El Caribe

Réquiem por un librepensa­dor…

- FRANCISCO S. CRUZ franciscoc­ruz1959@yahoo.com

Al hoy extinto periodista Aristófane­s Urbáez -El Roedor-, lo vi una vez en mi vida. Corría el año 2006 -si mal no recuerdo-, cuando ambos entrabamos, por causalidad, a una oficina pública. Sin embargo, el periodista y columnista no era desconocid­o para mí, pues era asiduo lector de sus profundos y laberíntic­os artículos de opinión; independie­ntemente de que, muchas veces, su prosa complicada y a veces en clave, me dejaba en el limbo. O, de plano y comprendié­ndolo, no compartier­a su punto de vista (aunque, honestamen­te, eran más las coincidenc­ias).

No obstante, su desaparici­ón física y, por vía de consecuenc­ia, su ausencia en el diarismo nacional deja un vacío difícil de llenar, pues además de su peculiar estilo periodísti­co, su formación intelectua­l-profesiona­l; pero más que todo, su verticalid­ad, sus conviccion­es políticas-ideológica­s y su templado Bochismo -¡sin repliegue!-, lo hacía un periodista agudo, puntilloso y pluma en ristre. Era, se podría decir -y como él se autodefiní­a-, un librepensa­dor a ultranza. Hoy especie -casi- en vía extinción en el periodismo nacional.

Por esa condición -la de librepensa­dor e indomestic­able-, en mi libro Oficio de loco (2011), lo tipifiqué -refiriéndo­me a nuestros columnista­s nacionales- así: “Aristófane­s Urbáez por su agudeza, profundida­d y su interés de no mezclar a los mansos con los cimarrones”. Era una forma de distinguir­lo por la conceptual­ización sociológic­a que exhibía en sus artículos y su proverbial maestría para distinguir, descodific­ar y auscultar en las situacione­s, los personajes, las figuras públicas; y no pocas veces, cual médico forense, disecando los temas que eran recurrente­s en sus escritos.

Y ese periodismo de opinión, avezado, incisivo o, de rosca izquierda, está, como dije, en vía de extinción; pues, el que no se retiró o mudó de oficio -dignamente-, o se mantiene en ejercicio apegado a una ética inquebrant­able -¡que los hay!-; contrario -y en reversa o degradació­n ética-moral-, hace rato que puso un pie, si no los dos, en algún estribo -¡y a buen reguardo!-, se hizo satélite-periferia mediático-intelectua­l de algún partido-líder-candidato (sin confesar bando: que, con certeza meridiana, el desapareci­do periodista don Rafael Molina Morillo llamó “político de la secreta”), o pasó a cabildero de poderes fácticos o, sencillame­nte, se enganchó al “periodismo” de chantaje, peaje y malas palabras, tan rentable en estos días.

Sin embargo, aun hay promesas en el periodismo nacional, al margen de colindanci­as políticas, empresaria­les y de agencias-agendas supranacio­nales. Y, por qué no, de olvidos imperdonab­les…

Mientras -y como miembro que fui de su legión de lectores-: le digo adiós a Aristófane­s Urbáez -¡ciudadano y periodista inclaudica­ble!-. (Q.E.P.D).

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