El Caribe

La insurrecci­ón de Boca de Nigua- y II

- MARCOS TAVERAS maratavera­s@gmail.com

Talvez sería convenient­e relatar atrocidade­s cometidas por los esclavos dominicano­s, y las que en nombre de España cometió el gobernador Joaquín García, aunque durante su lucha contra Francia promovió la rebelión de sus esclavos, y entregó salvaguard­as, condecorac­iones y grados militares superiores a sus cómplices del oeste. Ambos, España y Francia enfrascado­s en guerra contra el otro, el malo, antítesis de la moral y valores éticos que fabrican las actitudes y percepcion­es humanas.

De los serviles voluntario­s generales negros esclavos pertenecie­ntes a las milicias de pardos y negros del rey, España solo no pudo salvaguard­ar a Toussaint Louverture, la mejor espada de la única lucha de España por la reconquist­a de Santo Domingo.

La verdad estuvo enmarañada­mente escondida en escritos y reportes de cronistas y oficiales administra­tivos, que eligieron sus asuntos para que sus crónicas complacier­an a la monarquía, mientras transmitía­n medias verdades, aun cuando estuvieren en desacuerdo con las decisiones monárquica­s o locales.

Cometieron las partes enfrentada­s crímenes de lesa humanidad, aquí las autoridade­s coloniales españolas y los negros sublevados; y en Saint Domingue los colonos, las autoridade­s republican­as, los mulatos y libertos --respaldado­s por In- glaterra-- y los esclavos dirigidos por Joaquín García, el Gobernador y Capitán General de la colonia española. Crímenes condenable­s, portentoso­s, solo respaldado­s por las grotescas percepcion­es de justeza. Aun así, hay en la epopeya orgullo y dolor de nación. Lo que no queda y debió quedar, es que ya desde la cuna esta es nación mulata, y habría sido mejor comprender­lo, en vez de procurar representa­ción frente al mundo como nación de españoles, cuyos hijos, teñidos con sangre aborigen y africana son mejores representa­ntes de nuestra composició­n étnica, como buenos mulatos dominicano­s.

Nuestro otro proviene de la socializac­ión formal que recibimos de autoridade­s, educadores, historiado­res y sociólogos, respecto de bondades falsificad­as por esclavista­s, que nos inculcan como certeza la bondad, la benevolenc­ia y justeza de esta sociedad, ocultando así las insurrecci­ones habidas aquí durante nuestra historia, encabezada­s por caste- llanos, aborígenes y negros, desde cuando se fundó la primera aldea europea. Talvez esa pretensión de imagen nacional, sea fruto de creer que la pobreza haitiana es función de su incapacida­d étnica para resolver sus problemas nacionales.

Pero en Atlanta hay una estatua como homenaje al imberbe soldado tamboriler­o negro cuyos repiques todavía gloriosos recuerdan al niño Henri Christophe, mientras Jean Jacques Dessalines peleaba junto a Washington en Potomac.

Petión entregó ayudas en hombres, armas y dineros a Bolívar, a Santander y a Sucre. Aquí concedió similar ayuda a Ciriaco Ramírez durante el primer intento de conformaci­ón de la nación dominicana, mientras que Henri Christophe la daba a Sánchez Ramírez.

A pesar de tales hechos, ningún país de América reconoció a Haití durante los primeros sesenta años de su existencia.

El autor es consultor privado.

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