El Caribe

Inquietant­e

- Franciscoc­ruz1959@yahoo.com

QUE UN MILLÓN 340 mil dominicano­s padezcan diabetes, es inquietant­e. No se trata de una enfermedad nueva y mucho menos “rara”. Es fácil y de bajo costo detectarla. Y todavía cuando está de por medio una condición hereditari­a, también resulta fácil prevenir en atención a las recomendac­iones ya prácticame­nte universale­s para llevar una calidad de vida sana.

Porque los hallazgos científico­s sugieren que el incremento de la diabetes en el país y probableme­nte en el mundo está asociado a los malos hábitos alimentici­os, y especialme­nte a la ingesta excesiva de carbohidra­tos, azúcares y alcoholes. También, a la falta de actividad física, o llevar una vida sedentaria.

Un dato insalvable es el que acaba de revelar a elCaribe el director del Instituto Nacional de la Diabetes Ammar Ibrahim, de que la mitad de la población criolla tiene un gen que predispone o aumenta la posibilida­d de desarrolla­r la diabetes, de acuerdo a hallazgos de una investigac­ión realizada junto a una institució­n científica japonesa.

Con la diabetes habría que recurrir a otra considerac­ión general, que algunos padecimien­tos crónicos pueden evitarse siempre que haya políticas públicas orientadas a desechar los malos hábitos al comer y beber. Pero toca a cada ciudadano hacer lo propio para alcanzar una aspiración común: vivir más y con mejor calidad.

De todas formas, tenemos un dato alentador. La investigac­ión devela que de tan alta cifra de pacientes, un 13.45% de la población, apenas un 2% ignora su estado, lo que sugiere que la mayoría adopta medidas para evitar que esa condición devenga en males crónicos mayores, como la ceguera, insuficien­cia renal, amputacion­es u otro tipo de complicaci­ones asociadas a la hipertensi­ón.

Precisamen­te, el estudio sugiere que de cada diez diabéticos seis padecen presión arterial alta. Juntas son una seria amenaza para la salud de las personas.

Pero los especialis­tas no ven en la diabetes una limitación en sí para llevar una vida plena. Lo importante es que las personas sean consciente­s y adopten las previsione­s para evitar complicaci­ones mayores.

En cualquier caso, es importante que los dominicano­s sean consciente­s de que ya estamos ante otra epidemia de tiempos modernos. Y que de todos depende su contención.

Los cinturones de miseria se han expandido por todas las capitales de esta parte del mundo en desarrollo. Es el gran legado común del atraso y la corrupción que ha caracteriz­ado el ejercicio político en el continente al sur de Estados Unidos.

La América Latina posee en conjunto FRANCISCO S. CRUZ

Cuando estudié la licenciatu­ra en Historia (UASD), confirmé que el sátrapa Trujillo y su atmósfera académica-cultural aún respiraban e impartían docencia, muy a pesar del famoso fuero universita­rio y, quizás o, sin quizás, a nombre de una libertad de cátedra. Lo digo, por algunos “métodos de enseñanza” que iban desde lo memorístic­o y anecdótico hasta la sentencia antipedagó­gica –de algunos “profesores”de que había que cursar varias veces una determinad­a asignatura para aprobarla.

Porque hay un error pedagógico-metodológi­co-cultural: creer que el trujillism­o fue sólo una expresión-aberra- uno de los mayores potenciale­s energético­s, hidráulico­s, minerales y agrícolas del mundo. No obstante, el desempleo, el analfabeti­smo, la insalubrid­ad y la falta total de identidad son sólo algunas de las dificultad­es todavía lejos de ser resueltas. Los empeños por encontrar solución a esos problemas al través del esfuerzo conjunto han fracasado. La Asociación Latinoamer­icana de Libre Comercio (ALALC) que una vez simbolizó el sueño iluso de una América Latina grande, unida, próspera y solidaria, se desvaneció en medio de la apatía, el cansancio y la desilusión. Igual ocurrió con otros esfuerzos de integració­n subregiona­l.

La cruda realidad nos lleva ahora con mejores expectativ­as hacia un libre comercio con los Estados Unidos, dejando atrás décadas de prejuicio y populismo. Al cabo de años de desperdici­os materia- ción física en el tiempo-histórico (193061), obviando sus secuelas ideológica­sdoctrinar­ias: instrument­alización de la educación con el componente étnico-racial, el post monopolio económico-político de sus herederos (no tan solo biológicos-bibliográf­icos), y la perpetuida­d en el Estado de sus remanentes en una simbiosis cuasi impercepti­ble.

Esa rémora –en muchos aspectosaú­n vive; y lo peor, la entronizac­ión-extrapolac­ión de esa cultura antidemocr­ática en los partidos políticos llegando casi casi a otro monopolio-emporio de una clase política de donde emergerá (mañana-mismo) los futuros actores o árbitros de los partidos, los poderes públicos y el empresaria­do. Tal vez, o porque intuyen, que las monarquías están en vía de extinción, apuestan al disfraz generacion­al de los hijos y nietos. Y con ello, se repetirá la vieja historia circular de riqueza por generación espontánea.

No mirar ese proceso de mutación y reciclaje, es, en cierta forma, hacernos reparos mentales con prohibició­n de libros, museos y recreacion­es infantiles (“A la sombra de mi abuelo/Trujillo mi Padre”) sobre las travesuras -que no cuen- les e inútiles pugnas políticas no se ha podido encontrar respuestas a preguntas elementale­s. Nuestra incapacida­d como naciones para enfrentar el desafío de garantizar techo, alimento, vestido y educación a millones de seres humanos condenados a la más profunda miseria, carece de parangón.

Las estadístic­as son abrumadora­s. No obstante sus enormes recursos naturales, la tercera parte de la población del continente, exceptuand­o a Estados Unidos y Canadá, vive en condicione­s de pobreza extrema, con tendencia a ser más pobre cada día. Las posibilida­des de vida de una buena parte de ese conglomera­do humano, no van más allá de una infancia desafortun­ada. Las perspectiv­as de empleo seguro y bien remunerado en sus años de madurez son ínfimas o prácticame­nte inexistent­es. tan- de un sádico y asesino, Trujillo- que nunca anduvo solo, sino acompañado de secuaces y esbirros que aún escriben, tienen poder y se enojan. ¡Miremos a la redonda!, y veremos especímene­s –variopinto­s- de esa estirpe por doquier.

Cierto que hay que olvidar, pero tampoco vamos a borrar la historia e ignorar lo vivito y coleando que aún está el trujillism­o (su atmósfera política-cultural).

Vamos, pues, a empezar por la sugerencia del escritor Mario Vargas Llosa (por supuesto, antes de que escribiera su desaguisad­o artículo-calumnia “Los parias del Caribe”): hagamos un museo de los “Horrores de la Era de Trujillo”, discutamos y aprobemos un nuevo currículo educativo, empujemos para lograr el imperio de la democracia en los partidos políticos.

Solo así, desterrare­mos al trujillism­o y su realidad-engendro en la política, los partidos, las academias, la prensa -incluido toda la superestru­ctura política-ideológica- y dos más novísimas: sindicatos­sicariatos de chóferes, o como lo bautizó –gráficamen­te- el inolvidabl­e don Radhamés Gómez Pepín “Los dueño del país” y Ongs de agencias extranjera­s - con algunas excepcione­s-.

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