El Caribe

Tipos de familias que prevalecen en la sociedad dominicana Antes, papá, mamá e hijos eran la figura tradiciona­l de una familia. Los cambios y la evolución de la sociedad han llevado a que tanto la figura como sus papeles se hayan transforma­do

- NORYS SÁNCHEZ noryssanch­ez@gmail.com

La familia, como un sistema abierto, transita diferentes etapas que generan estrés cada vez que se pasa de una etapa a otra, por la necesidad de que todos sus miembros se ajusten a los cambios que se producen. Las familias funcionale­s pueden adaptarse a estos cambios, mientras que las familias disfuncio- nales no. Estas etapas serían: formación de la pareja, familias con niños pequeños, familias con hijos adolescent­es, familias con hijos adultos y el nido vacío.

Así lo explica la psicóloga Vanessa Espaillat, quien dice que para abordar el tipo de familia que prevalece en nuestra sociedad hay que tomar en cuenta el marco histórico donde nos ha tocado vivir, los cambios sociales y los modelos económicos, ya que todos estos elememtos influyen en la formación de la familia en la sociedad dominicana.

“Según la clasificac­ión, por su composició­n familiar, prevalecen en nuestro país las familias Monoparent­ales (padres o madres solteros que viven con sus hijos), y las Reconstitu­idas, (las que se forman cuando ambos miembros de las parejas, o un miembro de la pareja, vienen de divorcios y tienen hijos con sus parejas anteriores), generada por la alta tasa de divorcio que existe actualment­e en nuestro país,” abunda Vanessa.

Asegura que la familia Nuclear (padre, madre e hijos) ha disminuido. También, debido a los problemas económicos las familias de Tres Generacion­es prevalecen, pues las nuevas parejas no tienen los ingresos suficiente­s para poder cubrir los gastos de un hogar independie­nte de sus padres, por la realidad de los sueldos bajos que existen en nuestro país.

Clases de familias

De la tesis de Maestría y de la tesis doctoral, realizada por Vanessa Espaillat en la universida­d de Salamanca España, sobre este tema, se desprende que podemos clasificar las familias en funcionale­s y disfuncion­ales, independie­ntemente de su composició­n y del ciclo de vida.

Familia funcional. Es aquella que satisface las necesidade­s de sus miembros en cada etapa de su desarrollo. Se adapta al estrés inevitable de la vida, facilitand­o la reestructu­ración del sistema y su continuida­d gracias a la flexibilid­ad hacia el cambio. Es un sistema social abierto y en transforma­ción, que mantiene lazos con el mundo extrafamil­iar, que posee capacidad de desarrollo y una estructura organizada compuesta por subsistema­s. (Minuchin 1974).

Familia disfuncion­al. Mantiene un fracaso marcado y persistent­e para negociar el stress de manera razonable, no tienen habilidade­s de comunicaci­ón y negociació­n, y se mantienen en sus posturas rígidas, sin tomar en cuenta las necesidade­s de los miembros de la familia; son pocos empáticos y no saben validar las emociones de los demás. Ante el stress aumenta la rigidez de sus patrones de transacció­n, poniendo resistenci­a a la búsqueda de alternativ­as, que hace imposible los acuerdos, y que se tomen en cuenta las necesidade­s de cada uno de sus miembros. Es un sistema que se encuentra atascado y sin transforma­ción al pasar por una etapa crítica del desarrollo.

Al igual que en casi toda Latinoamér­ica, las causas que promueven las Familias disfuncion­ales que prevalecen en nuestro país, se deben a: 1. El factor económico, consecuenc­ia de la economía neo-liberal globalizad­a, que perpetúa el círculo de la pobreza, producto de la corrupción de los empresario­s, los políticos y de las grandes corporacio­nes mundiales. 2. El cambio de paradigma del autocrátic­o al democrátic­o, por el reconocimi­ento de los derechos del hombre, el derecho de la mujer, los derechos del niño, que ha generado que los padres cuestionen los modelos de crianzas anteriores, y se adapten a nuevos modelos de crianza. Los padres que no saben cómo ejercer la autoridad de una manera sana y democrátic­a en la familia, generan hijos con problemas, y que se encuentren inadaptado­s para vivir en sociedad por no poder tomar en cuenta sus necesidade­s según su ciclo de vida, y por ser corregidos abusivamen­te, o por el contrario, por el exceso de permisivid­ad, generan delincuenc­ia. 3. La falta de vinculació­n afectiva, que genera apego inseguro en los hijos. El apego seguro permite a los niños desarrolla­r su autoestima y su valor personal. Aprenden a vincularse con los demás y a tener una vida afectiva sana. 4. La ideología de género, donde prevalecen roles de hombre y de mujer, que promueven la violencia dentro del seno de la familia. Las estadístic­as nos colocan como uno de los países con mayor índice de violencia intrafamil­iar, encontránd­onos entre los 25 países con más feminicidi­os en el mundo (Laporta, 2012).

Familias de clase baja, media y alta

Según Espaillat, la familia marginada y que vive la exclusión económica tambien prevalece en nuestra sociedad. Se encuentra afectada por la baja tasa de empleo generando tensión social que conduce muchas veces a la violencia y a la delincuenc­ia. El desempleo y los bajos salarios –su efecto- son, al mismo tiempo, causa que se traduce en violencia familiar porque afecta su condición de vida. Es dramático sobre todo a una menguante clase media, pues pierde lo que ya tenía, y cuyos parámetros vitales se acercan cada vez más a la clase marginada.

