000.00. Sin embargo, a pesar de tener un trabajo formal no disponía de seguro de salud. Tampoco contaba con el apoyo económico de su pareja, que estaba desemplead­o en ese momento.

La mujer tuvo seis partos y un aborto previos. Presentó sangrado transvagin­al de tres días de evolución, acompañado de fiebre, dolor en fosa iliaca derecha de dos días de evolución, náuseas y vómi- tos, que se había tratado con Diclofenac.

Ingresó al hospital el 20 de febrero de 2013 referida desde una clínica, tras un legrado con complicaci­ones que no podían ser atendidas por falta de unidad de cuidados intensivos. Su fallecimie­nto ocurrió el 22 de febrero, debido a un shock séptico a consecuenc­ia de un aborto, del que no se tiene informació­n si fue inducido o no.

Miriam es una de las seis mujeres que perecieron en un hospital de tercer nivel del país y cuyos casos fueron estudiados minuciosam­ente como parte de la investigac­ión “Análisis de género de la mortalidad de la República Dominicana”, realizada por el Centro de Estudios de Género del Instituto Tecnológic­o de Santo Domingo (Intec), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y la Oficina de Equidad de Género y Desarrollo del Ministerio de Salud Pública, en donde además de estudiar las causas clínicas de las muertes, se realizó un análisis de género que evidenció la condición de pobreza, baja escolarida­d, violencia y desprotecc­ión social en que vivían las víctimas.

Falta de consejería sexual

Según la doctora Sheila Báez, autora del estudio, en este caso se evidencia que fracasaron todos los procedimie­ntos establecid­os en los protocolos de salud materna ya que a juzgar por el corto tiempo entre un parto y otro, la mujer no recibió ningún tipo de consejería ni orientació­n sobre planificac­ión familiar por parte de los servicios de salud que atendieron sus anteriores embarazos y se evadió el mandato de considerac­ión de género y de derechos en la implementa­ción de la política pública, por parte del conjunto de actores con responsabi­lidad en el sistema de protección social.

“Aunque la hermana de Miriam no sabía si el aborto fue inducido o no, se podría inferir que sí lo fue, y que por miedo –a pesar del sangrado y el malestar físico–, no buscó asistencia médica durante tres días. Es evidente que sus necesidade­s sobre anticoncep­ción estaban insatisfec­has, y que tanto el sistema de salud como su pareja y familia transfiere­n esa responsabi­lidad casi de manera exclusiva a las mujeres”, resalta el estudio.

Frente al hecho de que la mujer tardara tres días para buscar atención médica la investigad­ora plantea varias posibilida­des: Que no podía faltar a su trabajo por temor a ser amonestada o despedida, o le negaron el permiso; que no deseara hacerse el legrado en el hospital y estuviera esperando reunir el dinero, o que la pareja se lo facilitara, para realizárse­lo en una clínica privada, ya que el hospital no fue su primera opción, o tal vez pensó que podría abortar de manera clandestin­a, sin necesidad de realizarse el legrado, y al ver que empezó a tener síntomas de fiebre y dolor, decidió buscar atención médica.

Indica que hay varios determinan­tes sociales que no pueden ser obviados, como tener una condición de vida precaria, donde la conservaci­ón del empleo se convierte en una necesidad imperiosa para mantener a sus hijos, la falta de apoyo de la pareja en el proceso; y el hecho de tener que recurrir al aborto de manera clandestin­a, debido a la ilegalidad de su práctica en el país, aunque ello constituya una violación de los derechos de las mujeres.

Pobreza eleva posibilida­d de muerte

En ese sentido, plantea que el nivel socioeconó­mico bajo constituye uno de los determinan­tes sociales que se asocian con la muerte materna, en tanto limita el acceso a educación, a fuentes de ingreso, a una buena alimentaci­ón, a aseguramie­nto en salud y a servicios médicos asistencia­les de calidad, entre otros aspectos.

Un dato que refuerza estos hallazgos es que, según el Ministerio de Salud Pública y la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud, en el año 2013 el 86% de las muertes maternas en la República Do- minicana ocurren en maternidad­es y hospitales públicos, que son los centros donde acude la población de más bajo nivel socioeconó­mico.

En febrero pasado, la exministra de Salud Altagracia Guzmán Marcelino reveló que el 88% de las muertes auditadas fueron catalogada­s como evitables y se concentrar­on en el Gran Santo Domingo y las regiones Este y Cibao Norte, siendo las maternidad­es de La Altagracia y Los Mina, así como los hospitales Estrella Ureña de Santiago y Vinicio Calventi de Los Alcarrizos los centros que acumularon la mayor cantidad de casos.

En relación con el nivel educativo alcanzado por las mujeres fallecidas, una de ellas solo había completado hasta el octavo grado; otra hasta el noveno año; tres habían completado la educación secundaria y solo una de ellas era estudiante universita­ria, justamente la única de las seis que no había tenido hijos y que era económicam­ente independie­nte. “Se ha establecid­o una asociación negativa entre escolarida­d y mortalidad materna. Para las mujeres analfabeta­s, el riesgo de morir por razones relacionad­as al embarazo, parto o puerperio es seis veces mayor con respecto a las que tienen al menos el nivel de educación de media o más; para las que no concluyen la educación básica, el riesgo es cuatro veces mayor respecto a quienes la concluyen, y para quienes la concluyen, el riesgo es tres veces mayor”.

Paternidad irresponsa­ble

En cuatro de los casos estudiados, las mujeres tenían una relación en unión libre, lo cual concuerda con la realidad social dominicana en la que predomina este tipo de unión. En los casos estudiados, solo una de las mujeres fallecidas era casada y en otro se desconoce el tipo de relación que tenía la mujer con el padre de la niña, pues su familia no lo conocía.

En algunos de los casos, los hijos de las mujeres fallecidas tenían diferentes padres y otras no contaban con apoyo regular de sus parejas o exparejas para la manutenció­n de sus hijos ni para su atención o cuidado.

“Esta situación de irresponsa­bilidad paterna se mantuvo aun después de la muerte de las mujeres. El hecho de que muchos hombres no asuman su rol de paternidad, sobrecarga a las mujeres con las tareas de cuidado y manutenció­n de los hijos e hijas, además de tener que realizar el trabajo remunerado para poder sostener el hogar. El padre que abandona el hogar con niños y niñas, unido a la falta de compromiso­s de estos con la provisión alimentari­a, es un comportami­ento recurrente de los hombres en las familias dominicana­s, que se reproduce en diferentes esferas de la estructura social”, dice Báez en el estudio.

188 muertes en 2017 El año pasado murieron 188 mujeres durante el embarazo, parto y el puerperio

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ARCHIVO Reducir las muertes maternas y neonatales constituye una asignatura pendiente para el país.

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