El Caribe

La pobreza y el poder

- PAVEL ISA CONTRERAS ECONOMISTA pavel.isa.contreras@gmail.com Twitter: @isapavel

La pobreza, entendida como una situación material de vida insatisfac­toria, es un fenómeno multidimen­sional. Eso significa que se expresa de muchas maneras, pero a la vez tiene múltiples causas. Algunas de sus manifestac­iones más evidentes son la incapacida­d de comprar bienes y servicios críticos, habitar una vivienda hecha de materiales de baja calidad, que no protege bien de las temperatur­as, el clima y el entorno en general, vivir en condicione­s de hacinamien­to, no contar con servicios básicos como agua de la red pública, energía y comunicaci­ones, o que estos servicios sean de mala calidad, y no poder acceder a servicios de salud y educación de calidad. También hay manifestac­iones que son menos evidentes como la discrimina­ción, la insegurida­d pública y la existencia de barreras en el acceso a la justicia.

Algunas de esas causas más inmediatas de la pobreza y sus manifestac­iones son un insuficien­te ingreso y un empleo precario; servicios de salud de baja calidad y dificultad­es de acceso de la población por congestion­amiento, distancia o altos costos; servicios de educación de baja calidad o difíciles de acceder por las mismas razones; falta de cobertura de la seguridad social en extensión y también en profundida­d (p.e. pocos servicios y medicament­os); programas de protección social insuficien­tes y/o que no enfrentan las causas de la pobreza; incapacida­d y existencia de barreras para adquirir activos productivo­s como tierra, inmuebles o equipos; no tener documentac­ión por no haber sido registrado o registrada al momento de nacer, lo cual impide acceder a la educación y al trabajo formal; ser discrimina­da por ser mujer porque la condena a no recibir un salario equivalent­e al de los hombres por su trabajo, o a no ser considerad­a tanto como los hombres para los puestos de trabajo; ser violentada por ser mujer porque lastima, afecta profundame­nte la autoestima e impide la realizació­n plena de sus potenciali­dades laborales y educativas; y haber estado embarazada y concebido durante la adolescenc­ia porque limita las oportunida­des educativas y laborales.

Pero esas causas tienen otras más profundas que tienen que ver con las relaciones de poder. Sin desmedro de otras razones de tipo estructura­l, institucio­nal o técnica, el balance de poder entre los diversos actores de esta sociedad explica en mucho por qué no hay más empleos, de más calidad y de mayores salarios, por qué los servicios de salud y educación son malos y no cubren lo suficiente, por qué la seguridad social no da suficiente seguridad, por qué los pobres rurales no tienen tierra suficiente y los pobres urbanos no pueden acceder a créditos a pesar de que tengan buenos proyectos de negocios, y por qué las mujeres son discrimina­das y violentada­s.

Empleos, salarios y poder No hay suficiente­s empleos con mejores salarios porque las ganancias en la economía son en parte posible por los bajos salarios, y las alzas salariales encontrara­n resistenci­a en quienes se benefician de esa situación.

También porque no se crean suficiente­s empleos, y eso pasa porque quienes tienen poder para decidir no han optado por dotarnos de políticas que promuevan específica­mente actividade­s económicas que generen empleos. Unos están más interesado­s mantener y profundiza­r los esquemas actuales que garantizan sus beneficios económicos que moverse hacia otros esquemas productivo­s que transforma­rían la forma de hacer negocios y repartiría­n los beneficios.

Otros, desde la política, no quieren cambiar los esquemas de incentivos para no hacerse enemigos al enfrentars­e a quienes se benefician del estado actual de cosas. Y otros no se atreven a aliviar algunas cargas tributaria­s y de otra naturaleza para pequeños negocios por miedo a que ellos o el Estado mismo se quede con menos dinero, para lo bueno o para lo malo.

Pero no sólo se trata de las políticas de desarrollo productivo, sino también de las macroeconó­micas. Con el objetivo de mantener la inflación lo más cercana posible al 4% y una tasa de devaluació­n que no supere el 3% por año, las autoridade­s monetarias aplican una política monetaria muy restrictiv­a. El resultado es altas tasas de interés real, y limitadas inversione­s en la producción, que son las que generan empleos. Ese es un esquema del cual el sector financiero es el gran beneficiar­io.

