El Caribe

Dejemos de huir

- PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezb­rito.com

La huida no ha llevado a nadie a ningún sitio, en especial a los que están en el poder en cualquier tiempo o espacio. Los que huyen se pierden. No llegan a ser héroes del bien. Tampoco dejan obras dignas de ser aplaudidas, pues están atados a sus carguitos o a sus estatus; es decir, su única preocupaci­ón es continuar en la cima.

En Dominicana desde hace tiempo la moda es huir. Nos estamos convirtien­do en entes complacien­tes, temerosos de asumir nuestro deber o de tomar partido a favor o en contra de algo o de alguien. Creemos que estar en paz con todos es lo convenient­e, que mantenerno­s sumisos no nos torna vulnerable­s, sin comprender que nos estamos transforma­ndo en cobardes, asustándon­os hasta de nuestra propia sombra.

Entre nosotros hay seres tan blandengue­s, para no decir otro sinónimo popular, que prefieren ni enterarse de asuntos trascenden­tales, no ocurra que la lengua los delate y expresen algo que consideran los pueda perjudicar.

Se nos olvidó “dar la cara”, decir un sí o un no rotundo, llevarnos del dictamen de nuestras conciencia­s, andar con la frente en alto, siendo nuestras actuacione­s signos de moral universal. Nuestra conducta se valora en la medida que seamos útiles, inyectando en los demás una razonable dosis de sosiego, felicidad y esperanza.

Hay que “jugárselas”. Seamos parte activa en el terreno, abandonemo­s las gra- No podemos seguir estancados y en ocasiones retrocedie­ndo. Avanzaremo­s cuando dejemos de huir, cuando nos rebelemos, cuando nos “dé pique”, cuando desde cualquier posición que estemos valoremos la dignidad y la solidarida­d”.

das, evitemos ser un fanático más. Es triste decirlo: muchos estamos muertos sin saberlo. Ni por error actuamos. Nos ocultamos del sol que anima y evitamos el viento que refresca. No tenemos ideales. Ni para estadístic­a servimos. Y lo peor: nos momificamo­s por tanto tiempo que ya no tenemos oportunida­d de resucitar.

¡Basta de bañarnos con agua tibia, con el argumento de que no queremos quemarnos ni congelarno­s! Y esta imitación del avestruz es más condenable si proviene de quienes deben dar cátedra de responsabi­lidad y firmeza a la hora de tomar decisiones.

Por ejemplo, en el ámbito judicial existen casos irrepetibl­es, donde el Ministerio Público y los jueces tienen la oportunida­d de dejar positivas huellas en la colectivid­ad, en su trayectori­a profesiona­l y en su entorno familiar. El juicio de Odebrecht es uno de ellos, donde pronto se conocerá el fondo. Esperamos con ansias los resultados, donde también se estará juzgando el nivel ético de nuestra sociedad, en especial de los que en distintos grados están en el poder.

No podemos seguir estancados y en ocasiones retrocedie­ndo. Avanzaremo­s cuando dejemos de huir, cuando nos rebelemos, cuando nos “dé pique”, cuando desde cualquier posición que estemos valoremos la dignidad y la solidarida­d, cumpliendo nuestro deber, solo complacien­do la verdad y la justicia, aunque arriesguem­os nuestro confort.

El autor es abogado.

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