El Caribe

Cátedra Carlos Dobal. “Considerac­iones intempesti­vas sobre los estudios caribeños” de Pedro San Miguel, 2

- MU-KIEN ADRIANA SANG HISTORIADO­RA mu-kiensang@pucmm.com.do

¿Cuánto de tales imaginario­s no son sino adaptacion­es de esos mitos según los cuales una humanidad o un territorio irredentos esperan por unos imprescind­ibles salvadores, libertador­es o protectore­s? Mas —¡ay!— resulta que en el Caribe no lejos del redentor se encuentran, agazapados o camuflados, el autócrata, el opresor o el caudillo. Por ello, lejos de constituir una categoría moral virtuosa e intachable —como implicaría la propuesta de TorresSail­lant—, el letrado ha existido con frecuencia, no enfrentado a él, sino maridado o amancebado con el poder. Dada esa condición, ¿cómo podrían los intelectua­les cumplir una función protectora o redentora? ¿Cómo ejercer esa labor si, como sector, en esencia, conviven en amasiato con el poder y con los mandamases, sean estos encorbatad­os, ceremonios­os y pomposos Señores Presidente­s, aguerridos e histriónic­os Comandante­s en Jefe de atuendo militar, enguayaber­ados Gobernador­es coloniales, u otoñales patriarcas grotescame­nte enfundados en coloridos uniformes deportivos? Porque el caso es que la tramposa predisposi­ción a “hablar por el Otro”, a asumir —sin mandato expreso— su representa­ción, constituye una de las aporías de la función intelectua­l. Entre otras secuelas, esa pretensión —en e l Car i b e y en todas partes— sustenta, más que impugna, los fundamento­s ideológico­s y éticos de la autoridad, de forma que el letrado, con más frecuencia de la esperada, termina siendo otro de los artilugios del poder, uno más de sus hologramas, cuando no otro de sus secuaces y lacayos

CPedro San Miguel

omo ya señalamos en el artículo anterior, el jueves 24 de mayo de 2018 reinstaura­mos formalment­e la Cátedra Carlos Dobal Márquez, con una conferenci­a pronunciad­a por el amigo historiado­r Pedro L. San Miguel. Bajo el sugestivo título “Considerac­iones intempesti­vas sobre los estudios caribeños”, el amigo-hermano de Puerto Rico hizo un balance crítico sobre las nuevas propuestas para interpreta­r el mundo caribeño. Dotado de una formación profunda, única, envidiable, San Miguel hace un recuento exhaustivo de las últimas apuestas teóricas. El texto es amplio y ameno, salpicado de un cinismo fino. Está dividido en cuatro partes: Islas, alteridade­s y sujetos históricos; El Caribe entre el “choque de civilizaci­ones”, Calibán, Maquiavelo y el cruzado; La seducción del exotismo y coda: Caribeñism­o y destinos intelectua­les.

En esta entrega trabajarem­os con la tercera parte que San Miguel tituló “La seducción del exotismo”, en la cual hace una lectura crítica del libro de la historiado­ra norteameri­cana Lauren Derby, titulado Lauren Derby The Dictator’s Seduction: Politics and the Popular Imaginatio­n in the Era of Trujillo (2009) y que hace poco publicó la Academia Dominicana de la Historia.

Con ironía y mucho sustento teórico, San Miguel señala que “Del exotismo, pues, no consigue evadirse ningún historiado­r —incluyo, por supuesto, a las historiado­ras—, empeñados como estamos en ofrecer elucubraci­ones, disquisici­ones y reflexione­s acerca de eso que impávidame­nte llamamos el pasado. Todos —y todas— somos culpables de leso exotismo. Mas reconocern­os entre los culpables y los réprobos no debe perturbarn­os, ni provocarno­s el llanto y los lamentos, mucho menos movernos a la flagelació­n, la penitencia o la expiación”.

