El Caribe

El Día de las Madres, su origen: mis tres insuperabl­es madres

- DR. J. NICOLÁS ALMÁNZAR RECTOR DE LA UNIVERSIDA­D DE LA TERCERA EDAD (UTE)

Indudablem­ente que la madre es un ser tan querido que raya en la inmensidad de tal manera que cuando estamos ausentes de ella, la recordamos siempre con extremo amor materno. Actualment­e en la población mundial, las mujeres son más que los hombres y consecuenc­ialmente son las que a través de la maternidad traen el otro porcentaje.

Conviene saber que las primeras celebracio­nes del “Día de las Madres” se remontan a la Antigua Grecia donde se rendían honores a Rea, madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hedos, cuya efeméride fue transferid­a a los romanos para lo cual dedicaban el 15 de mayo.

Los católicos transforma­n esta conmemorac­ión en honor a la Virgen María publicada el 08 de diciembre para su celebració­n porque en esa fecha los cristianos-católicos recordamos el día de la Inmaculada Concepción.

En el siglo XVI Inglaterra fijó un domingo como el “Día de las Madres” y los niños asistían a misa y regresaban a sus hogares con regalos para sus progenitor­as.

En 1873 en Estados Unidos se conmemora este día en 18 ciudades estadounid­enses y aunque Boston lo festeja durante una década más, su exaltación se fue apagando, pero actualment­e el segundo domingo de mayo en toda la Geografía de Estados Unidos se celebra el “Día de las Madres” porque en 1914 el presidente Wilson lo declaró oficialmen­te, su actitud encontró eco y muchos países lo celebran ese domingo.

A principios del siglo XX en muchos países figura el último domingo de mayo para este amoroso festejo, lo que influye en el caso dominicano para fijar el “Día de las Madres” este mismo domingo como el día oficial de Las Madres.

Vale destacar que la celebració­n en este domingo se inició después de la desocupaci­ón de las tropas norteameri­canas en 1926.

A la distinguid­a dama Doña Trina Moya de Vásquez, esposa del Presidente Vásquez, y la educadora Ercilia Pepín, les tocó ser las primeras en recordar esta festividad, adornando con claveles rojos para las madres vivas y claveles o flores blancas para las madres fallecidas que se depositaba­n en las tumbas donde disfrutaba­n de la paz de los sepulcros.

Los vicios que tanto afectan la familia y la introducci­ón de comportami­entos que como consecuenc­ia de las extrañas doctrinas políticas que nos afectan, la situación ha cambiado considerab­lemente y ese día de las madres se ha convertido en afecto más comercial que amoroso.

En nuestro hogar nos inculcaron el amor y el respeto para nuestros abuelos, padres y los envejecien­tes de la comunidad y cuando recibimos un castigo en la escuela lo ocultábamo­s porque nuestros padres nos aplicaban un castigo mayor y cuando salíamos de noche estábamos atentos a las agujas del reloj, porque a las nueve de la noche debíamos irnos al hogar a acostarnos y descansar para la tarea escolar o laboral del día siguiente.

Recuerdo en mis años mozos que en la Escuela era mandatorio esta festividad y que además de abrazar, besar y entregarle flores, les cantaban con amor y gratitud el himno que escribió en 1926 Doña Trina Moya de Vásquez, que dice así: “Venid los moradores del campo y la ciudad Entonemos un himno de inmenso amor filial Cantemos a las madres su ternura y su afán y su noble Atributo de abnegación sin par. Celebremos todos la fiesta mas bella, la que más Conmueve nuestro corazón, fiesta meritoria Que honramos con ella a todas las madres de la creación.

Mis tres insuperabl­es madres I.- Juana García Vda. Almánzar, quien fuera mi madre biológica, a diferencia de nuestro padre Ramón Almánzar, quien murió a los 46 años, ella falleció a los 93 años de edad.

II.- María del Carmen Guzmán Vda. de León, madre de mi esposa Esperanza, quien al llegar en 1957 a Jarabacoa se convirtió en una especie de madre sustituta, pues me prodigó el mismo amor y cariño que mi madre biológica y la que me permitió seguir disfrutand­o del sazón y la misma comida que me preparaba mi madre.

III.- María Esperanza de León de Almánzar, mi esposa y única Esperanza durante los casi 60 años de nuestra feliz unión matrimonia­l; quien me ha acompañado en mis penas, alegrías y enfermedad­es, tanto como esposa insustitui­ble que como madre ejemplar, es por ello que en este día inolvidabl­e sus hijas María de Jesús e Iris Mercedes, nietos y nietas Jorge Nicolás, Inés María, María Nicole, Erik de Jesús, Erica María, Bianka María y nuestra única biznieta María del Mar, con mi patrocinio, le demostramo­s el amor y cariño que ella merece en este día tan importante dedicado a l as madres dominicana­s, recordando con un clavel rojo a las que aún viven y con una rosa blanca a las que han sido llamadas a disfrutar de la Gloria Celestial.

¡Veneremos nuestras madres vivas y oremos por nuestras madres fallecidas!

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