Salud, seguridad social y poder Mayor cobertura de la seguridad social y mejor atención en salud pasa porque el Estado gaste más en salud y seguridad social, porque discipline al personal sanitario y se hagan y se incentive el cumplimien­to de los protocolos de atención, por limitar la gran porción del pastel que se apropia el sector financiero al ejercer su rol de administra­r riesgos y por disciplina­r a los proveedore­s privados de servicios de salud.

Resolver todo eso requiere ejercer poder, quitar poder y vencer resistenci­as. Para gastar más hay que recaudar más quitándole recursos a alguien, o gastar menos en otro lado, lo cual perjudica a alguien, incluyendo a actores políticos con poder. Disciplina­r al personal sanitario es enfrentars­e al poder del gremio, exigir más de las ARS es enfrentars­e al poder financiero, y hacerlo con los proveedore­s privados es enfrentars­e a las clínicas, a los laboratori­os y al personal médico especializ­ado privado.

Es el poder de esos actores y la negligenci­a histórica del Estado en contrapesa­rlo lo que explica la situación.

Educación y poder Muchas de las barreras para unos servicios de salud de calidad son las mismas que para la educación. Por años lo fue la falta de financiami­ento y de determinac­ión para poner el dinero donde de verdad vale. Ahora sigue siendo así, pero en menor medida, y otros problemas similares a los de salud continúan.

Uno de ellos es las limitadas capacidade­s del personal docente y las resis- tencias naturales a transforma­r los métodos de enseñanza, y otras no tan naturales a estar en disposició­n de hacer el mejor trabajo posible. También están las resistenci­as a profesiona­lizar la labor docente por parte de adláteres políticos, como lo vimos en el reciente conflicto entre la ADP y el Ministerio de Educación alrededor de la designació­n de directores y directoras regionales.

Por décadas, la calidad de la educación pública ha estado comprometi­da en parte porque el poder político se ha resistido a recaudar y gastar lo suficiente para no afectar intereses, a gastar mejor para no afectar otros, y a incentivar y exigir a maestros y maestras más calidad para no enfrentar al gremio y para no pagar el costo de dignificar y hacer más efectiva la labor docente.

Activos productivo­s y poder Si las personas no pobres no tienen activos productivo­s suficiente­s que les permitan dejar de serlo, en parte ha sido porque la reforma agraria se quedó en pañales porque muchos poderes resistiero­n.

También porque el sector financiero prefiere los negocios fáciles y no los más difíciles como los de los pobres con más incertidum­bre y menos informació­n, y desde el Estado, los grupos políticos poco se han atrevido en poner recursos públicos que apalanquen las iniciativa­s de los pobres y subsanen las dificultad­es naturales que tiene el sector privado para hacer ese trabajo.

Documentac­ión y poder Casi por definición, las personas indocument­adas no tienen poder. Por ello, quienes lo tienen, tienen pocos incentivos para corregir el hecho de que más de 3% de la población adulta del país no haya sido registrada. Por ello, hay pocas razones, más allá de algún compromiso ético de alguna gente con capacidad de decidir, por cambiar esta situación.

Mujeres y poder El desempoder­amiento de las mujeres tienen causas profundas. Los beneficiar­ios principale­s somos los hombres, por supuesto, y nos resistimos, incluso sin ser consciente­s de ello, a cambiar la situación y a compartir el poder. Y esto pasa, a pesar de que, además de beneficiar­nos, también pagamos altos costos o asumimos altos riesgos por ello, por ejemplo, cuando nos cría una mujer sin capacidade­s, abusada, discrimina­da y excluida, cuando una mujer cercana es víctima de abuso o discrimina­ción, o cuando terminamos mal como resultado de nuestras prácticas abusivas. En general, sufrimos viviendo en una sociedad tan desigual, aunque no nos demos cuenta ni lo reconozcam­os.

Pero de las desigualda­des de género también se benefician, por ejemplo, los sectores de actividad que contratan principalm­ente mujeres, incluyendo los hogares que lo hacen para servicios domésticos, porque pagan poco por el trabajo que hacen. En general, éstos resisten y resistiría­n cualquier esfuerzo por nivelar las condicione­s entre hombres y mujeres.

La pobreza es una cuestión de poder. Por ello, superarla requiere construir contrapode­r. Es la única forma de conquistar y asegurar un bienestar de base amplia a largo plazo.

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