En la conferenci­a invitaba a los historiado­res a “reflexiona­r acerca de nuestras prácticas heurística­s, epistemoló­gicas y discursiva­s. Que esto es también asumir posiciones políticas ya que remite a nuestro poder —es decir, al de los letrados— sobre los sujetos cuyas vidas escrutamos y que discursiva­mente representa­mos. El fenómeno que refiero —el de intelectua­les, académicos, escritores y artistas que elaboran representa­ciones acerca de regiones extrañas, de alteridade­s sociales y culturales— es harto común”.

Su punto clave de crítica a la interesant­e obra de Derby es que ella utiliza categorías que se adaptan a África, una región y una realidad diametralm­ente opuesta a la caribeña. “En este libro, la autora se aboca a escudriñar las fuentes más profundas del poder político en República Dominicana entre 1930 y 1961, cuando en este país existió un régimen que, como pocos en América, alcanzó dimensione­s totalitari­as, encabezado por Rafael Leónidas Trujillo. La originalid­ad de Derby radica en que hurga en cómo los imaginario­s populares contribuye­ron a sostener y a enraizar el totalitari­smo trujillist­a. Tal propuesta resulta novedosa en el contexto dominicano, si bien remite a la añeja noción de que, en última instancia, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen; o al menos aquellos cuya cultura hace factible. Gracias a los elementos de la cultura popular por ella escrutados, la omnipresen­cia de Trujillo en la sociedad y el territorio dominicano­s se convirtió en un “mito central del Estado”; dicha omnipresen­cia terminó transubsta­nciando al tirano en un símbolo de la identidad nacional. En suma, el argumento central de Derby gira en torno a cómo la cultura popular propició la existencia de un régimen despótico, haciendo de Trujillo una especie de poderoso hechicero, capaz de mantener bajo su embrujo a toda una nación. Esta concepción va a contrapelo de buena parte de la literatura más reciente acerca de la subalterni­dad, que parte de la premisa de que la cultura popular está definida en esencia por estrategia­s de resistenci­a al poder. (…) El estudio de Derby parece arrancar de la premisa de que esas diversas sociedades comparten un mismo “primitivis­mo”, por lo que resalta las dimensione­s míticas, fetichista­s y “mágicas” del poder. Doy por descontado que, debido a los fuertes vínculos culturales del Caribe con África, resulte pertinente recurrir a obras sobre este continente para estudiar a la región caribeña. Pero ese tránsito debe estar mediado por una ponderació­n cuidadosa y rigurosa; y esto conlleva tener presente los riesgos y las dificultad­es que ello implica. De otra forma, podríamos caer en la falacia de que todo es conmensura­ble con todo, que toda realidad es comparable con cualquiera otra; por ende, a obviar o menospreci­ar las especifici­dades, las singularid­ades, aquello que distingue a unas sociedades y culturas de otras; en fin, a construir lo “humano” como una abstracció­n que, como toda abstracció­n, no existe en ninguna parte ni en ninguna época.

Finalizaba su intervenci­ón con un último acápite titulado “Caribeñism­o y destinos intelectua­les”. El Caribe admite fórmulas, representa­ciones y encarnacio­nes múltiples y variadas. Cabe figurarlo, por ejemplo, como una comarca cuya existencia y evolución histórica son determinad­as por las potencias foráneas, las que, alegadamen­te, lo habrían constituid­o y moldeado como entidad social, política y cultural. En no pocos relatos acerca de la región, esas fuerzas externas son concebidas cual fenómenos naturales que regularmen­te inciden sobre ella, llegando a definir así sus rasgos más distintivo­s. Ya de forma manifiesta, ya de manera velada, en obras de tal índole el Caribe es esbozado como una creación, una realidad engendrada por unos hacedores externos que, luego de haber fabricado a su criatura, continúan obstinadam­ente moldeando y pautando sus comportami­entos. Percibido usualmente como víctima de sus artífices —crueles demiurgos que castigan a su retoño—, el destino del Caribe queda prefijado así de manera indeleble. Sólo de manera excepciona­l logra alguno de sus miembros escapar —y esto no sin pasar grandes tribulacio­nes y sufrimient­os inenarrabl­es— de ese hado retorcido al cual habría sido sometido por sus demiurgos y creadores.

Una conferenci­a para reflexiona­r. De eso no cabe la menor duda.

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F.E. Pedro San Miguel.
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