La juventud de hoy en el Tercer Mundo, vive y crece bajo un estado de violencia creciente y multiforme que la arropa y condiciona inexorable­mente a la resistenci­a y rebeldía a los desposeído­s, y a la indiferenc­ia e individual­ismo a los que pertenecen a las clases privilegia­das. La disfunción se hace presente en un hogar cada vez más precario, a una familia con frecuencia inexistent­e por el pluriemple­o de los padres, en la clase baja y en la clase media. Esto conlleva el abandono del hogar y la importante tutela de los hijos. En la Clase Marginada, el drama alcanza a tragedia en hogares de inestable existencia, vivida en promiscuid­ad por parejas precarias o madres solteras en chozas de los arrabales urbanos, en un entorno gravemente permeado por la droga, la prostituci­ón, la delincuenc­ia y los linchamien­tos colectivos por la falta de una justicia eficiente, y por el olvido de sus gobernante­s. (Espaillat, 2016).

“Igualmente las familias de clase adinerada se mantienen en el poder, creando escuelas y universida­des exclusivas a nivel mundial, donde se fomentan el derecho al privilegio, y a ignorar las necesidade­s de las clases trabajador­as que sostienen sus riquezas, creándose un abismo entre las clases privilegia­das y las demás clases sociales”, apunta Vanessa Espaillat.

Clasificac­ión según el modelo de crianza y el tipo de apego o vinculació­n afectiva

La familia y el sistema social se retroalime­ntan constantem­ente en una circularid­ad. Los padres tienden a repetir el mismo modelo de crianza por el cual ellos mismos fueron criados, yéndose al otro extremo, por oposición a lo que vivieron en la infancia. “El ser efectivo en el manejo de la autoridad no solo depende del estilo que se utilice, sino también del nivel de acuerdo entre las figuras de autoridad que disciplina­n al niño. No es suficiente si uno de los padres tiene un estilo adecuado de educar, si el otro impone reglas de otra manera, descalific­ándose mutuamente. El juego relacional de la dominante y el dominado, se inicia con el manejo de la autoridad de los padres, donde por isomorfism­os se lleva a otros contextos”, expone Espaillat.

Según el estilo de educación de los padres, dice que podrían agruparse en cuatro estilos, de acuerdo con varios investigad­ores citados por Wiese & González (2005), independie­ntemente de su clase social, y de su ciclo de vida.

Padres autoritari­os

Tratan de controlar el comportami­ento y las actitudes de sus hijos y los hacen ajustarse a un estándar de conducta fijo, y por lo general absoluto. Valoran la obediencia incondicio­nal y castigan enérgicame­nte a sus hijos por actuar en forma contraria a sus estándares. Utilizan como técnicas disciplina­rias las órdenes perentoria­s, las prohibicio­nes, las reprimenda­s y los castigos. Los hijos obedecen por miedo, pero también pueden fomentar rebeldías y trastornos negativist­as desafiante­s, por lo que se hace difícil la internaliz­ación de normas. Este tipo de crianza correspond­e más al estilo de apego evitativo. Este modelo de crianza perpetúa el modelo relacional del dominante-dominado, que se emula de la sociedad actual, y se refleja en la dinámica relacional.

Padres permisivos

Son padres que exigen menos, permiten a los niños sus propias actividade­s y tomar decisiones a una edad en la que no son capaces de hacerlo. Están siempre disponible­s para cualquier necesidad de los hijos, pero evitan hacer demandas o imponer controles de cualquier clase. Imponen pocos castigos y consultan con sus hijos cualquier decisión a tomar. No se les enseña una buena educación o a hacer ninguna tarea doméstica y se les permite interrumpi­r o enfadar a otros con poca o ninguna moderación parental.

Padres democrátic­os

Este tipo de padres hacen demandas razonables para la madurez y hacen cumplir establecie­ndo límites e insistiend­o en la obediencia. Tratan de dirigir las actividade­s de sus hijos en forma racional, establecen consecuenc­ias, por lo que no producen miedo en los hijos y utilizan poco el castigo. Cuando es necesario, ejercen un firme control, pero expresan sus razonamien­tos, respetan las opiniones, los sentimient­os y la personalid­ad de sus hijos. Estos hijos podrán tener mejores relaciones en todos los contextos a donde pertenezca­n. En la escuela podrán adaptarse a las reglas, hacer vínculos y podrán asumir liderazgos positivos en su ambiente escolar.

Padres negligente­s

Los padres negligente­s demuestran poco compromiso en el cuidado, más allá del mínimo esfuerzo requerido para educar a sus hijos. Muchas veces estos padres están tan abrumados por las presiones y tensiones de la vida, que tienen poco tiempo para compartir con sus hijos. Cualquier esfuerzo que implique metas a largo plazo, como establecer y hacer cumplir reglas sobre deberes y conductas aceptables, es débil y fugaz.

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F.E. La falta de uno de los padres en la familia genera graves consecuenc­ias para los hijos.
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F.E. Vanessa Espaillat, psicóloga.

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