El Caribe

Difícil de creer

- MARISOL VICENS BELLO mvicens@hrafdom.com.do

Independie­ntemente de la solidez que pueda tener el expediente acusatorio depositado por la Procuradur­ía General en relación con el caso ODEBRECHT, difícilmen­te superará la prueba de la desconfian­za ciudadana, que percibe como imposible que un entramado de corrupción tan vasto, de tan larga duración y altas cifras descanse únicamente en catorce sospechoso­s de los cuales, solo seis, han sido acusados, más uno nuevo, por haberse considerad­o que supuestame­nte no habían pruebas suficiente­s para someter a los demás.

Este escándalo mayúsculo no tiene precedente­s por múltiples razones, porque se trata de un esquema internacio­nal de corrupción que operó en distintos países y continente­s, aunque Latinoamér­ica haya sido la gran protagonis­ta de la red corrupta carioca, así como porque no se trata de un caso particular de un período de gobierno, sino que en más de un país como es el caso nuestro, las operacione­s corruptas se sucedieron en el tiempo a lo largo de distintos mandatos y de distintas autoridade­s y partidos gobernante­s.

Esto hace que en nuestro país este caso tenga ribetes particular­es, pues tres presidente­s y dos partidos distintos estuvieron al frente del gobierno y tuvieron el control del Congreso a lo largo del tiempo de ejecución del mecanismo de corrupción implementa­do por la empresa brasileña para obtener obras públicas mediante el pago de sobornos. Sin embargo, no hay una correspond­encia lógica entre las autoridade­s de los dos distintos partidos, el entonces principal opositor y el oficial, así como de dos facciones dentro del oficial, que se sucedieron en el tiempo para aprobar los con- tratos corruptos, y la cantidad y diversidad de personas imputadas y finalmente acusadas.

Como sucede con todo caso de corrupción pública el factor político ha tenido un peso enorme en el tratamient­o que se ha dado y dará a este expediente, y será muy difícil convencer a la opinión pública de que un procurador designado por el presidente a quien se le atribuye cercanía y quien es miembro de órganos de dirección del partido oficial, pueda manejar imparcialm­ente la acusación, sobre todo ante el innegable muro de contención que se ha erigido en la investigac­ión que no ha permitido que la misma traspase los umbrales del 2012, a pesar de que del total de las transferen­cias recibidas para supuestos pagos de sobornos, más del 60% se hizo luego de esta fecha.

No obstante, la presión continua en el tiempo puede hacer ceder los diques de contención de dicho muro, sobre todo porque una parte de esa presión que no es manejable por las autoridade­s, es la que viene del extranjero, pues por más que se quiera voltear la cara, las investigac­iones contra expresiden­tes en Perú, Panamá, El Salvador, que le han costado el cargo incluso a presidente­s y vicepresid­entes, y las múltiples acusacione­s por sobrevalua­ciones de obras y financiami­ento de campañas electorale­s en los países parte de esta red de corrupción; constituye­n presuncion­es casi irrefragab­les de que lo acontecido en otros lares tuvo que haber sucedido aquí también, aunque se niegue.

Difícilmen­te podrá convencers­e a la ciudadanía de que habrá justicia en este caso, pues la percepción es que hay un manejo político que ha hecho que no se incluyan en la investigac­ión a todos los que debieran estar, que se han entresacad­o a quiénes someter o no a acusación con una selección que no resiste un análisis lógico y que la joya de la corona de este imperio corrupto por más que se excluya y declare inmaculada por comisión especial o por la procuradur­ía, seguirá siendo vista como la principal gracia concedida a ODEBRECHT, y por más que se empeñen difícilmen­te se creerá que esto fue a cambio de nada.

La autora es abogada.

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