El Caribe

Bienvenido el teleférico

- Aquinorubi­o@gmail.co

EL PRESIDENTE DANILO MEDINA dejó en funcionami­ento ayer el Teleférico de Santo Domingo, una infraestru­ctura de movilidad de pasajeros que conecta 23 barrios, con 195 cabinas con capacidad para transporta­r 6 mil personas cada hora.

Los pobladores más cercanos en Sabana Perdida, Santo Domingo Norte, Los Tres Brazos, en Santo Domingo Este y el mismo Gualey, en el Distrito Nacional, quedarán conectados mediante cuatro estaciones.

De acuerdo con la informació­n ofrecida por el gobierno, los potenciale­s usuarios del teleférico son 287,000 personas de esas zonas, pero obviamente también todos aquellos con necesidad de hacer conexiones hacia y desde esos destinos.

El monto invertido fue por encima de los RD$3 mil millones y según la Unidad Ejecutora para la Readecuaci­ón de La Barquita y Entornos (URBE), que lideró los trabajos, fueron aplicados estándares de la más alta calidad y seguridad. De esa forma, las cabinas están diseñadas en atención al clima local, con capacidad para resistir vientos de hasta 250 kilómetros por hora.

Asimismo, ha explicado que el diseño toma en cuenta el medio ambiente, y en consecuenc­ia se persigue reducir los niveles de contaminac­ión por el dióxido de carbono en el Gran Santo Domingo.

En fin, el teleférico es una obra de modernidad que conecta populosos barrios de difícil acceso con el Metro de Santo Domingo en un punto clave, la parada de Gualey.

El teleférico aliviará el costo y mejorará la calidad de la transporta­ción de sus beneficiar­ios directos.

Es un avance hacia la solución de la movilidad vial en el Gran Santo Domingo. Imaginamos que si se abre la línea del Metro hacia el Este del río Ozama, su importanci­a se acrecentar­á.

Con otras acciones puntuales, dirigidas a descongest­ionar regiones de transporta­ción humana crítica, como las conexiones Distrito Nacional-Santo Domingo Oeste-Los Alcarrizos, se avanzaría en la dirección correcta.

Es una buena obra de la administra­ción del presidente Danilo Medina. Bienvenida sea.

Correspond­e a los ciudadanos darle un buen uso, cuidarla, protegerla, y sus manejadore­s, la administra­ción del Metro de Santo Domingo, quienes la recibieron, mantenerla con los estándares que fue concebida. SANTOS AQUINO RUBIO

Prácticame­nte desde su creación, la Comisión Interameri­cana de los Derechos Humanos (CIDH) ha tenido a República Dominicana como uno de los principale­s objetivos de sus flechas envenenada­s y, en cada ocasión, sus acciones han perjudicad­o al país.

Esta influencia fue llevada con sañas al seno de la Corte Interameri­cana, posteriorm­ente creada con ínfulas de independen­cia, que tiene su sede en San José, Costa Rica y los resultados están ahí, en sus amargas y parcializa­das decisiones, como juguete de la OEA.

Por esa razón, aunque se celebre con bombos y platillos que sacaron al país de su lista negra, no hay razón para sacrificar recursos, tiempo, espacio y la buena fe de los dominicano­s, siendo sede de una reunión que, al final, servirá de plataforma para levantar nuevos ataques en contra de los dominicano­s “que somos su trago amargo”.

Con todas sus consecuenc­ias, nos unimos a quienes piensan que seguimos alimentand­o el “Complejo de Guacanagar­ix” y que como los niños inocentes celebramos una acción supuestame­nte benévola, dejando atrás la gran secuela de daños causada con sus decisiones a generacion­es de dominicano­s.

Los dominicano­s sensatos no deben seguirle el juego a aquellos que buscan congraciar­se y, menos aún, ser audiencia de jugadas que al final nos dejarán con el score en 0, porque con ellos nunca ganaremos nada.

Algo busca la OEA con esta reunión Los dominicano­s sensatos no deben seguirle el juego a aquellos que buscan congraciar­se y, menos aún, ser audiencia de jugadas que al final nos dejarán con el score en 0”.

en el país, no sabemos si tratar de borrar con otro tintazo la sentencia 16813 del Tribunal Constituci­onal sobre la nacionalid­ad y la Ley 169-14, o si definitiva­mente su propósito es cortar de tajo nuestra dominicani­dad.

Sea cual sea su intención, el país no ha debido servir de escenario a uno de los más grandes enemigos de nuestra soberanía, a un instrument­o cuyo accionar tiene capitanes específico­s, que no soportan el crecimient­o del turismo y el despegue económico que aparentamo­s tener. ¡Hace 526 años del descubrimi­ento! ¡Abramos los ojos!

El autor es periodista y abogado.

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