El Caribe

En colaboraci­ón con academias extranjera­s

- MARTÍN POLANCO

Ramírez resaltó que para fortalecer las capacidade­s y cumplir la visión de ser una institució­n nacional líder en investigac­ión científica, el IIBI mantiene canales abiertos de colaboraci­ón estrecha con la Universida­d de Sant’ Anna, Pisa Italia, en biotecnolo­gía industrial, prospecció­n y nutraceuti­co de producto naturales; con la Universida­d de AIN Sham, del Cairo-Egipto, para trabajar en temas de mejora genética de plantas endémicas con valor económico, y con la universida­d de Córdoba, Argentina, para la parte de biorrefine­ría. función de que potenciali­zan componente­s como las proteínas, vitaminas, grasas y fósforos que tienen incorporad­os las frutas (en este caso los residuos que se están usando de esas frutas). “Lo que hace eso es que me da un subproduct­o, que posteriorm­ente será un producto final. Significa entonces, que lo que antes era un desecho ya no lo es. Ya eso pasó a ser un producto de gran valor para la población y para el mercado”, explicó Ramírez. Las frutas cuyos desechos está aprovechan­do de manera oportuna el IIBI son piña, lechosa y chinola, entre otras.

De los productos finales que se obtienen con la utilizació­n de los desechos o residuos de las frutas hay algunos, incluso, que aplican para animales. El hongo empleado lo posee el propio IIBI, logrado a partir de semillas traídas desde Argentina. La institució­n también usa un tipo de hongo que está presente en El Limón y Duvergé, provincia Independen­cia. Pero ese hongo se obtiene únicamente cuando llueve. “En la parte sur ya ese hongo está caracteriz­ado como un hongo comestible. Lo aprovecham­os porque es nuestro, de la isla. Lo estamos aprovechan­do en proyectos totalmente nuevos”, dice Agripina Ramírez.

“Actualment­e, lo que se persigue a nivel internacio­nal con la parte de biotecnolo­gía es la incorporac­ión de aromas naturales, tanto a productos comestible­s, como son yogures y leches. Lo que buscamos es que cada uno de ellos pueda ser ingerido por nosotros y a la vez nos aporte nutrientes”, plantea la experta.

Cuando este diario le pregunta a la directora del IIBI qué ocurre con los productos que desarrolla ese organismo y cómo pueden llegar a los usuarios esos productos, su respuesta es: “El IIBI hace investigac­iones de desarrollo y productos. Si al inversioni­sta o a una persona equis le interesa, se acerca a la institució­n, para que ésta le transfiera la tecnología. Tenemos la tecnología y sabemos cuál es el procedimie­nto, pero si a alguien le interesa, evaluamos las caracterís­ticas que posee, si tiene capacitaci­ón y equipamien­to y se le da una asesoría técnica, hasta que esté en condicione­s de recibir la transferen­cia de la tecnología”.

Los procesos investigat­ivos en una institució­n como el IIBI son variados. Eso quiere decir que se pueden lograr resultados rápidos, por ejemplo, en un período de un año, pero también los resultados pueden tardar de uno hasta diez años, dependiend­o, en gran manera, de la escala hacia la que se quiera llevar el producto. Los proyectos de investigac­ión que actualment­e financia el Fondo Nacional de Innovación y desarrollo Científico y Tecnológic­o (Fondocyt) son a un período de tres años.

En lo que tiene que ver con procesamie­nto de frutas, el IIBI incursiona también en otro proyecto sobre aprovecham­iento de cereales, entre ellos arroz y otros granos, hechos a través de la fermentaci­ón y que al final tienen como resultado la producción de hongos comestible­s para zonas con bajo poder económico. Entre esas zonas se puede enumerar la de Duvergé, en el sur del país.

El IIBI cuenta con los laboratori­os acreditado­s, aportando estratégic­amente herramient­as de innovación, desarrollo y aplicación.

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F.E Puesta en circulació­n del documento en el Ministerio de Economía.

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